Manejo de coraje Por Luis Dávila Colón

NR – Luis Dávila Colon es la principal voz estadista en los medios mayormente izquierdozos de Puerto Rico, aunque diferimos en algunas cosas.

Manejo de coraje

Por Luis Dávila Colón el 25 de enero de 2012

Puerto Rico, como se dice en la calle, “padece de los nervios”. Este es un país encabrona’o con el mundo entero, menos consigo mismo. Un pueblo alicaído, cabizbajo y meditabundo, que proyecta el coraje de más de cinco siglos de impotencia, dependencia y coloniaje y sobrevive con la frustración y resignación de saber que no importa lo que elija, no logra salir del estancamiento, de la miseria, de la violencia y de la depresión. Cuando vota, castiga entonces. No para construir un mejor futuro, sino para penalizar al partido que no lo pudo ni lo supo hacer.

Más que candidatos a puesto electivo, Puerto Rico necesita siquiátras, sicólogos, terapeutas y entrenadores personales del estrés. No incluyo religiosos en esa receta, porque entre las sectas fundamentalistas y la teología del nacionalismo católico, cada vez que sermonean y pontifican los monseñores y los pastores, lo que hacen es sacarnos más el diablo de adentro.

A nueve meses de las elecciones plebiscitarias este país exhibe como nunca antes en su historia, rasgos y patrones típicos de los desórdenes neuróticos: depresión colectiva que por ratos fluctúa en la histeria mánica; furia esporádica que rompe la permanencia de la sumisión; ansiedad; fobias irracionales; paranoia; comportamiento obsesivo-compulsivo; conducta errática y contradictoria; pensamiento polarizante; negativismo; catastrofismo; miedo; en fin, todo un catálogo del DSM-IV. Que conste, que no estoy haciendo un diagnóstico siquiátrico, sino más bien una observación social del estado anímico del boricua en este momento álgido.

Como colectivo, nuestro problema principal es la negación. Somos ávidos a aplicar todos los mecanismos usuales de defensa para evadir nuestra responsabilidad individual y colectiva como causantes del pequeño infierno que hemos creado. Porque si Puerto Rico está mal en este momento, la culpa recae sobre todos y en particular, sobre ese actor estelar de nuestra vida organizada que se llama “el Pueblo”. Claro, nos encanta evadir responsabilidad y echarle la culpa a otros. Que si la culpa es de los políticos, que si la culpa es de la Prensa, que si la culpa es de los criminales, que si la culpa es de los legisladores, o de los tribunales, o de Estados Unidos, o del vecino, o del enemigo, o del amigo, o del maestro, o de las escuelas; del sindicato; en fin, de Segismundo y todo el mundo, menos de nosotros mismos.

La segunda aberración de pensamiento es creer que el estatus actual de Estado Libre Asociado funciona y que con cambiar de líderes y de partidos –como hemos hecho en 12 elecciones de los últimos 50 años– empezamos a resolver nuestros problemas. Nos quejamos de los partidos, sabemos de las tranquillas estructurales y orgánicas que impiden el buen funcionamiento del gobierno y cuando uno fracasa, lo quitamos para poner al otro para empezar de nuevo el mismo círculo vicioso. Tenemos la autoestima por el piso, sufrimos todos los complejos del colonizado y del amancebado y nos engañamos con los egos inflados de los falsos etnocentrismos que pretendemos adjudicar a las reinas de belleza, a los boxeadores, a los atletas y a los jueguitos regionales. Sí. Puerto Rico exhibe todos los procesos primitivos de defensa: xenofobia, aislamiento y enajenación, negación, omnipotencia, idealizaciones primitivas, proyecciones, ambivalencias, disociaciones, represiones, regresiones, racionalizaciones, sexualizaciones, moralizaciones; en fin, todo lo que evite asumir responsabilidad, tomar decisiones, salir del inmovilismo y cambiar curso.

En ese contexto, la tercera aberración de pensamiento es creer que el gobierno y los partidos nos lo tienen que dar y resolver todo. Sin que el ciudadano particular, la familia y el entorno comunitario tengan la responsabilidad de aportar. Queremos que nos resuelvan todos los problemas sin dar nada a cambio. Y claro está, no hay presupuesto en el mundo ni gobierno alguno que pueda suplir todas las necesidades existenciales de la cuna a la sepultura. Ese precisamente es el debate que se está dando a nivel global con esta depresión económica y estos tiempos de la crisis del nunca acabar. La época del Estado benefactor y del derroche de gastos ha llegado a su fin. Porque al final de cuentas, el pagano somos nosotros los contribuyentes. La última no la paga el Diablo, la paga el ciudadano de a pie.xhibe todos los procesos primitivos de defensa: xenofobia, aislamiento y enajenación, negación, omnipotencia, idealizaciones primitivas, proyecciones, ambivalencias, disociaciones, represiones, regresiones, racionalizaciones, sexualizaciones, moralizaciones; en fin, todo lo que evite asumir responsabilidad, tomar decisiones, salir del inmovilismo y cambiar curso.

En ese contexto, es indispensable concientizar al País de que hemos fracasado todos, porque insistimos en refrendar un modelo institucional, económico y político que ha colapsado.

Los malos no somos nosotros; el sistema y el modelo son los que están enfermos de muerte. Y mientras no se atienda ese problema estructural, continuaremos condenados a las campañas de grandes alarmas e histerias, de promesas inútiles, grandes expectativas, soluciones al instante y tumbes inevitables seguidos del más de lo mismo y de un incremento en las frustraciones y las decepciones. El descontento social continuará degenerando en violencia, en ira y en ingobernabilidad hasta que el Diablo vuelva a pasar factura.

En estos tiempos de ajustes y recortes, el gran riesgo de plebiscitar la elección radica en que la frustración con el colapso del Régimen sea tal que vuelva a llevar al Pueblo a sustituir el verdadero gobierno del cambio para repetir las viejas fórmulas populistas trilladas de la progresiva esclerosis de la decadencia fatalista colonial.

Mientras el PPD evade su responsabilidad histórica teniendo a Fortuño como coartada, Fortuño y el PNP le rehúyen a cantarle las verdades al Pueblo sobre el lastre histórico del ELA e ignoran por completo la urgente necesidad de manejar y redirigir la frustración hacia las causas, sistemas y los autores reales del coraje…

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La mentalidad jurídica Popular es Latino-americanista, donde la religión, la milicia, los medios informativos, policía y los tribunales son instrumentos del poder político. Por eso los políticos son Jueces y los Jueces políticos. Por eso los Jueces de Paz eran Compromisarios de Barrio del PPD, los que fiaban eran los Presidentes de Barrio, siempre los Jueces Populares deciden a favor del PPD en los casos políticos, se hablan como compañeros y son tan fanáticos que son de la religión o Logia Popular.

Solo esa forma de pensar ha producido las decisiones conflictivas que el Tribunal Supremo del PPD siempre manipula a favor del PPD; y que desde el 1977 el PNP debió haber teneido mayoría en el Tribunal Supremo pero con trampas y triquiñuelas mantuvieron control absoluto hasta hace Poco. Eso le permitió robarse las elecciones en el 1984 con los Pivazos. Es que su Jueces son tan tramposos como sus funcionarios electorales.
Personas conocedoras expresan que Hernández Denton fue transportado en el Jet de un donante popular y firmo la Sentencia en las escalinatas del Supremo sin haberla leído.
Por eso a los populares los esconden y encubren, los inmunizan y hacen de la corrupción popular una de jaibas aceptables porque todos están en el mismo guisito.
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