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Violencia doméstica

Por Vocero.com el 28 de febrero de 2012

Por Norma Valle Ferrer
Periodista y catedrática

Mi columna de esta semana no iba ser sobre violencia doméstica, la pensaba escribir sobre las enfermeras en Puerto Rico. Sobre esas profesionales de la salud que también reciben violencia de género, especialmente del estado, pues sus salarios y condiciones de trabajo no estan acorde con su trabajo, cada vez más exigente. Sin embargo, la violencia de género hoy me rebasa nuevamente.

Quedé sentada en la cama cuando escuché en el radio despertador la noticia de la detención del legislador Héctor Ferrer por un conflicto con su esposa. El alegado acto de violencia, que podría considerarse doméstica, sucedió en la intimidad del hogar.

Sin menoscabo del derecho que tiene el legislador a que se le considere inocente hasta que se le pruebe lo contrario, mi sorpresa pasaba de una faceta a otra y me explico. El licenciado Héctor Ferrer siempre ha dado la imagen pública de un hombre estable, inteligente, diplomático y correcto. Es más, aunque no lo conozco personalmente, me cae bien Héctor Ferrer.

Ah, pero la violencia doméstica son palabras mayores. Siempre debe dársele un punto de ventaja a las mujeres, que corran en el círculo de adentro, y de eso bien sabe el corredor y atleta que es Héctor Ferrer. La violencia contra las mujeres por su condición de género ha sido declarada una pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Las mujeres en Puerto Rico y en el mundo, incluyendo los países más desarrollados del globo terráqueo, reciben violencia física, sexual, sicológica, emocional y económica en el hogar, en el trabajo y en la vida pública, con la complicidad de los gobiernos y de la mayoría de sus propias comunidades.

Por eso no es de extrañar que un hombre educado maltrate a su esposa, que un hombre simpático maltrate a su compañera, que un buen trabajador o alto ejecutivo maltrate a su ex novia. La violencia contra las mujeres ocurre en las familias más pobres y también en las ricas, entre religiosos de cualquier denominación, de cualquier raza o etnia. El delito de violencia doméstica es un acto de poder. Se perpetra porque el agresor entiende que puede hacerlo, la cultura se lo ha permitido por siglos.

Ahora, creo que es hipocresía del estado decir que su posición es contra la violencia doméstica cuando fue esta misma administración la que eliminó de golpe y porrazo la Ley 108 (2006) y la Carta Circular #3 del 2008, que facilitaban la enseñanza con perspectiva de género en las escuelas del país, desde los grados primarios. La violencia doméstica hay que erradicarla desde su profunda raíz en la educación, la cultura y la vida en comunidad. No es con más policías que se resuelve sino con la equidad entre los seres humanos y una educación libre de prejuicios.

El caso de Héctor Ferrer y Elisa Hernández debe tratarse al margen de la politiquería, con la comprensión de la situación difícil que atraviesan, pensando en sus hijos e hijas, en su integridad personal y en el contexto de lo que la violencia doméstica significa para las mujeres.