Antecedentes y LeccionesTras varias semanas de especulaciones, idas y venidas, subidas y caídas en las bolsas, el viernes se hizo pública la
petición oficial de auxilio de Grecia ante su terrible situación económica. Se ha escrito mucho acerca de las posibilidades de contagio que la caída del país Heleno puede provocar sobre el resto de economías europeas, sobre todo la Portuguesa, la Italiana y la Española (como podréis observar, estamos en todos los fregados), así como de la viabilidad o no del Euro, la postura de Alemania e incluso la reactivación del tradicional escepticismo británico frente a todo lo que tiene que ver con Bruselas. Ahora desde el Reino Unido, curiosamente, se alegran de mantener la Libra, cuando hace un año decían que no quedaba más remedio que subirse al tren de la moneda única. Pero bueno, ese es otro debate lleno de intereses oportunistas según sople el viento. Al menos eso creo yo.Explicar lo que ha acontecido en Grecia no es sencillo, así que voy a tratar de ser lo más didáctico posible para que todo el mundo encuentre este post accesible, pero sobre todo me gustaría hacer hincapié, no sólo en los datos económicos, sino en algunas de las lecciones que nos deja la actual crisis del país Heleno, las cuales no debemos ignorar si no queremos vernos en una situación tan compleja como la que éste está sufriendo.El pasado 9 de Octubre del año 2009, tras unos años de gobierno conservador, el Partido Socialista Griego se hacía de nuevo con el poder gracias al carismático Yorgos Papandreu, hijo y nieto de anteriores primeros ministros. Sólo le hicieron falta unos meses para comprobar que sus predecesores en el cargo habían falsificado de forma sistemática las cuentas públicas griegas (c
on la connivencia de Wall Street), fomentando, además, la corrupción y el despilfarro, así como una gestión financiera cuando menos irresponsable. Para que os hagáis una idea, el déficit público era 15.000 millones de euros mayor de lo que el anterior gabinete había admitido. Ante esta situación, el gobierno griego lanzó un severo plan de ajuste para tratar de reequilibrar sus cuentas.
En la actualidad el déficit público griego es del 13,6% y su déuda pública, medida en % sobre el PIB, del 115%. Según un artículo de Isabelle Couet en «Les Echos», la probabilidad de una suspensión de pagos Helena de aquí a 5 años se sitúa en torno a un 40%. Todo esto se traduce en algo tan sencillo como lo siguiente: invertir en Grecia es objetivamente más arriesgado que hacerlo en otros países. Y esto es dramático porque debido al descuadre de sus cuentas públicas, Grecia necesita financiación.
Existe un binomio irrefutable en las finanzas que es el de la rentabilidad vs riesgo. Un inversor está dispuesto a asumir más riesgo si la rentabilidad esperada de su inversión es mayor. Es lo que se llama, en una definición de andar por casa, la prima de riesgo. Dicho de otra forma, Grecia necesita dinero desesperadamente, pero tiene que pagar una rentabilidad por encima de mercado para conseguirlo (un 10,23% el pasado viernes, ni más ni menos) porque se percibe que meter los ahorros allí es arriesgado. Pero la situación Helena tiene un agravante más al estar involucrada en una espiral de destrucción masiva, si se me permite la expresión: la probabilidad de que el país griego no pueda hacer frente a sus pagos es muy elevada, lo cual obliga a retribuir por encima de precio de mercado a los inversores, lo cual no hace sino repercutir aún más sobre la expectativas acerca de la capacidad de pago del país Heleno, retroalimentándose así el riesgo país y haciendo subir con ello aún más la prima de riesgo.
A raíz de todo ello, existe un miedo palpable en los mercados acerca de las consecuencias de la caída griega. ¿Podría ser España la siguiente? ¿Estamos tan mal? Desde un punto de vista estrictamente económico podemos decir que de momento España no es Grecia. Aún siendo cierto que tenemos un déficit público del 11,5%, lo cual, con las tasas de desempleo que tenemos, es una barbaridad, nos salva el hecho de que nuestra deuda pública medida sobre el PIB está en torno a un 65%. Pero sobre todo nos salva la imagen de nuestro país como una nación seria. Y esa es precisamente la lección que debemos sacar de esta crisis.
Porque por encima de números y complejas variables macro económicas, lo que ha rematado a Grecia es la falta de confianza de los mercados, la cual se ha debido, fundamentalmente, a dos cuestiones: una, la opacidad y falta de verosimilitud de sus números; dos, la incapacidad del estado, no ya sólo para fijar las reglas del juego, sino para hacerlas cumplir (se sospecha que el fraude fiscal en el país Heleno es masivo, así como también la corrupción). Es por ello por lo que el plan tan agresivo presentado por Papandreu en su día no terminó de apaciguar los mercados y ahora se ve abocada a solicitar un rescate. Como decía el propio Papandreu, «lo peor es haber perdido la credibilidad».
Así pues, España está ahora en la encrucijada. Como me dijo el otro día un buen amigo, son cuatro las variables que tenemos que manejar a la hora de pensar en una recuperación de verdad: una, bajada del déficit público, dos reordenación del actual sistema financiero, tres, directamente relacionado con lo anterior, sanar de verdad nuestro sector inmobiliario (incluyendo en el mismo a la banca) y cuatro, flexibilizar el mercado laboral. Todo ello está en el programa del actual equipo económico de nuestro gobierno y todo ello tiene objetivos marcados en la agenda del actual gabinete. Lo que es necesario es que las cifras reales coincidan con lo presupuestado, que nuestro actual plan no haya sido un brindis al sol y sí un ejercicio de responsabilidad y transparencia. Que los mercados nos sigan percibiendo como un país serio, transparente y coherente es clave para que se recobre la confianza en nuestro país y no nos pongan en solfa. Eso, por encima de grandes números, es lo que nos separa de Grecia en estos momentos. No lo olvidemos.
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