Híbridos, Imbéciles y Crédulos

Híbridos, Imbéciles y Crédulos

Por: Arturo J. Guzmán, Analista

 El 22 de mayo, 1986 afirmé en mi testimonio ante el Congreso de los Estados Unidos, durante vistas sobre la economía local, que el problema de Puerto Rico era que se nos había impuesto un modelo económico híbrido diseñado como parte integral de un modelo político igualmente híbrido y que por tanto no se podía cambiar ni alterar sustancialmente uno sin cambiar el otro simultáneamente porque son inseparables.

Reconocí, que el modelo económico puertorriqueño se podía hacer más eficiente y ágil eliminando el gigantismo gubernamental y privatizando toda actividad económica que la empresa privada podía desarrollar sin comprometer recursos públicos y beneficiando también al pueblo al fomentar la competitividad que en la libre empresa resulta en costos menores a los usuarios.

También advertí que nuestro modelo económico estaba exhausto y que aún con el beneficio de cambios superficiales la realidad demostraba que era un modelo de subdesarrollo y que para enfrentar los retos del futuro era imprescindible cambiarlo total y conjuntamente con el modelo político.

Desde entonces para proteger los grandes intereses económicos y políticos de la colonia, la ejecutoria de los gobiernos populares ha sido exactamente la contraria. Evitaron a toda costa cualquier posibilidad de cambio bloqueando esfuerzos que pudieron conducir a un status permanente mediante un plebiscito; incrementaron el gigantismo gubernamental; se apoderaron de bienes, servicios y empresas privadas y las incorporaron al gobierno, y para colmo despilfarraron los recursos del pueblo llevándonos al borde del abismo como resultado de los regímenes de Calderón-Acevedo.

Veintiséis años más tarde seguimos en las mismas y como habíamos previsto el deterioro económico se ha acelerado vertiginosamente a pesar de algunas medidas remediativas como las privatizaciones que se llevaron a cabo durante la administración Rosselló, la reducción de la participación laboral desproporcional en el gobierno durante la administración de Fortuño y un descenso en la fuerza laboral producto de la migración masiva de puertorriqueños a la Florida. ¡Todo esto constituye una prueba irrefutable que gracias a Tugwell-Muñoz, al Congreso, y al Partido Popular estamos peor ahora que en 1952!

¡Pero nada cambia! Una vez más se oponen al plebiscito a sabiendas de que muy probablemente esta será la última oportunidad de poder expresarnos democráticamente antes de que las circunstancias político-económicas imperantes se encarguen de que los Estados Unidos unilateralmente nos imponga una solución. Una vez más nos tratan como ciegos y crédulos o imbéciles prometiendo la creación de miles de empleos sin el más remoto indicio de cómo van a crearlos o de donde provendrán  a pesar de que recalcitrantemente tuvieron que admitir que no se podrá contar una vez más con empleos en el sector público porque finalmente reconocieron que no existen los recursos.

Bajo esta práctica de menospreciar la inteligencia del pueblo, prometen tarifas eléctricas fijas para las empresas pequeñas y medianas escondiendo que ese subsidio  se reflejaría inescapablemente en las tarifas de los usuarios residenciales que ya incluyen y sufragan  los subsidios a los residenciales públicos y municipios, agencias de gobierno, empresas manufactureras y hoteleras, etc.

Todo el pueblo pensante se da cuenta del  engaño de esa retórica que es producto, no de un compromiso para beneficiar y asistir al pueblo, sino de preservar las prebendas del Partido Popular que dependen de híbridos, imbéciles y crédulos para poder sobrevivir.