Reinserción de Cuba?

 Reinserción de Cuba?

Estimados Amigos

,  Opciones  Jose Hector Ruiz  

www.youtube.com

Como muchos de ustedes leí con gran interés la columna en referencia publicada ayer y escrita por nuestro buen amigo el Ex-Senador Oreste Ramos sobre el tema de la reinserción de Cuba como un factor competitivo para Puerto Rico.

Aunque comprendo y alabo la evidente intención político-ideológica de la advertencia que contiene la columna, difiero de Oreste en cuanto a algunas de sus premisas básicas. La eliminación del embargo no es tan fácil como él describe ya que presumiría la re-elección de Obama, que los republicanos perdieran la mayoría en la Cámara de Representantes, y que entre otros Marco Rubio y Bob Menéndez no bloquearan  una acción de esa naturaleza en el Senado.

Concuerdo con Oreste en señalar  la posición amoral que han asumido varios presidentes en restablecer relaciones diplomáticas y comerciales con regímenes brutales y dictatoriales bajo el pretexto de que es en “el interés nacional”. Sin embargo tomar esa decisión unilateralmente en el caso de Cuba, podría ser en el interés económico de algunos sectores en los Estados Unidos, pero jamás en el interés nacional.

Una de las consideraciones fundamentales de restablecer relaciones con el régimen cubano actual sería  el efecto económico negativo en estados como la Florida por la migración masiva de cubanos que se produciría, y si esos efectos económicos negativos serían menores a cualquier incremento comercial con Cuba. Otro factor significativo del potencial de ganancias que representaría restablecer el comercio con Cuba sería determinar quién proveería el financiamiento a largo plazo para esas transacciones ya que Cuba está prácticamente en la quiebra, carece de reservas monetarias y divisas, y le debe billones desde hace más de dos décadas a países como Japón, Argentina, Rusia, etc. por bienes y servicios que vendieron a crédito sin asegurar garantías de re-pago.

Sin embargo la columna de Oreste coincide con mis planteamientos y advertencias sobre el efecto devastador que la apertura de Cuba le produciría a la economía de Puerto Rico a menos de que haya un cambio en el modelo político-económico local. Por más de treinta años lo he venido advirtiendo con éxito limitado y sin provocar los cambios que ameritan la situación. Solamente durante la incumbencia en el Departamento de Estado de Baltasar Corrada del Río, quién comprendía y compartía la importancia y relevancia del tema, pudimos formar un grupo de trabajo para hacer las recomendaciones pertinentes. Lamentablemente como resultado de su renuncia para formar parte del Tribunal Supremo, y muy a pesar de sus propias recomendaciones y las del gobernador Rosselló para que el grupo de estudio continuara su función, la nueva Secretaria, Norma Burgos, decidió abandonar el proyecto.

Posteriormente durante esta administración el Secretario de Estado Kenneth McClintock llevo a cabo un estudio superficial el cual excluyó a importantes segmentos que hubiesen podido contribuir y continuar con un plan de trabajo efectivo que culminara con un cambio radical en la política del gobierno relacionada a la economía.

Como buen Quijote, cada vez que se me ha ofrecido la oportunidad de exponer este tema lo he hecho y les incluyo una copia de la presentación que hice ante los clubes Rotarios, de San Juan, Santurce y Hato Rey durante el 2006.

Saludos,

Arturo Guzmán

“Breve evaluación de la preparación de Puerto Rico

para poder afrontar el reingreso de Cuba

como un competidor regional”


Una presentación de: Arturo J. Guzmán

Ante los Miembros del

Club Rotario de Santurce

2 de November, 2006, San Juan, Puerto Rico


Buenas tardes,

Quiero agradecerles a todos los miembros del Club Rotario de Santurce, y muy en especial al Lcdo. Aponte Parsi, esta oportunidad que me brindan para exponer un tema que para mi ha sido motivo de preocupación e interés durante muchos años.

Antes de comenzar esta breve evaluación de la preparación de Puerto Rico para poder afrontar el reingreso de Cuba como un competidor regional, permítanme sentar como principio que es nuestro deber como personas amantes de la libertad darle la bienvenida y fomentar el reingreso de Cuba a la familia de naciones libres y democráticas del mundo.

Bajo ningún concepto se debe considerar mi presentación como un argumento que favorezca la oposición o la demora a que se logren estos cambios fundamentales al pueblo cubano, no solo porque sería moral y éticamente  inaceptable, sino  también porque en el sentido pragmático como humanos no podemos alterar el curso de la naturaleza o del tiempo. Es precisamente mi intención advertirles que los efectos adversos que este cambio le pudiera causar a Puerto Rico podrían evitarse, así que la causa de cualquier adversidad no puede atribuírsele a eventos sobre los cuales no tenemos ningún control pero sí al desempeño de las responsabilidades que descansan individual y colectivamente sobre nuestros hombros.

Fidel_Castro

Fidel_Castro

Ahora permítanme repasar algunos hechos:

Contrario a creencias populares, si fundamentamos nuestro juicio en estadísticas e indicadores económicos confiables concluiremos que la década de mayor crecimiento económico para Puerto Rico no fue entre los años 1950-1960 como resultado de la “Operación Manos a la Obra” sino la década entre 1960 y 1970.  El crecimiento económico sin precedente en Puerto Rico durante este período  fue mayormente una consecuencia directa de la ruptura de las relaciones político-económicas entre los Estados Unidos, la mayoría de las naciones en este hemisferio, y el naciente régimen comunista cubano, lo que causó la eliminación de Cuba como consumidor de bienes y servicios de los Estados Unidos y como factor competitivo regional.

Uno de los aspectos específicos que beneficiaron directamente a  Puerto Rico fue la necesidad inmediata de los manufactureros y proveedores de servicios de los  Estados Unidos de identificar y al menos parcialmente reemplazar los mercados que habían perdido en Cuba.

Otro, la necesidad de algunos fabricantes estadounidenses de mantener su nivel competitivo reemplazando las operaciones manufactureras que habían tenido que cerrar o habían sido nacionalizadas en Cuba con facilidades similares en la misma región  que igualmente ofrecieran mano de obra mas barata que los Estados Unidos.

Otros factores fueron la urgencia de fomentar una nueva “ancla” para la industria turística caribeña, y la reubicación en Puerto Rico de un selecto grupo de intelectuales, profesionales y experimentados empresarios cubanos que fueron instrumentales para acelerar el desarrollo económico de Puerto Rico.

Pero el factor de mayor importancia y trascendencia económica fue la determinación de los Estados Unidos de crear una muestra altamente visible entre dos islas caribeñas, una bajo un régimen comunista y la otra bajo los beneficios de una democracia, que le sirvieran de ejemplo comparativo a las otras naciones caribeñas, centro y sur americanas y así evitar que fuesen seducidas por el Castro-comunismo.

Era de esperar que Puerto Rico tomara ventaja de esta imprevista bonanza creada por la ausencia de Cuba para asegurar la permanencia de su relación política y simultáneamente diversificara su economía para prepararse para el momento en que las condiciones regionales retornaran a la normalidad.

Casi medio siglo después, no solo estas expectativas básicas continuaron relegadas e ignoradas sino que las condiciones político-económicas han empeorado hasta alcanzar niveles aún más bajos que los que existían en 1960. Para poder determinar nuestra situación con veracidad tenemos que evaluar nuestro predicamento actual:

El modelo político-económico de Puerto Rico ha probado fomentar no el desarrollo sino el sub-desarrollo… Como ejemplo, si comparamos las tasas de desempleo y las de participación en el mercado laboral, concluiremos que en la actualidad existe una tasa mayor de desempleo que hace cincuenta años.

La divergencia con la economía nacional ha incrementado dramáticamente durante los últimos veinte años, y nuestro nivel de pobreza continúa siendo al menos el doble que el del estado “más pobre” de  la unión. Puerto Rico ha probado ser incapaz de trascender la “mentalidad del monocultivo” tan prevaleciente en la antigua industria del azúcar como en su tradicional dependencia en incentivos temporeros o artificiales tales como las 936 que solo lograron atraer esquemas de beneficencia corporativa y lavado de dinero.

Peor aun, hasta el día de hoy los políticos locales forzosamente obligan a que la economía responda a las necesidades partidistas relegando al sector privado a estar sujeto no a las demandas y condiciones del mercado libre sino a los intereses y a la agenda electoral, política e ideológica del gobierno de turno.

Hace unos años, alarmados por condiciones económicas decadentes y la ausencia total de planes de contingencia y preparación en Puerto Rico, un pequeño grupo de ciudadanos privados comenzamos a insistir y solicitar que el Congreso de los Estados Unidos llevara a cabo vistas públicas sobre el tema de la economía de Puerto Rico para poder identificar los cambios y soluciones que pudieran asegurar el crecimiento y la competitividad futura de la Isla.

Durante esas vistas congresionales se enfatizó la premura en diversificar la economía y la necesidad imperativa de reducir tanto el gigantismo gubernamental como la de lograr que el gobierno se despojara de activos mucho mas afines a ser parte del sector privado.

La implementación de programas de “workfare” y privatización se introdujeron como legislación local que fue sometida simultáneamente como complemento a las vistas. Las múltiples advertencias de que el modelo económico hibrido de Puerto Rico se encontraba exhausto y de que no se podía cambiar o alterar parcialmente porque había sido diseñado  como parte inseparable e integral del modelo político fueron de gran impacto e importancia  La fecha fue el 22 de Mayo, 1986-¡Hace más de veinte años, y aún no se ha hecho absolutamente nada para implementar los cambios sugeridos!

Posteriormente el 9 de Marzo, 1990 también ante el Congreso señalé y cito, “Nuestra sociedad y nuestra economía se están desintegrando  y tenemos que llevar a cabo monumentales reformas gubernamentales y económicas si es que habremos de sobrevivir como sociedad y evitar una migración masiva de nuestros sectores más productivos”.

Días más tarde el 22de Marzo, 1990 durante una conferencia de prensa local advertí y cito, “Nuestra economía continuará erosionándose hasta alcanzar un nivel crítico, el cual es posible que ya hayamos alcanzado si juzgamos por el actual déficit presupuestario”. Continué, “Otros problemas internos en la economía de los Estados Unidos, o en la incierta y evolucionaria situación internacional sobre la cual Puerto Rico no tiene ninguna influencia podrían acelerar el deterioro y acrecentar la crisis económica puertorriqueña con resultados devastadores”. “Estos cambios podrían incluir la eliminación de la Sección 936 por razones relacionadas al déficit presupuestario nacional, tanto como la posibilidad de que a un plazo mediano o corto las relaciones entre los Estados Unidos y un régimen diferente Cuba podrían resultar en la normalización de las relaciones entre ambos países abriendo así un factor altamente competitivo, un gigantesco mercado de oferta y demanda ausente por sobre 30 años y excluido de toda consideración en la planificación presente y futura de la economía de Puerto Rico”.

Estas preocupaciones las repetí y las llevé a la atención de la legislatura de Puerto Rico durante las vistas en el Senado el 27 de Enero, 1993 con las siguientes recomendaciones y requerimientos adicionales:

1. Determinar cual sería el impacto local que producirían cambios a la economía nacional como resultado de la necesidad de reducir el déficit nacional y/o el déficit en la balanza internacional de pagos.

2. Identificar cuales serían los efectos de una reducción drástica en los programas nacionales de bienestar y beneficio público que se han convertido en parte integral del modelo económico local de dependencia.

 3. Evaluar la condición de la infraestructura local y la capacidad de la relación político-económica vigente no solo para proveer para su mantenimiento sino para mejorarla hasta el extremo que se pudiese convertir en una ventaja competitiva.

4. Movilizar recursos para estimular el desarrollo y crecimiento del sector privado y reclutar entidades e individuos capacitados para resolver problemas de gran magnitud tales como la reducción del gigantismo gubernamental, la privatización de activos, dependencias, y servicios mejor administrados por el sector privado, y la transformación de la cultura gubernamental de una que se comporta como un amo feudal a una que este enfocada en servir de facilitador de servicios para el pueblo y para fomentar la empresa privada.

También les recordé, “La disminución de nuestra importancia militar y estratégica a la nación podría resultar en acciones unilaterales por parte de los Estados Unidos que podrían fluctuar desde el cierre de sus instalaciones militares en la Isla hasta la eliminación de algunas de las opciones tradicionales de status antes consideradas como permanentemente disponibles a la voluntad del pueblo”.

Concluí mi exposición apuntando a que cualquiera de esos factores o una posible combinación de los mismos podrían coincidir a un mismo tiempo y debilitar a Puerto Rico hasta el extremo que quedaría tan vulnerable política y económicamente que restringiría sus alternativas futuras solo a aquellas que como cuestión de supervivencia demandarían extraer sacrificios del pueblo a un grado insospechable o siquiera inimaginable.

Lamentablemente esas preocupaciones del pasado permanecen aún más vigentes en la actualidad. En palabras de un sabio callejero, podemos afirmar que mientras más han cambiado las cosas, mas permanecen igual. En esta tarde según comparto con ustedes estas preocupaciones, las noticias diariamente nos corroboran que estas proyecciones pasadas se han convertido en una realidad innegable y que Puerto Rico en un futuro próximo tendrá que enfrentar  nuevamente la competencia de Cuba y sus retos inherentes en el momento política, económica y socialmente mas vulnerable desde la conclusión de la Guerra Hispanoamericana.

Limitaciones de tiempo impiden siquiera iniciar un breve análisis de la crisis presupuestaria actual a excepción de recalcar que soluciones a este problema fueron identificadas y han estado disponibles por más de veinte años y no se hizo nada. En el tiempo que ha transcurrido desde las vistas congresionales a las que me referí anteriormente, el gigantismo gubernamental se ha incrementado al igual que el desmedido aumento del empleo en el gobierno.

Sobre 500 mil puertorriqueños de las clases sociales, económicas y profesionalmente más productivas han emigrado al centro del Estado de la Florida. Como consecuencia la base contributiva continúa reduciéndose proporcionalmente y la carga impositiva en los sectores  productivos  que han permanecido aquí se ha hecho aún mas onerosa sin siquiera recibir en reciprocidad  mayores y mejores servicios del gobierno.

El petróleo y los precios de servicios esenciales como la energía eléctrica y el agua han aumentado astronómicamente. Los impuestos se han aumentado y nuevos gravámenes se han impuesto, los servicios gubernamentales han disminuido y la calidad de los que se ofrecen es paupérrima. La infraestructura se ha relegado al deterioro y a la obsolescencia.

El status político-económico, aunque exhausto, sobrevive pero como resultado de la demagogia  política en el asunto de Vieques  las fuerzas militares nacionales han cerrado prácticamente todas sus dependencias y bases deprivando a Puerto Rico de su anterior importancia estratégico-militar y de cualquier consideración especial por razón de sus contribuciones a la defensa nacional. Como resultado inicial, la economía local ha perdido más de medio billón de Dólares en ingresos directos e indirectos.

Un nuevo grito de “que paguen los ricos” ha tomado precedencia por sobre ofrecer incentivos al capital local conducentes a la creación de nuevas, mejores, y mayores oportunidades de empleo. La maquinaria gubernamental continua actuando como un “Pacman” tragándose todo lo que encuentre en su paso, sin despojarse de nada mas que la confianza pública, y celosamente buscando mas y mayores oportunidades de interferir, intervenir, irrumpir e interrumpir el curso normal de los negocios y el sano crecimiento y la diversificación del sector privado.

El pueblo desconfía y  expresa cinismo y desden de los políticos y de las instituciones gubernamentales locales y federales, quedándose nuestra sociedad peligrosamente expuesta y potencialmente vulnerable a que surja un caudillo demagogo que pueda conducirnos a donde quiera y hasta a enfrenarnos violentamente unos contra otros.

Mientras que estados como la Florida, Texas, New Jersey, Louisiana y otros han realizado inversiones multi-millonarias en su infraestructura preparándose para reanudar el comercio con Cuba, Puerto Rico ni siquiera ha considerado la posibilidad o necesidad de invertir un  centavo.

A pesar de que intelectuales en la Universidad de Miami y otros centros nacionales educativos y de planificación han mantenido al día planes y modelos de rápida implementación  para la recuperación económica de Cuba, Puerto Rico no ha hecho absolutamente nada por tratar de mitigar el impacto y mantener su economía viable y competitiva.

Todo esto me recuerda un cuento sobre condiciones económicas que comenzaron a deteriorarse tan vertiginosamente que el gobernador ordenó una encuesta urgente. El primero en ser entrevistado fue el presidente del club de los optimistas quién declaró que si la economía de Puerto Rico seguía descendiendo a ese paso en poco tiempo todos  tendríamos que comer tierra. Alarmado el encuestador salió corriendo a entrevistar el presidente del club de los pesimistas quién afirmó, “Estoy de acuerdo con mi colega: Si la economía de Puerto Rico sigue descendiendo a este paso, en poco tiempo tendremos que comer tierra…pero no va a alcanzar para todos”.

Ese es el estado de Puerto Rico ante una nueva era donde nuevamente tendremos que enfrentar un poderoso reto competitivo en un momento de vulnerabilidad sin precedente. A aquellos que se muestren dudosos o cínicos acerca de las posibilidades que estos cambios ocurran en un corto plazo, solo tengo que recordarles la breve duración del período que transcurrió entre la caída de los regimenes comunistas en Europa oriental, y la integración de esos países como competidores serios en la economía democrática y capitalista mundial.

¿Localmente cuales serían los efectos básicos que se pueden anticipar?  La industria del turismo sería la primera en ser afectada comenzando con los barcos cruceros que podrían visitar puertos cubanos de inmediato por el hecho de que operan independientemente de de la infraestructura local. Cabe también anotar los miles de habitaciones hoteleras que ya han desarrollado en Cuba intereses europeos y mejicanos y que estarían disponibles a ciudadanos americanos tan pronto sea legal viajar allá.

 La competencia en la industria mediana y ligera será feroz. Ambos Puerto Rico y Cuba generalmente tienen que importar la materia prima para elaborar y exportar los  productos terminados. Con los aumentos desmedidos en combustible y costos de transportación, la proximidad geográfica de Cuba a los Estados Unidos se convertirá en una ventaja significativa para reducir los costos de producción.

Cuba ofrecerá un mercado laboral educado, diestro, y bilingüe a una escala salarial que será imposible de igualar o mejorar, y una población ávida de obtener una calidad de vida, bienes y servicios que se le han negado por medio siglo y por los que estarán dispuestos a trabajar arduamente como lo han probado los que escapan en la actualidad.

Aún la aparentemente bien atrincherada industria farmacéutica de Puerto Rico podría migrar. La ventaja puertorriqueña de producir con etiqueta de “made in the USA” se ha reducido sustancialmente en una economía mundial que ha aprendido a aceptar como productos de calidad artículos manufacturados hasta en países como China o Corea.

Como resultado indirecto de estudios para desarrollar armamentos químicos y biológicos, Cuba creó una industria farmacéutica considerablemente sofisticada, paradójicamente asistida económica y científicamente canalizando inversiones de empresas 936 que operan en Puerto Rico a través de sus subsidiarias europeas.

En comparación con el único representante ante el Congreso que tiene la Isla carente de la facultad del voto, otro factor determinante es el reconocido poder político Cubano-Americano que en el presente cuenta con 5 legisladores federales (4 en la Cámara, 1 en el Senado)  quienes ya han negociado favorablemente ventajas económicas y comerciales que serán efectivas y estarán disponibles a una Cuba democrática y capitalista.

No necesito proseguir interminablemente. Como audiencia sofisticada, estoy seguro que individualmente ustedes podrán continuar con su propia proyección si desean determinar lo que la renovada competencia significará para sus profesiones y negocios. Por mi parte, y en consideración a las condiciones actuales, confieso que no puedo acertar e identificar una sola empresa o industria en Puerto Rico que pueda derivar beneficios económicos de esta situación incluyendo la sustitución de pérdida de ingresos mediante cualquier nueva actividad que pudiera generar con la reconstrucción de Cuba.

Ahora bien, los puertorriqueños como recursos individuales si podrán proveer a Cuba con sus valiosos conocimientos y experiencia en áreas identificadas con prácticas de mercado libre sobre las que las nuevas generaciones cubanas tienen limitado o ningún conocimiento o experiencia.  Quizás esta opción sirva a modo de “válvula de escape” que releve a la economía local una vez más y le provea oportunidades de reubicarse a muchos más de los 80,000 puertorriqueños que vivían en Cuba antes de la imposición del Castro-comunismo.

Al señalar el tiempo desperdiciado y puntualizado por el vacío de lo que no se ha hecho, albergo la esperanza de haber creado otro recordatorio adicional de la necesidad imperativa de realizar los cambios que demandan el futuro de Puerto Rico. Tenemos que aceptar que nuestro status político-económico tiene que cambiar y evolucionar no por conveniencia o preferencia política o ideológica sino para poder asegurar la supervivencia económica

Tenemos que aprender a comprender y aceptar nuestros retos presentes y futuros y sus implicaciones inherentes. Tenemos que vencer la indolencia endémica y desistir de depender para nuestro futuro en lo que reconocemos son estructuras gubernamentales inoperantes.

Tenemos que comenzar a enfocar la atención pública hacia estos retos y prepararnos a participar activamente ofreciendo soluciones que claramente señalen las medidas que tienen que ser adoptadas y exigiendo cambio, preparación y responsabilidad de nuestros oficiales públicos.

Como miembros del sector privado tenemos que unir nuestros esfuerzos para estimular el crecimiento permanente y la seguridad económica.

El tiempo no está de parte nuestra por lo que también debemos de referir estas preocupaciones urgentes a las ramas legislativas y ejecutivas del gobierno federal. No  sería en el interés nacional arriesgar  el posible desorden y desplazamiento poblacional que afectaría a estados como la Florida que estarían sujetos a la migración masiva de puertorriqueños que provocaría una severa crisis económica en la Isla.

Al concluir es mi deseo sincero que aquellos que quieran caracterizarme como un falso profeta apocalíptico o peor, prueben tener la razón. Sin embargo ese deseo no me releva de la obligación de recordarles que es preciso que determinen si esa caracterización es tan confiable que amerite el riesgo de continuar sin hacer nada.

Finalmente les deseo el mejor y mayor de los éxitos en vencer los retos que inevitablemente tendremos que enfrentar siempre confiando en la ayuda de Dios y en la confianza en nuestras instituciones democráticas y en nosotros mismos.

*********************************

Carlos Fuentes

Infidelidades

Después del apoyo inicial a la revolución cubana, una posición común a la de otros escritores de la época, Carlos Fuentes se convirtió en un fuerte crítico de la represión imperante en la Isla

Carlos Fuentes, México DF | 16/05/2012 10:47 am

Yo llegué a La Habana el 2 de enero de 1959, acompañado de Fernando Benítez, Manuel Becerra Acosta y el editor Juan Grijalbo. Fidel Castro aún no entraba a la capital cubana. Avanzaba lentamente por la ruta de la victoria, desde Santiago, en jeep y acompañado de palomas amaestradas para posarse sobre sus hombros cuando peroraba. Interrumpía sus oraciones con la pregunta retórica, “¿Voy bien, Camilo?”, alusión al segundo del tríptico de jefes de la Revolución de Sierra Maestra, Camilo Cienfuegos. El tercero, desde luego, era Ernesto Che Guevara.

Ese “¿Voy bien, Camilo?” no lo dirigía Castro tan solo a su compañero de armas, sino a la sociedad cubana entera, que con la excepción de la camarilla batistiana, recibía a los jóvenes barbudos con júbilo desbordante. Todos esperaban de estos heroicos muchachos algo más que el derrocamiento de un tirano sangriento y corrupto. Acaso lo esperaban todo. Democracia política, libertad de expresión, libertad de asociación, economía mixta, fortalecimiento paralelo de la empresa y del Estado, diversificación productiva, educación, salud.

Acaso esperaban también —pueblo y gobierno revolucionarios— un gesto de amistad y comprensión del gobierno de EEUU, presidido en ese momento por el general Dwight D. Eisenhower. Una de las primeras salidas de Fidel fue a Washington. “Ike” no lo recibió. Nixon le dio una fría mano en las escalinatas del Capitolio. Acostumbrados a quitar y poner dictadores en Centroamérica y el Caribe, los norteamericanos vieron con suspicacia a este inclasificable rebelde, rarísima avis en medio de los Trujillos, Somozas, Castillo Armas y Batistas de la región. Además —oh desconcierto— el rebelde cubano había sido denunciado como “burgués” por el partido comunista cubano, que solo a última hora, debido a la jamás desmentida inteligencia de Carlos Rafael Rodríguez, le reconoció carácter revolucionario a los incontrolables rebeldes.

Castro lo tenía todo para hacer la patria libre prometida. No era el menor de sus apoyos el que le brindaba la comunidad artística e intelectual del mundo entero. De Jean Paul Sartre a C. Wright Mills, la intelligentsia mundial veía en Cuba la posibilidad de una renovación revolucionaria original, liberada de los dogmas y deformaciones impuestos por la tradición bizantina césaropapista a un marxismo que no nació pero sí murió en la Rusia ortodoxa (el Partido) y zarista (el Estado).

Acaso, en la Polinesia, esto hubiera sido posible. En Cuba, vecindad era fatalidad. Última colonia de España en América, junto con Puerto Rico, colonia de facto de Estados Unidos durante y después de la Enmienda Platt que autorizaba a Washington a intervenir en los asuntos internos de la Isla, Cuba, por primera vez, dejaba de ser colonia. Pero seguía siendo vecina. La época contó. En plena Guerra Fría, aunque con menos brutalidad maniquea que Bush, Washington también decía: “El que no está conmigo está contra mí”. Pero si estar con “ellos” significaba someterse a ellos, Castro no se sometió e inició reformas que solo podían ser vistas, en la Casa Blanca de Eisenhower y su gobierno de magnates y halcones, como “filocomunistas”. Como México de Carranza a Cárdenas, Castro nacionalizó, expropió pero, al contrario de México, no negoció. La escalada de enfrentamientos con Washington condujo a la ruptura de relaciones en 1961. En vez de fortalecer a la burguesía nacionalista, Castro le cerró las puertas internas y le abrió las del exilio: la pérdida de talentos y energías fue inmensa. La prensa fue sofocada. Los partidos políticos, barridos. El poder se consolidó en torno al Movimiento 26 de Julio y se inició la ronda fatal de la escalada entre la Isla y EEUU. A mayor agresión norteamericana, mayor dictadura cubana. A mayor dictadura cubana, mayor agresión norteamericana.

A pesar de estas tensiones, Cuba realizaba grandes avances en educación y salud. Poseía, además, las armas de David contra Goliat: la resortera de la dignidad, la grandeza del pequeño contra el grande. La operación de Bahía de Cochinos, planeada hasta sus límites por el Gobierno de Eisenhower y heredada con fatal inercia por el de Kennedy, resultó un fiasco para las fuerzas cubanas invasoras sin apoyo logístico norteamericano. Playa Girón culminó el prestigio de Cuba como vanguardia de la independencia latinoamericana. En Punta del Este, sucesivamente, Ernesto Guevara y Raúl Roa le dieron contenido moral y diplomático a la dignidad de toda la América Latina. ¿Cómo estar contra la Revolución Cubana?

Pero algo estaba podrido en este reino de Dinamarca. La creciente intolerancia interna en nombre de la seguridad del Estado pronto se convirtió en creciente dependencia externa respecto a la opción que la Guerra Fría siempre le ofreció al Tercer Mundo: el poder soviético. La crisis de los misiles en 1962 estuvo a punto de desencadenar la tercera y última guerra mundial. Solo la firmeza y habilidad de Kennedy para someter, parejamente, a su propioestablishment militar y al aventurado Nikita Kruschev, nos salvó de la catástrofe. Pero, para Castro, la suerte estaba echada. “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”, no pasó de ser un slogan. El apoyo de Castro a la invasión soviética de Checoslovaquia cerró de una vez por todas el pacto: Cuba, de serlo de España y de Estados Unidos, pasó a ser, si no colonia, seguramente Estado cliente, “satélite” de la URSS en las Américas. Si Turquía era la avanzada occidental de EEUU, Cuba sería el límite oriental de la URSS.

La intolerancia, la persecución de disidentes, “Patria o Muerte”, acaso habrían sido tolerables si a la retórica revolucionaria se hubiese añadido un mínimo de eficiencia económica. No fue así. La economía revolucionaria se inició en el desastre y terminó en el desastre. Las enormes fuerzas productivas de Cuba —capital humano vasto e inteligente, buenas cabezas económicas, riquezas inexplotadas, tierras fértiles— fueron sacrificadas a dogmas exóticos y estúpidos. La reforma agraria, encabezada en sus inicios por un hombre inteligente y patriota, Núñez Jiménez, terminó en una contradicción: en nombre de un “igualitarismo” chiflado, se privó a las ciudades del producto del campo y el campesino, sin incentivos, dejó de producir: perdieron el campo y la ciudad. Los grandiosos proyectos de industrialización a la soviética llenaron a Cuba de vieja maquinaria rusa, no solo anticuada, sino inapropiada para el trópico. No tuvo lugar la diversificación industrial. Murió, en aras del dogma, el pequeño comercio, el restorán, la tienda familiar. La riqueza pesquera no fue aprovechada. La riqueza petrolera no estaba allí. El níquel es solo el nombre de una moneda gringa de cinco centavos. Quedaba, como siempre, el azúcar.

A medio siglo del triunfo de la Revolución, Cuba sigue siendo una nación dependiente. Pero como ya no cuenta con el subsidio soviético, debe recurrir al subsidio batistiano: el turismo y la prostitución. Los males se le achacan al embargo norteamericano. Pero Cuba ha contado con un subsidio anual de miles de millones de dólares de la URSS y, ahora, con la confianza de inversionistas europeos que se apresuran a llenar los espacios económicos posibles del poscastrismo, con visible enojo de las corporaciones norteamericanas y a pesar de los dos actos legislativos más estúpidos y arrogantes de EEUU hacia Cuba. La Ley Helms-Burton, que penaliza al inversionista extranjero en tanto Cuba no regrese bienes expropiados a EEUU —ley que la Gran Bretaña bien podría aplicar contra EEUU por la expropiación de bienes ingleses durante y después de la guerra de independencia—. Y el embargo comercial que daña a EEUU más que a Cuba, pues le da a Castro el pretexto perfecto para excusar su propia ineficiencia administrativa. No le han faltado buenos consejos a Castro. Basta señalar las recomendaciones de Carlos Solchaga durante el Gobierno de Felipe González en España: un plan excelente de equilibrio entre principios socialistas y prácticas eficientes, más que capitalismo autoritario al estilo chino.

Se puede sospechar por ello que Fidel Castro necesita a su enemigo norteamericano para excusar sus propios fracasos, para mantener el apoyo popular y patriótico contra el imperialismo yanqui y, acaso, para preparar su propia salida del mundo en medio de una Numancia en llamas en la que mueran con él —Patria o Muerte— millones de cubanos. El hecho es que cada vez que un presidente norteamericano —Carter, Clinton— manda una paloma exploradora de paz a Cuba, Fidel se encarga de abatirla a tiros. Fidel, pues, necesita a su ogro americano. Y en George W. Bush, lo tiene como si Hollywood se lo hubiese enviado para la película sin fin de la oposición Cuba-EEUU. Pues George W. Bush, emisario evangélico del Bien con B mayor, necesita villanos para su gran superproducción “El Eje del Mal” que si se inició en Irak, no tardará en extenderse a Siria, a Líbano, a Libia, a Corea del Norte y, en las Américas, a Cuba.

Castro, por su parte, escoge el momento más álgido de las relaciones internacionales desde el fin de la Guerra Fría para encarcelar a setenta y cinco disidentes y condenarlos a mil quinientos años de prisión. Va más lejos: Ejecuta sumariamente a tres autoexiliados que secuestraron una nave para huir de Cuba.

“Hasta aquí he llegado” dice en una honesta y candente declaración José Saramago, solidario de siempre con la Revolución Cubana. Yo mantengo la línea que me impuse desde que, en 1966, la burocracia literaria cubana, manipulada por Roberto Fernández Retamar para apresurar su ascenso burocrático y hacer olvidar su pasado derechista, nos denunció a Pablo Neruda y a mí por asistir a un Congreso del Pen Club Internacional presidido a la sazón por Arthur Miller. Gracias a Miller, entraron por primera vez a EEUU escritores soviéticos y de la Europa central para dialogar con sus contrapartes occidentales. Neruda y yo declaramos que esto comprobaba que en el terreno literario la Guerra Fría era superable. La larga lista de escritores cubanos compilada por Fernández Retamar nos acusaba de sucumbir ante el enemigo. El problema, nos ensañaba, no era la Guerra Fría sino la lucha de clases y nosotros habíamos sucumbido a las seducciones del enemigo clasista.

No fueron tan débiles razones las que nos indignaron a Neruda y a mí, sino el hecho de que el Zhdanov Retamar hubiese incluido en la lista, sin consultarles siquiera, a amigos nuestros como Alejo Carpentier y José Lezama Lima. A este hecho se fueron añadiendo otros que claramente arrogaban para Cuba el derecho de decirles a los escritores latinoamericanos a dónde ir, a dónde no ir, qué decir y qué escribir. Neruda se carcajeó de “El Sargento” Retamar, yo lo incluí en mi novela Cristóbal Nonato como “El Sargento del Tamal” y mantuve la posición que conservo hasta el día de hoy:

En contra de la política abusiva e imperial de EEUU contra Cuba.

Y en contra de la política abusiva y totalitaria del Gobierno de Cuba contra sus propios ciudadanos.

Soy mexicano y no puedo desear para mi país ni el diktat de Washington acerca de cómo conducir nuestra política exterior, ni el ejemplo cubano de una dictadura sofocante, sin prensa, opinión, disidencia o asociación libres.

Felicito a Saramago por pintar su raya. Esta es la mía: contra Bush y contra Castro.


Este texto apareció publicado en el número 28/29 de la revista Encuentro de la Cultura Cubana. También en el diario mexicanoReforma, 16 de abril, 2003.

Para trabajar por la Estadidad: https://estado51prusa.com Seminarios-pnp.com https://twitter.com/EstadoPRUSA https://www.facebook.com/EstadoPRUSA/

One Response to Reinserción de Cuba?

You must be logged in to post a comment Login

Para trabajar por la Estadidad: https://estado51prusa.com Seminarios-pnp.com https://twitter.com/EstadoPRUSA https://www.facebook.com/EstadoPRUSA/
Para trabajar por la Estadidad: https://estado51prusa.com Seminarios-pnp.com https://twitter.com/EstadoPRUSA https://www.facebook.com/EstadoPRUSA/