LDC: Mitos de la Colonia

Mitos de la Colonia

30 de mayo de 2012 – OpiniónPolítica – 

A 160 días del tercer plebiscito emprendo hoy la tarea de desmontar los embustes, mitos y miedos infundados propagados en Puerto Rico en contra de las fórmulas descolonizadoras.

Foto: Flickr / IvanWalsh.com

A 160 días del tercer plebiscito emprendo hoy la tarea de desmontar los embustes, mitos y miedos infundados propagados en Puerto Rico en contra de las fórmulas descolonizadoras.

(1) El cuco de la soberanía – La Independencia es el suicidio y la soberanía de la Libre Asociación es riesgosa y Puerto Rico no puede prosperar siendo autosuficiente y teniendo control y participación en todos los asuntos de su gobernanza. El Estado no tiene soberanía. Todo FALSO. No hay que tenerle miedo a la libertad y a la facultad de decidir por nosotros mismos nuestro destino. La soberanía es la quintaesencia de las tres fórmulas descolonizadoras. Tanto la Independencia como la Libre Asociación y la Estadidad federada están ancladas en ese principio rector. La disyuntiva no es la soberanía, sino cómo ejercerla y qué hacer con ella una vez la reclamemos. La soberanía es como la vida y la libertad; tan buena o tan mala como se use.

El récord estadístico demuestra que los 50 estados y la Nación federal están por mucho en mejores condiciones que el ELA colonial. En la federación americana, la soberanía tiene triple dimensión. La del individuo con sus derechos constitucionales, la del Estado con sus respectivas competencias y la del Gobierno federal nacional. El récord estadístico demuestra que países independientes comparables en población y tamaño han prosperado y tenido éxito en mantener sistemas democráticos y progreso económico. Ahí están Costa Rica, Panamá, Curazao, Barbados, Trinidad, Singapur, Luxemburgo e Israel para probarlo. Estados asociados como Aruba, Bermuda, Islas Vírgenes británicas, también les ha ido bien.

De hecho, las tres opciones descolonizadoras suponen un alto grado de independencia, ya sea como país separado, país asociado o como estado federado a la Unión. En todos seríamos un gran ente soberano e independiente. Vuelvo y repito. Aquí lo importante no son los instrumentos de la soberanía, sino lo que hagamos con ellos una vez reclamado nuestro derecho a ejercer la libre determinación y a regir y participar en todas las decisiones que afectan nuestro terruño. Apostar a que nos irá mal bajo cualquiera de estos instrumentos constitucionales, es apostar al miedo, a la inseguridad, a nuestro complejo de inferioridad colonial y a nuestra incapacidad de superarnos como colectivo. No seré yo quien meta miedo con ninguno. Pero debe quedar claro que la soberanía fuera de Estados Unidos conlleva la autosuficiencia fiscal.

(2) Que el ELA es lo mejor de dos mundos, el progreso que se ve – Si el presente status colonial es tan bueno, ¿por qué durante sus 60 años de vida ninguno de los tres sectores ha estado conforme con él? Los populares llevan seis décadas tratando de ‘culminarlo’, ‘mejorarlo’ y ‘desarrollarlo’. Y los estadistas, independentistas y libreasociacionistas llevamos ese mismo tiempo, recordándole al País sus maldiciones. De hecho, en ese eterno debate de combatir la retranca del ELA, se nos han ido para Estados Unidos 4.4 millones de puertorriqueños que rehúsan vivir en su patria en las presentes condiciones. Todos los días se nos van más y más. Esos compatriotas han votado ya su rotundo ‘No’ con las maletas. Si el ELA es tan bueno, ¿por qué continuamente lo repudiamos? ¿Por qué en el plebiscito del 93 el 52% votó contra él? ¿Por qué en el plebiscito del 98, el 99% no lo favoreció? Si el ELA tiene las masas, ¿por qué el PPD rehúsa someterlo en plebiscitos al veredicto inapelable de las urnas? Me parece irónico que los partidos que supuestamente son la ‘minoría’, estén dispuestos a defender sus ideales y que el que supuestamente tiene la mayoría, no lo expone a escrutinio electoral. Algo profundamente maligno tiene que haber, cuando nadie lo quiere defender, ni exponer a otra derrota.

El fracaso del ELA, como instrumento político que viabilice y facilite nuestro bienestar general, el derecho natural a progresar, a vivir en paz, a disfrutar de la vida y a una mejora generacional en la calidad de vida, está claramente demostrado. Sesenta años después, ahí están las innegables estadísticas vitales. En 1952, más de la mitad de los puertorriqueños estaban en la pobreza. Hoy, más de la mitad de los puertorriqueños sufren en la pobreza. En 1940, dos terceras partes de la población vivían del bienestar público. Hoy, más de la mitad de la población sigue siendo recipiente del PAN y 2 de cada 3 universitarios dependen de las becas Pell para estudiar. Hace 60 años, el analfabetismo superaba el 50%. Hoy, tenemos cerca de 50% de analfabetismo funcional. La mitad de los estudiantes de escuela pública se dan de baja antes de cuarto año. Los índices de graduación a nivel universitario son apenas 1 de cada 3. El grado de escolaridad no supera el octavo grado. El ELA se ha convertido en la jurisdicción más violenta de los EUA y hemos acumulado la deuda pública per cápita más alta de la Nación.

(3) La gran farsa del ELA y del ELA Soberano – El estadolibrismo es una estirpe apócrifa y bastarda. El ELA nació de un abominable fraude y engaño. Los populares le lavaron el cerebro al País de que con la Constitución y la Ley 600 que aprobó el Congreso, Puerto Rico se había descolonizado. FALSO. Continuamos siendo tan territorio como bajo la Ley Jones y la Ley Foraker. La Ley de Relaciones Federales es exactamente una versión saneada de los aspectos que cubre la Constitución de 1952, todavía en vigor un siglo después. El cuento del ‘pescaíto’ no ha deja’o de maldecirnos. Ayer como hoy, ni somos estado, ni somos libres, ni estamos asociados. Si lo fuéramos, no estaríamos debatiendo el status. Ese engaño se perpetúa en la definición del ELA Soberano de la segunda ronda del plebiscito. No existe tal cosa como un ‘ELA Soberano’. El ELA es lo que es. Un apéndice territorial, una colonia, posesión y bajo la autoridad del Congreso de Estados Unidos. Una libre asociación es otra cosa: un país soberano e independiente bajo las reglas del Derecho Internacional, asociado a otro mediante un tratado. Lo que sí es una engañifa más es pretender decir que se puede ser independiente y soberano con los $27 mil millones de fondos federales de las contribuciones de los ciudadanos de una nación ‘distinta’ a la que consideramos extranjera. La soberanía fuera del sistema americano conlleva la autosuficiencia y la liquidación de la dependencia. Todo lo demás, es cuento chino…

Texas:

> Sources: https://www.tsl.state.tx.us/ref/abouttx/annexation/index.html
> >
> > Texans voted in favor of annexation to the United States in the first election following independence in 1836. However, throughout the Republic period (1836-1845) no treaty of annexation negotiated between the Republic and the United States was ratified by both nations.
> >
> > When all attempts to arrive at a formal annexation treaty failed, the United States Congress passed–after much debate and only a simple majority–a Joint Resolution for Annexing Texas to the United States. Under these terms, Texas would keep both its public lands and its public debt, it would have the power to divide into four additional states “of convenient size” in the future if it so desired, and it would deliver all military, postal, and customs facilities and authority to the United States government. (Neither this joint resolution or the ordinance passed by the Republic of Texas’ Annexation Convention gave Texas the right to secede.)
> >
> > In July 1845, a popularly-elected Constitutional Convention met in Austin to consider both this annexation proposal as well as a proposed peace treaty with Mexico which would end the state of war between the two nations, but only if Texas remained an independent country.
> >
> > The Convention voted to accept the United States’ proposal, and the Annexation Ordinance was submitted to a popular vote in October 1845. The proposed Annexation Ordinance and State Constitution were approved by the Texas voters and submitted to the United States Congress.
> >
> > The United States House and Senate, in turn, accepted the Texas state constitution in a Joint Resolution to Admit Texas as a State which was signed by the president on December 29, 1845. Although the formal transfer of government did not occur until February 19, 1846, Texas statehood dates from the 29th of December.
> >
> > Opposition to Texas’ admission to the United States was particularly strong in the North during this period. If a challenge to the constitutionality of the move could have been made successfully at that time, there is little doubt that the leaders of the opposition would have instituted such a suit in the Supreme Court.
> >
> > Narrative by Jean Carefoot
> > Texas State Library and Archives Commission April 1997
> >
> > This page last modified on August 24, 2011.

Abajo, La Guerra de 1845: Causas y Efectos

Sources:http://www.digitalhistory.uh.edu/database/article_display.cfm?HHID=316

Fifteen years before the United States was plunged into Civil War, it fought a war against Mexico that added half a million square miles of territory to the United States. Not only was it the first American war fought almost entirely outside the United States, it was also the first American war to be reported, while it happened, by daily newspapers.

It was a controversial war that bitterly divided American public opinion. And it was the war that gave young officers named Ulysses S. Grant, Robert E. Lee, Thomas (“Stonewall”) Jackson, William Tecumseh Sherman, and George McClellan their first experience in a major conflict.

The underlying cause of the Mexican War was the movement of American pioneers into lands claimed by Mexico. The immediate reason for the conflict was the annexation of Texas in 1845. After the defeat at San Jacinto in 1836, Mexico made two abortive attempts in 1842 to reconquer Texas. Even after these defeats, Mexico refused to recognize Texan independence and warned the United States that the annexation of Texas would be tantamount to a declaration of war.

In early 1845, when Congress voted to annex Texas, Mexico expelled the American ambassador and cut diplomatic relations. But it did not declare war.

President Polk told his commanders to prepare for the possibility of war. He ordered American naval vessels to position themselves outside Mexican ports. And he dispatched American forces in the Southwest to Corpus Christi, Texas.

Peaceful settlement of the two countries’ differences still seemed possible. In the fall of 1845, the President offered $5 million if Mexico agreed to recognize the Rio Grande River as the southwestern boundary of Texas. Earlier, the Spanish government had defined the Texas boundary as the Nueces River, 130 miles north and east of the Rio Grande. No Americans lived between the Nueces and the Rio Grande, although many Hispanics lived in the region.

The United States also offered up to $5 million for the province of New Mexico–which included Nevada and Utah and parts of four other states–and up to $25 million for California. Polk was anxious to acquire California because in mid-October 1845, he had been led to believe that Mexico had agreed to cede California to Britain as payment for debts. Polk also dispatched a young Marine Corps lieutenant, Archibald H. Gillespie, to California, apparently to foment revolt against Mexican authority.

The Mexican government, already incensed over the annexation of Texas, refused to accept an American envoy. The failure of the negotiations led Polk to order Brigadier General Zachary Taylor to march 3,000 troops southwest from Corpus Christi, Texas, to “defend the Rio Grande” River. Late in March of 1846, Taylor and his men set up camp along the Rio Grande, directly across from the Mexican city of Matamoros, on a stretch of land claimed by both Mexico and the United States.

On April 25, 1846, a Mexican cavalry force crossed the Rio Grande and clashed with a small American squadron, forcing the Americans to surrender after the loss of several lives. On May 11, after he received word of the border clash, Polk asked Congress to acknowledge that a state of war already existed “by the act of Mexico herself…notwithstanding all our efforts to avoid it.” “Mexico,” the President announced, “has passed the boundary of the United States, has invaded our territory and shed American blood upon the American soil.” Congress responded with a declaration of war.

The Mexican War was extremely controversial. Its supporters blamed Mexico for the hostilities because it had severed relations with the United States, threatened war, refused to receive an American emissary or to pay the damage claims of American citizens. In addition, Mexico had “invaded our territory and shed American blood on American soil.” Opponents denounced the war as an immoral land grab by an expansionistic power against a weak neighbor that had been independent barely two decades.

The war’s critics claimed that Polk deliberately provoked Mexico into war by ordering American troops into disputed territory. A Delaware Senator declared that ordering Taylor to the Rio Grande was “as much an act of aggression on our part as is a man’s pointing a pistol at another’s breast.” Critics also argued that the war was an expansionist power play dictated by an aggressive Southern slave owners intent on acquiring more slave states.

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