Por: Ing. J. Raymond Watson
Por si usted, estimado lector, se ha preguntado por qué los partidos políticos procuran, por todos los medios, reinscribirse luego de quedar fuera por falta de votos suficientes en cada elección, esta columna le podrá interesar. Veremos que lo mismo aplica para los que tratan de inscribir un partido nuevo. Resulta que nuestra Ley Electoral vigente provee para suplirle fondos públicos, de nuestro tesoro estatal –al que todo el Pueblo aporta mediante su pago de contribuciones y arbitrios– a todos los partidos políticos inscritos legalmente. La motivación utópica es que así, los partidos no tienen que depender del todo en contribuciones de campaña de fuentes privadas, evitando que los donantes puedan exigir favores a cambio de su apoyo monetario como consecuencia. La Ley, afortunadamente, no prohíbe que los partidos reciban aportaciones privadas, sino que las limita y reglamenta, al menos evitando así caer en socialismo total.
Es ese fondo electoral destinado a los partidos políticos inscritos el que motiva a los líderes de los partidos no inscritos a inscribirse. En el caso de partidos que procuran reinscribirse, ello es debido a que no obtuvieron suficientes votos en la elección pasada y, a pesar de ser unos perdedores, se fajan a volver a quedar inscritos. En el caso de partidos nuevos, tienen que inscribirse como tales. Para ello, procuran lograr que suficientes ciudadanos aporten su firma en un documento jurado ante un notario, solicitando la inscripción de tal o cual partido político. Este proceso se presta para que se ofrezca algo a ciudadanos por su firma, calladito, por debajo de la mesa. Si esto ocurre o no, el liderato de esos partidos jamás lo admitirá, claro está. Pero no hay que ser un genio para notar que, si en las elecciones no obtuvieron suficientes votos para que su partido quedara inscrito difícilmente conseguirían suficientes firmas. Peor aun es la ‘inscripción’ de ciudadanos difuntos o de aquellos vivos que no residan legalmente aquí y el hecho que tales falsedades se notarizan también.
Sea como fuese, empleando o no tales mañas, el premio por inscribir un partido es potencialmente muy lucrativo para su liderato. De ahí tanto afán y esfuerzo para inscribir a su partido. Con el dinero cuantioso que recibe un partido ya inscrito, sea nuevo o existente reinscrito, bajo el renglón de ‘gastos de campaña caben el pago de jugosos sueldos que podrían recibir sus directivos por su ‘trabajo”, así como para conceder contratos de ‘asesoría’ a quiénes se quiera favorecer monetariamente, como por ejemplo a parientes y allegados. O sea, que poder inscribir un partido político es casi como hallar la legendaria botija de oro al pie del arcoiris.
No hay que entrar en más detalles. Tal proceder no es, aparentemente, ilegal, por cuánto la Ley Electoral lo fomenta y lo bendice. Pero, cuando hablan los legisladores de enmendar la Ley Electoral, las disposiciones que legalizan tal regalía de fondos públicos no se mencionan. Darle una buena limpieza a la Ley Electoral para que no legalice tal derroche de fondos públicos para fines mezquinos, que en el presente es aparente que puede ocurrir (u ocurre en mayor o menor grado), contribuiría además a ir dejando atrás al socialismo de facto que aun está demasiado presente en nuestro gobierno. El socialismo es el sistema de gobierno que le quita a los que producen para darle a los que son una carga para la sociedad y que nunca ha tenido éxito práctico en el mundo civilizado. Mientras más nos alejemos aquí de caer en socialismo, mejor viviremos todos… particularmente cuando muchos más dejen de ser una carga social para sumarse a los que producen.
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