Las cinco horas que el presidente pasará aquí demuestran su interés en Puerto Rico
Cuando hace unas semanas se anunció que el presidente Barack Obama venía a Puerto Rico, muchos vieron el cielo abierto. Por fin, pensaron por igual estadolibristas y estadistas, el “socio” del norte se acordaba de su vieja súbdita en el Caribe y venía a hacer buena su promesa de campaña de ayudarnos solucionar nuestros problemas.
Visita Obama
Muchos lo imaginaron dando un discurso en el Cuartel de Ballajá al estilo del que dio en El Cairo en junio de 2009 sobre las relaciones entre Estados Unidos y el mundo musulmán, visitando algunas obras hechas con fondos federales en compañía de la elegantísima Michelle o comiendo frituras en los quioscos de Piñones.
Muchos lo imaginaron pronunciado las palabras mágicas que deshicieran el hechizo que por más de 100 años nos ha impedido avanzar un paso en ese problema nuestro de todas las horas y todos los días, el status, esa pesada piedra que nos impide enderezarnos, mirar hacia el futuro como un solo pueblo y terminar de una vez y por todas con esta eterna pelea de perros en la que hemos vivido por tantos años.
Se embellecieron las calles por las cuales se cree que pasará Obama. Se pensó hasta en darles el día libre a los empleados públicos. Alguien dijo que el público tendría oportunidad de verlo. Algunos hasta refrescaron su rústico inglés con la esperanza de intercambiar algunas palabritas con el carismático presidente.
Ahora que se sabe más o menos cuál será el itinerario de Obama en Puerto Rico y que la prensa estadounidense ha puesto en su justa perspectiva el significado de esta visita, recordándonos que sus acciones aquí no estarán dirigidas a nosotros sino a los boricuas que viven y votan en Estados Unidos, comprendemos, o confirmamos, cuán vano fue todo lo que se elucubró sobre este evento.
El presidente Obama llegará a Puerto Rico a eso de las 11:30 de la mañana, dará unas breves declaraciones en el aeropuerto y hará una corta visita de cortesía en La Fortaleza al gobernador Luis Fortuño. Después dedicará la mayor parte de su visita a lo que realmente viene: a dos actividades de recaudación de fondos, una de las cuales vale la escandalosa e insólita cifra de $35,000 por persona.
En total, estará en Puerto Rico unas cinco horas. Los que todavía dudan de la importancia de Puerto Rico y sus asuntos para Washington piénsenlo de la siguiente manera: después de 50 años sin que un presidente estadounidense viniera a Puerto Rico, Barack Obama considera salda la cuenta con cinco horas entre nosotros, al menos tres de las cuales estará recaudando fondos para su campaña.
El martes en la tarde, el mítico Air Force One surcará los bellos cielos puertorriqueños de regreso a Washington. Cuando la Isla sea el minúsculo lunar verde que se ve desde los aviones, Obama estará otra vez pensando en la guerra en Afganistán, en la deuda del gobierno federal o en el súbito descenso que tuvo la bolsa de valores el pasado jueves.
Acá, los que sean $35,000 menos ricos les estarán contando a quienes quieran oírlos que se ve más alto o más delgado en persona que en televisión. Otros estarán lamentándose que no pudieron verlo. Nuestros tristes políticos estarán de nuevo mordiéndose los rabos, interpretando cada uno a su manera lo que haya dicho Obama en el aeropuerto o en su breve reunión con el gobernador Fortuño, halando, como siempre, la brasa a su sardina.
Muy pocos, podemos vaticinar, habrán entendido el significado más profundo de este evento.
Para nadie son tan importantes nuestros problemas como para nosotros mismos y no podemos seguir esperando que venga nadie de afuera a resolverlos.
El laberinto del status, que es la principal responsabilidad que tiene Estados Unidos para con Puerto Rico, solo se resolverá cuando acá comprendamos que cada cual halando para su lado nos quedamos en el mismo sitio y que solo unos consensos mínimos, pero fundamentales, propiciarán el avance que no hemos sido capaces de hacer en más de un siglo.
Hasta que esas inviolables verdades no se comprendan, ni Barack Obama, ni el médico chino, podrá ayudarnos.
Mas los que le adjudicaron tanta esperanza a la visita de Obama no tienen que apenarse del todo, pues no todo será pérdida. No se puede, por ejemplo, arrancar la pintura que les pusieron a ciertos edificios ni quitar el asfalto con el que taparon los hoyos de la Baldorioty. Cuando miremos bien todo esto, comprenderemos que ese será el único saldo de la primera visita oficial de un presidente estadounidense a Puerto Rico en 50 años.
La visita del presidente Barack Obama a Puerto Rico provoca opiniones diversas en los boricuas, que van desde quienes le asignan importancia histórica hasta los que la minimizan como una mera recaudación política de fondos.
“Yo creo que la visita es muy importante, porque el presidente de los Estados Unidos habla con nuestro gobernador sobre los asuntos importantes, y posiblemente se llegue a unos acuerdos para el beneficio del País”, comentó el toabajeño Manuel Vaello, de 62 años, a El Nuevo Día, durante un sondeo de opinión realizado en Plaza Las Américas.
Otro puertorriqueño que piensa que la visita tiene un gran beneficio para el pueblo es Ángel Rodríguez, de 81 años y residente de Bayamón. “Yo pienso que si el presidente de los Estados Unidos nos visita, siento que tenemos que agradecerle mucho, y eso ayuda a la vida política de Puerto Rico, que un presidente nos visite, porque tengo entendido que es la primera vez en muchos años que un presidente en función hace ese tipo de visita”, expresó Rodríguez.
En cambio, para otros la visita de Obama no significa nada y solo es una propaganda política.
Para la puertorriqueña Dorothy Colón de Hato Rey la visita no representa nada; para ella es una estrategia política. “Para mí personalmente, realmente, no significa nada. Pero pienso que para Puerto Rico tiene algún beneficio, porque creo que él, al visitar la Isla, pues puede ser que vea algunas situaciones que necesitemos mejorar. Pero creo que es más política que una visita de estado, que una visita especial”, explicó Colón.
Sin embargo, por otra parte, también comentó que había pensado ir a recibir al presidente. “En un momento dado pensé que iba a ir a recibirlo, porque me acuerdo, yo era una nena de cinco años cuando llegó la última vez un presidente y mi padre es proamericano, y se paró y saludó. Para él aquello fue una cosa tremenda… Creo que son muy pocas horas esta vez, no es lo que estábamos esperando”, agregó Colón.
De igual forma para Damariz Román la llegada de Obama es una maniobra política. Sin embargo, contrario a Colón para ella significa un gasto de dinero. “Una pérdida de dinero para el pueblo de Puerto Rico totalmente. Es un asunto que es una mera campaña política. Él viene a recoger dinero, no hay ningún beneficio que podamos obtener de esa visita, sino todo lo contrario”, explica Román con seguridad en su voz.
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