Colonialismo y la dependencia económica I y II

El Hernández Colonialismo y la dependencia económica II

1 de agosto de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

Parte 18 de “La Nueva Escuelita Estadista”

EL VOCERO / Archivo

Describir el discurso estadista como realismo mágico y la opción de estadidad como surreal, según lo hizo Rafael Hernández Colón en su reciente columna, demuestra un entendimiento equivocado del realismo mágico y una visión de la realidad económica distorsionada por el colonialismo.  En un plano, Cien Años de Soledad, la novela que cita RHC, y el realismo mágico en general, representan una crítica y condena al colonialismo y el neocolonialismo y al sentido de impotencia de los colonizados.  Es por tanto, imposible imaginarnos que pueda tan siquiera intentar usarse, como pretende RHC, para justificar la presente condición colonial de Puerto Rico.  Lo surreal (aparte de indigno y económicamente limitante) es “el ELA” que vivimos; que a la altura de 2012, Puerto Rico siga siendo una colonia; que haya personas inteligentes (que tenemos que suponer quieren lo mejor para su patria), como RHC, que defiendan que debemos seguir siéndolo.

Esa confusión de lo real con lo surreal que causa el colonialismo podemos entenderla mejor revisando la mezcla de mensajes y meta-mensajes de RHC en su columna. El primer meta-mensaje es que la columna fuera escrita y publicada en inglés.  Hace tiempo que está establecido en la comunicación pública que “the medium is the message”.  Marshall McLuhan en su libro de 1964, “Understanding Media” describió cómo el “contenido” de un mensaje es como un pedazo de carne con el que el emisor “seduce” al perro hambriento del intelecto consciente.  Mientras éste está distraído “hartándose”, el contenido explícito del mensaje (que, como el pedazo de carne, será algo pasajero), el subconsciente lenta y sutilmente está absorbiendo (e internalizando de manera permanente) el meta mensaje que es la estructura del medio.  En este caso el medio es el inglés, el meta-mensaje es la necesidad y la bondad del inglés en el mundo de las finanzas y los negocios, y, por supuesto, su importancia para Puerto Rico.

Nadie debe pasar por desapercibido que, a la altura de 1990, Rafael Hernández Colón era el máximo promotor del “Spanish Only” para Puerto Rico y que aprobó legislación al efecto que le valió el Premio Príncipe de Asturias de ese año (y una derrota electoral en el Referéndum de la Reclamación de Derechos Democráticos en 1991).  RHC, que siempre ha hablado y escrito excelente inglés, siempre ha rechazado que su uso se extienda en Puerto Rico.  Sin embargo, sus columnas de Caribbean Business nos envían un meta-mensaje contradictorio: “English is good”.

Y ahora le pregunto yo, ¿por qué es algo bueno que RHC escriba excelente inglés pero es una afrenta a Puerto Rico establecer escuelas bilingües para los niños de familias pobres?  ¿Por qué no es una afrenta a la puertorriqueñidad si RHC se expresa correctamente en ingles pero es un crimen si el gobierno fomenta la enseñanza y el uso del inglés?  ¿Por qué se pretende negar que la fluidez en el inglés es necesaria para el mayor bienestar económico y el poder político en Puerto Rico?

Un segundo meta-mensaje lo constituye que la columna esté orientada, en su forma y en su contenido, a los inversionistas y capitalistas.  Contrario al RHC de los años 70 que, al calor de la Teoría de la Dependencia, abogaba por el proteccionismo local y la sustitución de importaciones, ahora hace un reconocimiento de que la aportación del sector privado nacional es imprescindible para nuestro beneficio.  Lejos está el Rafael que junto a Federico Hernández Denton y otros tomaban medidas al estilo república latinoamericana como la compra de las Navieras, de La Telefónica, del Almacén de Línea Completa o el establecimiento de las fincas de arroz, entre otras, para protegerse de “el imperialismo económico americano”. De hecho, si medimos el contenido y el tono de las propuestas de RHC (que es demócrata) veremos que se parecen más al tipo de planteamiento de los republicanos que a los de los demócratas.

La adecuada rectificación en la teoría económica de RHC, sin embargo, no lo ha llevado a reconocer las grandes ventajas que representaría para Puerto Rico la plena integración que es la estadidad.  No logra entender que en el mundo de las inversiones y de los negocios la seguridad y la estabilidad institucional que proveería la estadidad es nuestra mejor opción económica.  En ambos casos, el meta-mensaje de la conveniencia de la integración, la estadidad, choca con sus mensajes explícitos y por eso llama realismo mágico a lo que él mismo al fin y al cabo favorece: otra de las distorsiones de la realidad que provoca el colonialismo y la dependencia económica.

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El Hernández Colonialismo y la dependencia económica I

23 de julio de 2012 – OpiniónPolítica – 

Parte 17 de “La Nueva Escuelita Estadista”

Foto El VOCERO / Dennis A. Jones

En mi primera columna sobre el Hernández Colonialismo, la semana pasada, comencé el análisis de como el colonialismo va más allá de ser una relación política de dominio político ilegítimo e indigno. La violencia colonial se internaliza individualmen-te en sectores importantes de la población como una aflicción del espíritu, la mentalidad colonial. Hoy seguiré abundando en el tema como muchos me han pedido y añadiré como el colonialismo permea las estructuras económicas creando la dependencia económica.

El colonizado, ya les planteaba en la columna anterior, exhibe una serie de síntomas sicológicos: “un sentimiento de minusvalía, una angustia por el determinismo, una percepción de impotencia y múltiples formas de distorsión de la realidad”. Estos síntomas se pueden constatar claramente en los argumentos de la columna de Rafael Hernández Colón que les había mencionado titulada ‘Heads Up Call’ (‘Voz de Alerta’).

Veamos brevemente como esa columna refleja los síntomas mencionados. La columna nos dice claramente que no podemos aspirar a ser estado de la Unión americana por muchas razones. La primera, que va implícita en todo el argumento, es que no podemos serlo porque somos inferiores: inferiores a los anglo-americanos, los afroamericanos, los ítaloamericanos, y todos los otros grupos étnicos, nacionalidades si lo quiere, que se integran a la sociedad americana multiétnica sin complejos. El segundo es que si Puerto Rico fuera estado, dejaríamos de ser lo que somos para convertirnos por arte de magia en abyectos apátridas aún “más inferiores” que ahora; pero no nos explican como es que Sonia Sotomayor puede estar en el Tribunal Supremo, Nydia Velázquez y Luis Gutiérrez en el Congreso, Jennifer López en Nueva York o Hollywood y Ricky Martin en Miami, es decir, viviendo la estadidad, ¡y no dejan de ser puertorriqueños, ni se consideran inferiores!

Ese complejo de inferioridad intrínseco a la mentalidad colonizada se justifica por su sentido de DETERMINISMO histórico. Alegan que: 1) el Congreso nunca nos hará estado porque somos extranjeros; más bien quieren decir porque somos inferiores, pues considere que si siendo extranjeros fuéramos iguales, o superiores, o sencillamente más ricos, entonces sí, entonces nos podrían admitir como estado; 2) alega RHC que Puerto Rico nunca podrá ser estado porque no podemos lograr un desarrollo económico que se acerque al del estado más pobre. Esa inferioridad económica es una determinación que no podemos superar pues fue la propia naturaleza que nos hizo una isla pequeña, falta de recursos naturales, con habitantes incapaces de forjar un desarrollo económico igual al de los estados. En suma, estamos condenados a ser económicamente inferiores.

Ante esa realidad, los colonizados se sienten IMPOTENTES. Para ellos, la historia es una encerrona; sabemos que nuestra condición política y económica es mala pero solo podemos seguir sufriéndonos la carga que la historia nos impuso perpetuando “el ELA” como está. Nuestra impotencia es tal que si tratamos de mejorar asumiendo nuestras responsabilidades como país independiente estaríamos peor, y si tratamos de progresar siendo igual a los estados estaremos “más peor” aún.

Para aliviar la angustia de la impotencia, los colonizados compensan sicológicamente mediante la DISTORSIÓN de la realidad. Nos dicen, falsamente: a) que la estadidad no traería progreso económico sino que lo impediría, nos haría más pobres y necesitados; b) que la estadidad no está en la papeleta; c) que si pedimos la estadidad lo que nos darán será el territorio no incorporado; d) que lo que dicen los informes del Task Force del Presidente y los comités del Congreso cuando afirman que la estadidad es una opción para Puerto Rico es falso, pero; e) que “el ELA mejorado” que el Congreso y el Presidente han dicho clara y repetidamente que no es posible, sí es posible porque así lo afirmó Acevedo Vilá; f) que si votamos por el ‘Sí’ estaremos diciendo que ‘No’, y; g) que AGP no es demasiado riesgo para Puerto Rico. Mentiras todas, distorsiones de la realidad basadas en una serie de complejos, angustias existenciales y profundas confusiones.

Esos complejos, angustias y distorsiones en la economía han servido de base para perpetuar lo que en la disciplina de Economía Política se conoce como una “economía de la dependencia”. La dependencia no se refiere, como erróneamente piensan algunos, a los pagos de transferencias (beneficos de ‘welfare’) que puedan recibir los puertorriqueños, ni es algo beneficioso para nosotros. Por el contrario, la dependencia es un diseño político económico desigual y perjudicial para las regiones menos desarrolladas y dependientes, basado en una asimetría en el poder político entre los centros dominantes y las periferias dominadas. La dependencia, dice la teoría, genera el desarrollo en los centros y el subdesarrollo y el empobrecimiento relativo en las periferias, algo que parece describir lo que ha ocurrido en sectores importantes de la economía de Puerto Rico al compararlo con los estados bajo la presente condición política en las pasadas tres décadas.

Esa asimetría de poder, y por lo tanto la dependencia, no es posible remediarla desde una condición colonial, es decir, continuando con “el ELA que tenemos” que, por el contrario, es la causa de la dependencia. La independencia política, como demuestran tantas repúblicas latinoamericanas, tampoco protegería a Puerto Rico del problema de la dependencia económica. Puerto Rico pudiera ser una república si los puertorriqueños pedimos la independencia, pero eso no nos hará más poderosos ante el Congreso ni ante los intereses económicos de las grandes corporaciones americanas. Muy bien podríamos establecer aquí una neocolonia, sobre todo bajo el palio de la llamada república asociada.
Desde esta perspectiva, es claro que solo el poder político que nos daría la estadidad, en igualdad a todos los otros estados, nos proveería los instrumentos necesarios para poder superar la dependencia económica que, como ha establecido claramente la Teoría de la Dependencia, es un problema de asimetría de poder político. La mentalidad del colonizado, sin embargo, no puede comprender o aceptar la proposición de que solo la igualdad en el poder político nos libera de la inferioridad.

Que los seres inferiores están condenados a Cien Años de Soledad es el punto que establece Gabriel García Márquez, en la novela que cita RHC en su columna. Con ella, trató de comunicarle a los pueblos latinoamericanos que no habían logrado sobreponerse al incubo del colonialismo y el neocolonialismo que solo el poder y la igualdad los liberaría. Para los colonizados de Puerto Rico es difícil comprender que, en nuestro caso, ese poder, esa igualdad y esa liberación nos vendrá por vía de la estadidad.
En mi próxima columna abundaré sobre esto para revisar otros planteamientos económicos y fiscales que hace RHC.

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