Zoe Laboy
Exsecretaria de Corrección
Colonia es un territorio bajo el control político inmediato de un estado. A Puerto Rico se le describe como la colonia más antigua del mundo.
Son muchos los argumentos para explicar por qué Puerto Rico no debe continuar siendo una colonia de Estados Unidos. Uno de los que más me motiva a unirme a esta lucha, es nuestra realidad de que este estatus territorial en el que hoy vivimos nos priva de los derechos más básicos que todo ciudadano debe tener en una democracia: el derecho a votar por la persona y a tener representación en los organismos que pueden determinar su destino.
Hoy me hago eco de todos esos argumentos y, como diría el amigo Ricky Rosselló, Boricua Ahora Es el momento de que Puerto Rico deje de ser una pertenencia y seamos iguales.
Para mí es cuestión de dignidad. La dignidad de la persona es la base de la igualdad. Es el respeto y la estima que alguien tiene de sí mismo y merece que se lo tengan las demás personas; es el poder que tenemos de moldear y mejorar nuestras vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de nuestra libertad.
Comparo la lucha contra la colonia con una lucha que sé que muchos caballeros entenderán y estarán de acuerdo, y confío en que muchas mujeres, si no todas, también se identificarán.
La mujer ha tenido que pasar por un largo y angustioso camino para poder lograr en la sociedad el lugar que nos corresponde. Aunque la lucha no ha terminado, los logros alcanzados han sido posibles por la determinación de mujeres y hombres de no conformarse con la realidad de un momento dado y, contra toda adversidad, trabajar juntos para alcanzar la meta.
Por muchos años la mujer se veía como una mercancía más, una propiedad útil para la procreación y relegada a realizar tareas domésticas, argumentando que nuestro lugar era la casa, el cuido de los niños y los enfermos. Se fomentaba la sumisión de la mujer y la supremacía del hombre.
SanJuanForts
En Puerto Rico, hasta tan reciente como el 1976, para fines legales la mujer era igual a una persona menor de edad o incapacitada mentalmente. De hecho, las mujeres casadas no tenían patria potestad sobre sus hijos; tenían que seguir a sus esposos y hasta tenían que, al casarse, sustituir su apellido por el de su esposo. Todo esto contrario al principio de que la dignidad fundamenta el que las personas no podemos ser objeto de dominio.
Los derechos que hoy como mujeres nos cobijan, presentan una importante lección: la igualdad a la que tenemos derecho no sencillamente llega un día; hay que luchar por ella.
Esta lección aplica por igual a todos los puertorriqueños que creemos que la igualdad es nuestro derecho; derecho que es incompatible con nuestra realidad de colonia.
La colonia más antigua del mundo, Puerto Rico, tiene que llegar a su fin y solo lo lograremos si unimos voluntades para comenzar el proceso de descolonización que todos merecemos.
Si indigno es pretender que la mujer sea una mera pertenencia del hombre, igual de indigno es seguir aceptando que Puerto Rico sea una mera pertenencia de Estados Unidos, sin escoger como pueblo nuestro estatus fuera de la colonia.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros, luchar por terminar con el trato desigual y discriminatorio. Nos toca luchar por nuestra dignidad. Por lo que el 6 de noviembre, pon una cruz bajo el NO en esa primera pregunta del plebiscito. Dile NO a la colonia.
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