“Ese puertorriqueño que no abandona la ciudadanía americana vive tanto en el Partido Popular como en el estadista”

Carlos E. Chardón
Ex Secretario de Educación

Después de 1890, terminada la ocupación del Sur por los Federales, los blancos del Sur se desquitaron de los que habían sido esclavos impidiendo su progreso al negar una educación y la posibilidad de desarrollar una economía familiar que los acabara de independizar. Los capataces del Sur y los ex-dueños de esclavos le dieron forma legal al abuso y lo mantuvieron por más de cincuenta años. Las leyes del desquite se llamaron Jim Crow.

Cuando los intelectualoides llegaron al poder bajo el Partido Popular, entonces victorioso y absoluto, hallaron lo que ya había señalado, el puertorriqueño no dejarían la ciudadanía americana. Quisieron traerla por la cocina. Para lograrlo se desquitaron de ellos como hicieron los blancos del Sur con los negros: degeneraron el sistema educativo so color de democratizarlo y eliminaron el inglés como medio de enseñanza en la escuela superior. Le negaron los medios para integrarse a la economía y bienestar nacional. Para esa época todos los graduados de escuela superior pública, ricos y pobres, hablaban inglés.

Ese puertorriqueño que no abandona la ciudadanía americana vive tanto en el Partido Popular como en el estadista. Es su inmensa mayoría y cada vez se cuestiona más el por qué, si la economía del E.L.A. eventualmente los ha de forzar a emigrar, no se le enseña inglés. Si nos quedamos con el E.L.A., deben pensar de cara al plebiscito en noviembre, vamos a necesitar más inglés pues aquí no hay nada que buscar, no importa el partido en el poder.

Por eso, lo único que justifica la objeción al inglés es la actitud del desquite, el desquite de los sureños blancos con los negros que se atrevieron a pensar y sentir diferente a ellos, y el desquite de los intelectualoides que no perdonan que este pueblo sea netamente americano.

Comparto con estos amigos unas hojas del libro de Isidora Tattlin, The Cuba Diaries, un ama de casa que al acompañar a su marido a vivir a Cuba en los 90, escribe un diario del acontecer cubano en su derredor. La perspectiva es de una persona acostumbrada a vivir en el extranjero y también a una gran comodidad, por lo que la pobreza en la que se sume Cuba al perder los subsidios rusos es estremecedora. Algo así como pasaría en Puerto Rico de soberanearnos.

El esposo de la Sra. Tattlin fue a Cuba a invitación de Fidel. Desconozco el filtro por el que pasara este diario además del editor. Con estas advertencias tomo un incidente un tanto gracioso, puesto aunque muchos malviven en Cuba, no se ha perdido el sentido de humor, ni aun Fidel.

Hablán de la globalización con Fidel que desaprobaba de ésta. La riposta es que va a crear empleos. Fidel pregunta ¿cómo? El consultor dice que para esa época, los 90s, ya los bancos de América del Norte mantenían los records en Bangladesh porque hablaban inglés.

Lo delicioso es el seguimiento de Fidel al comentario de que se podía hacer puesto que en Bangladesh hablaban inglés. El monstruo se echa a reír y exclama ¡Pues todos deberíamos aprender inglés! Y supuestamente añade, ¡Todos estos años aprendiendo ruso mientras los rusos aprendían inglés!
El problema no es el aprendizaje del inglés. El problema es la relación inconclusa con los Estados Unidos. De ser independientes tendríamos programas como en Panamá y en Colombia donde las personas se desviven por aprender el inglés. Pero también los intelectualoides deben poner a un lado la mentalidad del desquite. Insistir en sacrificar al puertorriqueño por no haber tomado el camino de la independencia es auto-destructivo. Los necesitamos.