“No hay más que un paso del fanatismo a la barbarie” – – Diderot

Dr. Héctor A. Ríos Maury – Catedrático UPR-Río Piedras

Si un senador o representante federal en pleno hemiciclo durante una ceremonia formal incurriera en conducta irrespetuosa o racista contra Puerto Rico, como abandonar o desatender agresivamente la actividad en el momento en que se está rindiendo tributo al himno puertorriqueño, merecería ser fuertemente criticado. Estaría cometiendo un acto xenófobo, ignorante y violento de fanatismo inmaduro y superficial. Es eso lo que exactamente hizo la semana pasada la ¿flamante? senadora del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), María de Lourdes Santiago, mientras se interpretaba el himno de Estados Unidos de América.

Esta senadora, que va por la vida sermoneando moralistamente en tono exaltado, paradójicamente, luego de que su partido por tercera elección consecutiva careciera de los votos mínimos para retener su franquicia, fue electa gracias a que obtuvo el respaldo de miles de electores del Partido Nuevo Progresista (PNP) que equivocadamente pensaron que sería capaz de comportarse de modo mesurado y transideológico en su desempeño legislativo. Su desplante es vergonzoso y penoso y más ahora cuando luego de la rotunda victoria del ‘No’ en la primera pregunta del pasado plebiscito, y por tanto de la derrota histórica  y el principio del fin del régimen segregacionista del Estado Libre Asociado territorial colonial; hay una fértil coyuntura política para consolidar  revolucionarias y novedosas alianzas entre fuerzas anticolonialistas como el independentismo, el soberanismo y el estadoismo.
Las actitudes retrogradas son rémoras que impiden trascender los viejos límites y paradigmas del pensamiento fanatizado e insularista en todas sus vertientes; y lo hay de corte estadolibrista, estadista e independentista. No todo está perdido. Hay por fortuna dirigentes pipiolos de otra estirpe y nivel de madurez y profundidad. No me imaginaria jamás a líderes como Edwin Irizarry Mora, Fernando Martín y Juan Dalmau comportándose de manera pueril e incapaz de entender la trascendencia de recibir un mandato ciudadano que supere las majaderías ideológicas de un debate político que, como el nuestro, debido al colonialismo es propio del Siglo XIX y no del Siglo XXI.
La honorable representa un nacionalismo mojigato cuya estructura intelectual de análisis y estrategia no es científica. Es religiosa. Por lo que al criticarla, desde el punto de vista de la religión nacionalista, estoy blasfemando, lo que provocará la ira de sus autoridades… y deidades. Como hizo la santísima Iglesia de Roma (que insiste en mantenernos en la Edad Media) con Segarelli, Hus y Giordano Bruno, me condenarán a la hoguera… No pierdo la esperanza de ser comprendido, como Galileo, aunque tardíamente… Casi 400 años son muchos para una disculpa… Pero así es el fanatismo. El religioso… y el político.