«Cuando no tengas nada que contestar»— le dijo Amanda a Nikita— «simplemente sonríe». Esas, más o menos, fueron las palabras con las que Amanda aconsejó al personaje principal de un filme franco italiano de los años ’90.
AGP
Tal parece que el señor gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, ha recibido el mismo consejo, de manera recurrente, por parte de sus asesores, ante la total carencia de alternativas frente a la crisis económica de la Isla, tanto de su parte como principal funcionario electo, como de los legisladores de la organización que preside, el Partido Popular Democrático (PPD), formación política que pretende mantener la presente relación colonial, y ejerce actualmente la administración gubernamental.
El señor gobernador está empantanado en sus contradictorios discursos, a merced de espíritus predadores que ansían ocupar su puesto en el futuro, a pesar de padecer del mismo mal: no tienen idea alguna de como manejar la crisis definitiva del modelo colonial de «gobernanza» del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
El gobernador García Padilla parece no tener idea de en qué consiste el ejercicio de gobernar, tras haber llegado al poder gracias, principalmente, a una división alimentada por un caudillismo trasnochado en el seno del anterior partido gobernante, el Partido Nuevo Progresista (PNP).A lo anterior se sumó el rechazo de un sector del electorado a las necesarias medidas de ajuste fiscal tomadas por el gobernador Luis Fortuño —su antecesor en el puesto— ante el grave déficit presupuestario gubernamental, y las advertencias de las agencias clasificadoras de asignar un rango de alto riesgo («chatarra») a los bonos emitidos por el gobierno isleño, las corporaciones públicas y los municipios.Por otro lado, el gobernador se agenció el respaldo electoral de sectores del nacionalismo (el llamado independentismo), y de una mal llamada «izquierda», provinciana —y, con pocas excepciones, arribista—, a base de una retórica de ataques viscerales dirigidos al gobernador Fortuño sobre las medidas fiscales adoptadas por éste, y un discurso populista basado en el neo-nacionalismo
boricua. Un nacionalismo «light», como lo llamara el profesor Carlos Pabón Ortega en su importante libro «
Nación Postmortem«, que además fuera objeto de reflexión como “nación del espectáculo”, por el profesor Arturo Torrecilla en su intenso trabajo “
La ansiedad de ser puertorriqueño”, el primero publicado en el año 2002 y el segundo en el 2004.
En un «deja vu» existencial e histórico en la política isleña y colonial, estos sectores esgrimieron el argumento nuevamente de que debía ejercerse un «voto útil» a favor del PPD, y que la prioridad era «sacar a Fortuño». Es decir arguyeron e hicieron exactamente lo mismo que en 1980 y 1984 cuando favorecieron al conservador y enredador Rafael Hernández Colón; lo mismo que en el 1992, cuando apoyaron con desesperación a la señora Victoria Muñoz; lo mismo que en el 1996, cuando cerraron filas con el abogado y guardia nacional del Ejército de los Estados Unidos, Hector Luis Acevedo; lo mismo que en el año 2000, cuando respaldaron a Sila Calderón, una clara representante de la oligarquía criolla; lo mismo que en el 2004, cuando le dieron su voto a Aníbal Acevedo Vilá, un truculento abogado dedicado a la política prácticamente desde que se licenció para el ejercicio de su profesión; lo mismo que en el 2008, cuando optaron ser parte nuevamente de las huestes que votarían por Acevedo Vilá —a pesar de que era evidente que éste había violado, desde los comicios del año 2000, las leyes electorales de Puerto Rico y Estados Unidos—, contra Luis Fortuño, quien le propinó una derrota aplastante; para finalmente respaldar a García Padilla frente a éste último en las elecciones del 2012, y darle una pírrica victoria con una escuálida ventaja de 11, 285 votos.
El «voto útil», por otra parte, ha terminado apoyando la condición colonial de la Isla, a través del respaldo al PPD con miras a “detener la estadidad”. Este argumento surgió en los años ’80 del siglo pasado a raíz del llamado que hiciera el Partido Socialista Puertorriqueño, bajo el liderato de Juan Mari Bras y Carlos Gallisá Bisbal, a votar para detener una presunta “conspiración anexionista”, lo cual conllevaba necesariamente —sin que se expresara directamente— respaldar la candidatura de Rafael Hernández Colón (del PPD) para gobernador. A partir de ese momento comenzó el tránsito de un amplio sector del independentismo al PPD, y el debilitamiento de todas las organizaciones independentistas.
El «voto útil», además, ha tenido el efecto de apoyar a la oligarquía colonialista que controla la Isla, y que evita a toda costa los impuestos del sistema contributivo federal de los Estados Unidos, que se implantaría si Puerto Rico fuera un estado, con plenos derechos y responsabilidades, y que es consciente, a su vez, de la inestabilidad, la carencia de recursos, y las dificultades para la atracción de capital extranjero, que plantearía la conversión de Puerto Rico en una república.El voto útil es, finalmente, una ratificación cada cuatro años de lealtad al colonialista, y convicto perseguidor de disidentes, Partido Popular Democrático.Por otro lado, conjuntamente con las elecciones de noviembre de 2012 para escoger al gobernador y otros funcionarios, se llevó a cabo una consulta sobre las preferencias del electorado en cuanto a la relación de Puerto Rico con Estados Unidos.En éstas se rechazó el presente arreglo de carácter colonial, y resultó victoriosa la opción de la estadidad (la integración política y jurídica plena de Puerto Rico a los Estados Unidos, y no parcial como ocurre en el presente), frente a la Independencia (la constitución de una república independiente), y frente al llamado Estado Libre Asociado Soberano, una alternativa carente de definición y contornos concretos en cuanto a la relación de la Isla con la metrópolis.
Aunque los resultados de esta consulta pretenden ser distorsionados y eludidos por el PPD, éstos no pueden ni deben ser obviados por el señor gobernador García Padilla al momento de considerar el problema del «estatus», es decir, de la relación política entre Puerto Rico y Estados Unidos.
Los anuncios y comparecencias públicas de García Padilla, el menor de tres hermanos nacidos en el sur de la Isla cuyas respectivas ocupaciones son el activismo político, demuestran unas contradicciones profundas que hacen rabiar a los sectores del populismo neo-nacionalista, y de la provincial izquierda, que le apoyaron. A pesar de que la administración García Padilla ha colocado a «cuadros» importantes, provenientes de estos sectores, en posiciones de poder para pagar su deuda electoral, las expectativas de éstos parecen ser mayores.Todo tiende a indicar que desearían —y mi impresión al día de hoy es que García Padilla los dejará esperando— ver una manifestación evidente de apoyo a la Independencia de Puerto Rico, e incluso a los gobiernos del “socialismo chavista”. Todo lo contrario. En todo caso, lo que es destacable en los primeros dos meses de gobernación de García Padilla, es su ambivalencia y las contradicciones con sus discursos nacionalistas de la campaña electoral.
Tal fue el caso con sus expresiones del 26 de marzo de 2013, ante el acuerdo de alianza del sector público con el privado para dar una solución a la crisis financiera de la Autoridad de Puertos, y de la propia operación del aeropuerto «internacional» Luis Muñoz Marín, el principal de la Isla.
García Padilla había asumido previamente poses de prócer decimonónico, asegurándole «al País» que desharía el contrato con la empresa privada a la que se le había otorgado la operación del aeropuerto. Es decir, el señor gobernador amenazó con rescindir un acuerdo bajo el cual se pagarían «al país», 600 millones de dólares necesarios para pagar una deuda de 900 millones de la Autoridad de Puertos con el esencialmente des-capitalizado Banco Gubernamental de Fomento. Ello, de hecho, se produciría de inmediato tras la firma finalmente del contrato.
Antes de su comparecencia pública, García Padilla se pasó unos días en Washington, D.C., donde es posible que le fuera explicado por los asesores de Casa Blanca que el Presidente Barack Obama no podía apoyar su envalentonamiento politiquero desautorizando a la Federal Aviation Administration (FAA, la cual ya había aprobado la transacción), y que tampoco debía contar con el presupuesto federal en vista de que el aeropuerto de Luis Muñoz Marín es uno de los que sufrirá recortes operacionales drásticos como producto del secuestro o confiscación fiscal a partir del 1 de marzo.
Al llegar a Puerto Rico, y presentarse ante la prensa —una hora más tarde de lo anunciado—, García Padilla hizo algunas manifestaciones inconsecuentes con el inocuo objetivo de distinguirse de la anterior administración, para finalmente señalar, con el dramatismo y severidad de quien juega con un puesto de gobierno, que se habría de firmar el contrato. Luego de ello, sonrió ante las preguntas de la prensa.
Lo cierto es que, precisamente, su deber con «el país» era ratificar el acuerdo, y no la continuación de la demagogia y la retórica nacionalista, conforme a la cual había sugerido en el pasado reciente la posibilidad de no honrar los bonos, pues «no gobernaría para los bonistas». Es decir, manifestaciones infantiles de un populismo nacionalista cavernícola, e invitaciones directas para que se clasifique a Puerto Rico de una buena vez como una zona de alto riesgo para inversión, y la degradación definitiva de sus bonos, con lo que ello plantea para la maltrecha economía colonial.
El acuerdo de operación del aeropuerto, si bien no necesariamente es el mejor acuerdo que, de ordinario, un gobierno en otras condiciones fiscales podría lograr, era la única, y mejor alternativa, dada la situación real de las finanzas públicas y de la economía de Puerto Rico.
Similar señalamiento, tal vez, pueda hacerse sobre el Plan para detener el descalabro del Sistema de Retiro de los empleados del gobierno, anunciado el pasado 27 de febrero por la señora Secretaria de Hacienda, Melba Acosta, y el señor Director del Banco Gubernamental de Fomento, Javier Ferrer.
Sin embargo, ante este Plan lo justo es dar espacio al análisis ponderado en la discusión pública seria. Lo correcto es rechazar la garata y los ataques contra el Plan, fundados en intereses estrechos, con el propósito de hundirlo como a un buque en las guerras navales de los infantes que juegan en Puerto Rico a la política.Lo correcto es aportar a mejorarlo, en todo lo que ello sea posible. Ello requerirá seriedad y honestidad, desde el bando de quienes no coincidimos ideológicamente con el PPD, ni apoyamos el colonialismo, y flexibilidad y apertura por parte de la administración de turno en el gobierno.
Esa fue mi postura ante los esfuerzos de la administración del gobernador Luis Fortuño, respecto a los cuales insistí en la necesidad de trascender los intereses políticos estrechos, y generar una concertación social para enfrentar la crisis fiscal y económica.Los sectores que apoyaron a García Padilla con el “voto útil”, aquellos que desde su propio campo ideológico hoy se le enfrentan, y los presuntos radicales de siempre, son los mismos que rechazaron durante la administración Fortuño la discusión racional de la grave situación que enfrentaba la sociedad puertorriqueña.
Hoy estamos viviendo las consecuencias del torpedeo y el rechazo, irracional y constante, a las posiciones y propuestas de Luis Fortuño, por éste ser un gobernante estadista, por la ignorancia total de los sectores opositores sobre el funcionamiento de las finanzas del gobierno, y de la economía en general, y peor aún, como consecuencia de la demagogia de sectores conscientes de la razonabilidad de su programa, al que se oponían para obstaculizar su administración.Sectores estos últimos, encabezados por la oligarquía criolla, y particularmente, por el Grupo Ferré Rangel, un poderoso clan familiar que controla los medios de comunicación, las finanzas y otras actividades económicas esenciales en la Isla.
Por otro lado, los decepcionados elementos del nacionalismo y de la «izquierda» provinciana que votaron por el actual gobernador, así como los sectores militantemente nacionalistas o “socialistas”, deberían indicar con toda claridad cuáles son sus alternativas concretas ante la crisis fiscal y económica de Puerto Rico.
García Padilla se enfrentará durante los próximos cuatro años a varias disyuntivas. La primera de ellas la planteará la caótica situación económica y el hecho de que para enderezar el rumbo, inevitablemente, se tendrán que tomar medidas impopulares. Ello, de inmediato, entrará en contradicción con la demagogia de su propia campaña política.La segunda de ellas vendrá del interior de su propio Partido que, a pesar de la irracionalidad evidente de sus posiciones, seguirá insistiendo en el oportunismo de los discursos populistas. En este flanco, el señor gobernador tendrá que enfrentar a los elementos que aspiran a sustituirle tan temprano como en las elecciones del año 2016.
Puerto Rico está bajo la amenaza de una administración gubernamental ambivalente, sin un norte definido, y secuestrado por los efectos de la demagogia electoralista de sus gobernantes. No hay dudas de que habrán medidas que García Padilla tendrá la obligación de adoptar. La pregunta es si tendrá el valor político de hacerlo, sin importar el impacto electoral que puedan tener.De otra parte, como Damocles, tendrá sobre sí la espada del pequeño monstruo del populismo nacionalista que ha ido creando, con sus propios discursos de campañas, y ahora en la gobernación, el cual aspira a maniatar y mantener confiscado el gobierno, mediante el chantaje electoralista.
Ante todas estas disyuntivas, y situaciones políticas, Alejandro podrá adoptar posiciones firmes, a tenor con la seriedad de la crisis histórica que atraviesa Puerto Rico, siendo consciente además de que los resultados de la consulta plebiscitaria, en los que prevalecieron el rechazo a la colonia y el respaldo a la estadidad como alternativa, no pueden ser borrados por actos de magia retórica.
O como Nikita, podrá sencillamente sonreír…
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