El conocido disidente cubano Dr. Guillermo (Coco) Fariñas afirma que en cinco a ocho años su país enfrentará un punto de inflexión que decidirá el rumbo hacia una democracia. “La caldera se siente”, dijo sobre lo que él llama la “explosión social” en la mayor de las Antillas.

La desaparición física -por causa de la edad- de los gestores de la revolución cubana será determinante, indica el pacifista, fiel seguidor de los ideales de Ghandi y Martin Luther King Jr. que reiteró el respeto internacional que se le tiene cuando decidió llevar a cabo una huelga de hambre que duró 135 días, y cuyas secuelas fisicas carga todavía.

También ganó el Premio Sakharov, en honor al físico ruso disidente que murió sin ver que su país salía de un sistema político que no toleraba desviaciones a una doctrina gubernamental. Pero Fariñas, que fue un soldado cubano en Angola y en un momento simpatizó con la revolución, es ahora un “soldado para la democracia de Cuba”. Un soldado, dice, que no levantará un solo dedo para agredir a nadie, ni siquiera a sus agresores. El premio se le otorga el 3 de julio y lo recibirá, no a título personal, sino a nombre “de la causa”, de la Unión Patriótica de Cuba, señala el aspirante a una nueva revolución, esta vez democrática y pacífica. “Y si hay violencia, es porque los poderosos la van a ejercer sobre nosotros”, aclara.

“El cambio viene”, sostiene, pero la transición que quiere para Cuba no es la que ve en Rusia, pues esta es una democracia en manos de las fuerzas armadas del anterior régimen. “Esa fue una apertura controlada en manos de las fuerzas armadas (del sistema comunista) que divide a la oposición política sin una posibilidad de acceso (del pueblo) al poder”, señala firme y sin revuelo.

Fariñas visita Puerto Rico desde el domingo invitado por la Fundación de los Derechos Humanos en Cuba. En entrevista con EL VOCERO resalta que compatriotas suyos han pagado los gastos de viaje y estadía, y no permite que ningún gobierno lo haga porque entonces su campaña por una apertura democrática en Cuba podría interpretarse como una intervención de gobiernos extranjeros, conflicto que quiere evitar.

Aunque siente que la apertura está cerca, igualmente porque de otra manera sería imposible detener la “explosión social”, “el punto no es la velocidad (‘total, ya hemos estado 54 años’), lo esencial es que se garantice un estado de derecho democrático donde todos tengan la posibilidad de acceder al poder”, y siempre, añade, con supervisión internacional y se evite “que haya parcialización hacia algunas tendencias políticas”.

Fariñas, cuya preparación académica es en sicología y ejerce el periodismo, no teme presentarse como un político porque, aclara, es la ruta que escogió para expresarse.

La conversación solo se detiene por un instante cuando se le pide un comentario a la situación en Puerto Rico. “Por respeto no debo inmiscuirme en los asuntos de Puerto Rico”, declara. Pero sabe que su respuesta no es totalmente satisfactoria y decide exponer su visión de un sistema democrático. “Como ciudadano del mundo aconsejo que debe darse una votación, que haya juego democrático, hasta lograr un status de absoluta mayoría”. Sin perder de vista por lo que ha atravesado como disidente cubano, añade, “y que se tenga en cuenta el punto de vista de las minorías”, que no sean oprimidas.

Fariñas no tiene prisa y no se entusiasta con una sesión de fotos, tampoco se pone primero en la fila cuando la Isla hermana –descrita como un ala de un pájaro cuya otra ala es Puerto Rico- logre seleccionar democráticamente sus representantes políticos. Pero, “soldado” al fin, acepta a insistencias del entrevistador que “donde otros consideren que debo estar, allí estaré”. “Eso lo determinan mis compañeros”, dice, con un lenguaje que refleja solidaridad, un poco inusual en las viejas democracias.

Luego de una veintena de huelgas de hambre y once años en prisión entiende que no hay una explicación médica para haber sobrevivido. Entonces la explicación “es espiritual”, piensa.