La colonia es cosa mala

25 de julio de 2013

La colonia es cosa mala

ANTONIO QUIÑONES CALDERÓN

La colonia es cosa mala. Lacera, confunde, resigna. Lo vimos hace unos días con la orden federal a los funcionarios de la colonia tropical en el Caribe, diciéndoles cómo dirigir la Policía del territorio. Y obligándolos a hacerlo como ellos dicen, con monitor y todo, so pena de desacato.

El Desastre del PPD

En el PPD AGP no Manda.

Lo del pasado miércoles 17 de julio fue un nuevo episodio de “federalización colonial” (¿vale esa frase?). El Gobierno federal le leyó la cartilla al del territorio: en lo adelante, así será como se dirigirá y operará la Policía; así actuará la Policía para “garantizar que la ciudadanía estará libre de ser víctima de fuerza excesiva, registros e incautaciones ilegales o discriminación sistemática por parte de los policías”. ¡Adiós mis cuartos¡ ¿Pero no es eso precisamente lo que corresponde constitucionalmente al gobernador de Puerto Rico como comandante en jefe de la Policía a través de su superintendente?

Dejémonos de eufemismos: la Policía de Puerto Rico quedó federalizada. Con monitor y todo y con el ojo avizor de un juez federal. Clap, clap, clap, aplaudieron desde todos los flancos oficiales.

No fue algo inédito. En 2007, un juez federal, Daniel Domínguez, les dijo al entonces secretario de Agricultura, José Fabre, y al de Asuntos del Consumidor, Alejandro García Padilla (que ahora encabeza el gobierno mandado), cuál sería el precio de la leche fresca y el de la UHT y cuánto tenían que pagar las plantas lecheras a los ganaderos por cuartillo; eso, luego de declarar inconstitucional las regulaciones locales (nacionales, dicen por ahí) que protegían la leche UHT. Clap, clap, clap, aplaudieron los funcionarios del territorio.

Los secretarios de Agricultura y del DACO se resignaron a la federalización de la leche. “Estamos tratando el asunto como una emergencia y cuánto tiempo va a durar esa emergencia, lo va a determinar la oferta y la demanda”, dijo el entonces jefe del DACO. “Y el tribunal federal”, seguramente que agregó alguien a quien no le gustan los eufemismos.

Años antes, en 2000, la Food and Drug Administration federal le impuso al Departamento de Salud las normas para el manejo de alimentos en los establecimientos que elaboraran y sirvieran productos alimenticios. Una de las nuevas normas, impuestas so pena de desacato, prohibió el uso de los tradicionales pilones de nuestra industria artesanal para servir el sabroso mofongo en nuestros restaurantes, por “constituir una amenaza a la salud del pueblo”. El funcionario que anunció las nuevas normas aceptó que la Food and Drug Administration no tenía informes de un solo caso por envenenamiento u otro daño a la salud debido al uso del pilón puertorriqueño. Pero, claro, como era una orden federal, los funcionarios del gobierno local se resignaron a la federalización del pilón. Clap, clap, clap.

¿Y qué del “estatus especial, único y autónomo del ELA”? Bien, gracias.

Que lo mismo podría pasar en un estado, podría alegar alguien con rotundidad colonialista. Bueno, habría que saber en qué estado se ha puesto en sindicatura un cuerpo policial o en cuál se ha prohibido el uso del pilón artesanal para elaborar mofongo sin consultar con los funcionarios del estado. Pero, para los efectos del argumento, estipulamos el planteamiento. Lo que pasa es que si hubiera ocurrido en algún estado, sus residentes habrían contado con sus representantes y senadores en el Congreso federal –con voz y voto, con poder de regateo, con influencia efectiva, quiero decir– para hacer los planteamientos en defensa de sus representados.

Y ahora pasa que, después de 520 años de coloniaje –115 de ellos bajo el águila norteamericana–, y después de los puertorriqueños haber votado contundentemente en noviembre pasado para acabar con la colonia, un presidente colonial nos lanza una migaja de $2.5 millones para invalidar aquella votación, “para educarnos” sobre las indignidades del coloniaje y para “ilustrarnos” sobre cómo votar por nuestras preferencias de estatus.

Otra vez, clap, clap, clap. Pero ahora, al clap, clap, clap de los colonialistas se unieron –la vida te da sorpresas– hasta los soberanistas del ELA y algunos estadistas del “corazón del rollo”.

Sí, la colonia es cosa mala.

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