Con toda razón, el gobernador Alejandro García Padilla admitió en el Congreso que “en minuto y medio” es muy complicado explicar esa cosa del “ELA mejorado”. Eso, luego de que poco antes el senador demócrata Ron Wyden, presidente de la Comisión de Energía y Recursos del Senado estadounidense, le aclarara que el ELA mejorado “continúa promoviéndose como una opción, cuando no lo es”, y preguntara: “¿Cuánto más Estados Unidos (una nación fundada en principios de democracia y el consentimiento de los gobernados) va a permitir una condición en la que cerca de cuatro millones de estadounidenses no tienen voto en el gobierno que hace sus leyes y afecta sus vidas diariamente?”. Para colocar el epitafio al pie de la tumba del ELA, le espetó al gobernador: “La actual relación política entre Puerto Rico y Estados Unidos, por su déficit democrático, socava la moral de Estados Unidos ante el mundo”.

Fue entonces que el gobernador habló de la complicación de describir “en minuto y medio” el ELA mejorado (porque el actual ya se acabó) que propone oficialmente su partido. Tiene razón el gobernador; pero se quedó corto. No sólo es imposible describir eso del ELA mejorado en minuto y medio: su partido (Muñoz, Fernós, Benítez, Gutiérrez Franqui, Hernández Colón) nunca ha podido hacerlo, no ya en minuto y medio; tampoco en los 32,061,600 minutos transcurridos en los 61 años del ya extinto Estado Libre Asociado.

No han podido explicarlo a lo largo de esos 61 años, a pesar de los intentos, siempre con rotundos fracasos en Washington –que con su natural habilidad para la demagogia, Muñoz convertía en triunfos al regresar a San Juan– cada vez que han intentado pasar gato por liebre en el Congreso.

En 25 ocasiones han intentado y nunca han podido, y miren que han tratado: (1953), el “proyecto cosmético; (1959), las “cláusulas obsoletas” a eliminarse, el Fernós Murray y el Aspinall; (1962), el P del S 415 y la resolución 1 de diciembre; (1967) el plebiscito criollo; (1970), el Nuevo Pacto y el Pronunciamiento de Aguas Buenas; (1973) el Nuevo Pacto; (1979) la Nueva Tesis; (1988), la república asociada; (1990), la “enmienda Vizcarrondo; (1991), las enmiendas constitucionales y la “garantía de derechos democráticos”; (1997), el proyecto del Nuevo Milenio y “el Nuevo Estado Libre Asociado”; (1998), la nueva definición del ELA, el Convenio del Nuevo Siglo y la resolución de la junta de gobierno popular; (2000), el Proyecto del Cincuentenario; (2006), el comité de estatus; (2008), la nueva y enésima definición del ELA mejorado; (2010), el Pacto de Futuro y el Pacto de Asociación. Y pare usted de contar; imposible explicarlo en años, meses, semanas y días, no digamos ya en “minuto y medio”.

Con todo y eso, y con la defunción de la colonia por consentimiento desde noviembre pasado, por ahí andan como Juana la Loca paseando el cadáver insepulto de su Felipe el Guapo, esto es, de su “modus vivendi”: el Estado Libre Asociado. Es un pasatiempo que raya en lo enfermizo, para no decir en la locura. En el camino se detienen a veces a tomarle la temperatura, y aunque lo encuentran más “yela´o” que un “limber”, insisten en que está vivo. Cuando alguien con algún grado de sensatez –Rafael Cox Alomar, por ejemplo– les aconseja que se olviden del “ELA mejorado” y dejen de “buscar chivos expiatorios” por su fracaso, insisten en que eso les vale; son ellos quienes deciden por el pueblo. Remembranzas del pasado.

Pero resulta que ahora los “americanos” del Congreso no tienen que entrometerse con el ELA colonial; los Murray, los Aspinal, los O´Brien, los Kennedy, sí que podían. Ellos, entre otros, eran “amigos de Puerto Rico” y beneficiarios de aquel colmilludo Club de los 600 (los empresarios financieros del ELA de los 1950 y los 1960), esto es, de la era de la colonia por consentimiento que acabó en noviembre pasado.

Insisten, como decía el propio Muñoz, en un ensayo de fantasmas frente al sitio donde estaba un espejo que hace tiempo se llevaron.