El miedo del PIP a la realidad de la estadidad los ha llevado a asumir la estrategia de dilación que típicamente ha caracterizado al PPD.

Por los primeros 66 años de su existencia el PIP defendió verticalmente la independencia para Puerto Rico. Sin embargo, los resultados del plebiscito reciente lo han impactado tan traumáticamente que ahora se ha comprometido con el inmovilismo y la colonia. Veamos cómo ocurrió esa desgracia.

A lo largo de la historia del PIP, el PPD ha sido su peor enemigo; el que traicionó la independencia y criminalizó, amordazó y encarceló a los independentistas; el que “legitimó” la condición territorial; el que la robado consistentemente más de la mitad de su potencial base electoral. Por eso, por raro que les parezca a algunos, el PIP ha pactado de manera tácita en varias ocasiones con el PNP para proponer y celebrar referendos de status unidos en el empeño de desfondar el ELA como base ideológica del PPD. En el pasado plebiscito se logró precisamente eso como lo demuestran las luchas ideológicas actuales al interior del PPD.

El PIP estuvo dispuesto a coordinar su estrategia con el PNP basándose en la teoría que promulga Rubén Berríos cada vez que se presenta ante sus comités del Congreso de la imposibilidad de que el Congreso le ofrezca la estadidad a Puerto Rico. Pero, en el pasado plebiscito y su secuela, pasaron tres cosas que en conjunto traumatizaron al PIP: Primero, hubo un rechazo sólido a la presente situación territorial lo cual hace apremiante el cambio, y, ya sabemos que “no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir”. Segundo, digan lo que digan, es un hecho incontrovertible que la estadidad ganó sólidamente entre las alternativas no territoriales ni coloniales mientras que la independencia, como de costumbre, fue la que menos votos sacó. Y, tercero, los congresistas han recibido esos mensajes y reconocen que el cambio es imperativo y, cuando menos, que la estadidad es una alternativa real. Así lo dejaron establecido los senadores Wyden y Murkowski en la reciente vista. Esto dio al traste con el berríosiano Teorema de la Imposibilidad de la estadidad.

Una vez la estadidad ha obtenido el apoyo mayoritario del electorado y es una posibilidad real, el PIP ya no puede entrar en coalición tácita con el PNP. Ahora sólo puede aliarse con el PPD para tratar de evitar la estadidad. ¡Ese mismo ha sido el cálculo de los melones desde 1972! El PPD astutamente les propone entonces convocar la Asamblea Constitucional de Status que había propuesto el PIP desde hace tiempo. ¡Genial! Con tal oferta, el PPD le ofrece al PIP su petición a cambio de que acepte que en esta se puedan discutir la posibilidad de mejoras al ELA. De aceptar esto, el PIP hubiera cancelado la victoria del NO en el plebiscito.

La respuesta del PIP fue también astuta, aunque no de principios. Desecharon la Asamblea Constitucional de Status, y la sustituyeron en el PS-719 por una nueva “Asamblea de Status” no deliberativa, ni constitucional, ni soberana, que no pasa de ser un “Comité de Diálogo” como el que se formó a partir de la invitación del Presidente Bush, padre, en 1989 para negociar con el senador Bennet Johnston los famosos “wish lists” de los partidos. El único resultado de aquel proceso fue darle largas a la discusión del asunto y, en definitivo, mantener el status quo. Este diálogo con el Congreso que 24 años después vuelve a proponer el PIP duraría por lo menos hasta el 2016 y, como antes, sólo serviría para dilatar la resolución del problema del status; algo que podría lograrse el mismo año que viene si se aprobara el HR2000 (Proyecto Pierluisi) las consulta de que hablaron Wyden y Murkowski.

En suma, el miedo del PIP a la realidad de la estadidad los ha llevado a asumir la estrategia de dilación que típicamente ha caracterizado al PPD. En la concreta, se han sumado a la defensa del status quo, la colonia, haciendo del PIP completo, un gran melón.