Violencia de género y la civilidad moribunda

Violencia de género y la civilidad moribunda (editado el 22 de noviembre de 2013)

[La violencia de género, particularmente contra la mujer y la comunidad homosexual, es reflejo de problemas más profundos, arraigados en la idiosincracia —endémicos, si se desea usar el clisé tan manoseado por el intelectualismo de café— que, se quiera aceptar o no, forman parte de la cultura puertorriqueña, y peor aún, de una sociedad enferma que precisa de cirugía mayor. La violencia de género trasciende clases sociales. Permea todo el entretejido de la sociedad isleña.
En el día a día, en los barrios, en las diferentes capas sociales de esta isla-jaula, la violencia de genero sigue siendo un rasgo esencial del ser boricua. Erradicar este elemento cultural es un reto mayor. Todo esto no es nuevo, y fue muy bien alimentado, y en consecuencia intensificado, a partir de los años ’70, bajo el discurso de lo nuestro, lo boricua, el jaragual.Y que conste. La responsabilidad histórica al final no es de los cantantes, músicos y artistas en general, sino principalmente de los sectores políticos e intelectuales que vieron de manera romántica y glorificaron estas manifestaciones, como he dicho en otras ocasiones, sin separar el grano de la paja.

Hoy me proponía escribir y discutir  sobre otros asuntos. Pero éstos tienen su lugar, su momento, y pueden esperar un poco. Lo que no puede esperar —por lo que no se puede permitir que se siga esperando— es que se comience a atender con acciones concretas, y no meras conferencias de prensa de funcionarios agotados en su mediocridad, la falta de salud mental de la sociedad puertorriqueña, situación fatalmente vinculada a los parámetros descompuestos de una cultura circular; hecho, éste, que nadie quiere reconocer y del que no se quiere hablar.Me parece que el artículo a continuación, publicado el 20 de junio de 2010 bajo el título de Puerto Rico: Violencia y civilidad, es pertinente ante el asesinato de la joven Ivonne Negrón Cintron. Francamente, a esta hora de consideración para con el dolor ajeno, no tengo mucho más que decir sino expresar mi respeto por su memoria, y traer esta reflexión a una desafortunadamente improbable conversación pública.]

En esta ocasión coincido con la crítica expuesta por la escritora Mayra Montero, en su último artículo en «La Revista» de El Nuevo Día, a la manera en que son tratados por los medios informativos los actos de violencia contra la mujer. (Adelanto que la inclusión aquí del vídeo de la interpretación de Ismael Rivera del número salsero «Si te cojo», es prueba de cargo y no un acto de cinismo contra lo expuesto por la Sra. Montero.)
De su artículo me interesan particularmente estas expresiones, con las que coincido plenamente:
«¿Qué mensaje están recibiendo los agresores potenciales, esos que ahora mismo maquinan el castigo que le darán a la desobediente? Nadie les ha enseñado nada mientras están creciendo. Al contrario, la educación que reciben los varones, niños y adolescentes, está llena de prejuicios y de ideas de control. La propia madre (muchas veces no es ni siquiera el padre), le enseña al “varoncito” que su voluntad es ley en la casa; que la mujer (en este caso ella, la que tiene más próxima), está a su lado para complacerlo, y que las hembras son seres que han venido al mundo en actitud de sumisión y de inferioridad. Culicagados de 14 ó 15 años empiezan por insultar o amenazar a sus novias de la misma edad. Son los muchachos que luego, con 20 o 25 años, deciden que “a esa cabrona” le darán dos tiros.»
Como botón de muestra de lo anterior, basta recordar el motivo principal, el estribillo esencial, de la canción interpretada por el salsero Ismael Rivera en el vídeo que encabeza este artículo: «[S]i te cojo coqueteándole a otro, ya veras que trompada te vo a pegar, Si te cojo guiñándole a otro, un piñazo en un ojo te vo a dar». Hay que señalar que Rivera y sus canciones fueron adoptadas por el independentismo y la izquierda como uno de los íconos de la nacionalidad y la cultura puertorriqueña, particularmente desde fines de los años ’70.
De hecho, y precisamente en el contexto planteado por la Sra. Montero, no sólo me llamaron la atención, sino que me preocuparon profundamente, unas expresiones recientemente «posteadas» en Facebook por un abogadillo de altas libras y radicales convicciones socialistas, en las que destacaba que preferiría llamar «cabrona», en lugar de «bruja» a la ex-juez Ygri Rivera, presidente de la Junta de Sindicos de la Universidad de Puerto Rico.
Las expresiones del señor letrado constituyen una manifestación adicional de la violencia que prevalece en la sociedad puertorriqueña, particularmente contra la mujer, y reflejan además la carencia de civilidad, es decir de respeto y tolerancia, en el contexto del debate público y político.
En otro artículo del Quantum de la Cuneta, señalé hace unos meses que enfrentamos una situación en la cual:
«[A]ctitudes y valores, que van desde la manera en que se entienden y expresan las relaciones entre géneros y la sexualidad, hasta las visiones y maneras en que se manifiestan las posiciones presuntamente políticas sobre determinados problemas o sujetos, se caracterizan por la violencia, el maltrato, el machismo sexista y la agresión. En suma, podría señalarse que se acentúa la deshumanización e irracionalidad en las relaciones entre los individuos.»
Es alarmante la proliferación de este conjunto de conductas violentas, de agresión al Otro, asumidas desde las perspectivas particulares, sean estas de género, de orientación sexual, políticas o de posición en la sociedad. El respeto a las diferencias y a la diversidad, tan necesarios para la preservación de los espacios democráticos, desparecen en esta asfixiante y hacinada vorágine insular.
Por mi parte, a diferencia de la Sra. Montero, no estoy tan seguro de que la educación de género vaya a ser la solución a esta crisis de violencia y ausencia de civilidad, en la que se hunde la Isla. Confieso, sin embargo, que quisiera equivocarme.
Por lo pronto, no estaría de más enfrentar de una manera más crítica la cultura de la sociedad puertorriqueña a la altura del siglo 21. Ello, sin temer al monstruo que pueda estar al final de la cueva, y mucho menos a las posibles y tal vez únicas alternativas para vencerlo ya de una vez.

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La inmundicia y los estertores del colonialismo en Puerto Rico

Foto del 3 de junio de 2013. Eric Alvarez © Todos los derechos reservados.


La incompetencia de la alcaldesa de San Juan, ciudad capital de Puerto Rico, Carmen Yulín Cruz Soto, y del propio gobernador, Alejandro García Padilla, ha superado la demagogia populista y el autoritarismo provinciano de ambos, a tal punto, y con tal rapidez, que no han hecho otra cosa que profundizar la inmundicia, y hacer más evidentes los estertores del modelo colonial, que en pleno siglo 21 es indudablemente un esquema político reaccionario y retardatorio para la isla.

Aquellas personas que quisieron ver en Alejandro García Padilla un líder independentista, remozado y moderado, “infiltrado” en las filas del inmovilista Partido Popular Democrático (PPD), o que pensaron que por fin el populismo neonacionalista iba a demostrar su liderato y su capacidad de gobernar, o más modestamente, ser capaz de mantener con vida el sistema colonial para “detener la estadidad”, con “Yulín en San Juan y Alejandro en la gobernación”, se han tenido que enfrentar con una dura realidad.

Esta realidad es perceptible en lo más concreto y simple, así como en los más complejos procesos políticos en la isla, particularmente aquellos relacionados con las medidas económicas y fiscales del gobierno del PPD, del cual García Padilla es presidente. La responsabilidad de partido e individuo, las acciones del ente colectivo, y las del ente individual, se han coagulado para profundizar la crisis de la isla en todos los ámbitos.
Estas responsabilidades particulares no pueden ser separadas, ocultadas o excusadas con banalidades y relatos propios del infantilismo político. En la presente situación que vive el país, son totalmente ridículas las alegaciones de que el gobernador García Padilla fue sorprendido por una realidad oculta al llegar a la gobernación. La verdad es otra, y su origen mucho más perverso.
En ese contexto, la euforia populista con la que llegó al poder el señor gobernador, y que tuvo su punto culminante —mas no final— en las celebraciones con ánimos de victoria revolucionaria en compañía de la alcaldesa Cruz, durante unas —literalmente— macabras fiestas de la calle San Sebastián, ha comenzado a desinflarse a una velocidad meteórica en el caso de ambos funcionarios. (1)

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García Padilla: demagogia, bullying y lumpen-autoritarismo

Cortesía de El Vocero. Foto tomada por Sebastián Márquez el 1 de mayo de 2013.
Todos los derechos reservados.
«… yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo,
y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando,
la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”
Nicolás Maquiavelo
(Fragmento de carta al historiador italiano
Francesco Guicciardini, mayo de 1521)
En una isla incestuosa como lo es Puerto Rico, donde todos se conocen, y “cada cuál” está relacionado con “cada quién”, los poderes económicos y políticos se entrecruzan en la sociedad, configurando una sórdida madeja de vínculos familiares, amiguismos, partidismos, influencias, favoritismos, indiferencias, hipocresías, cinismos y engaños.
Digo esto, porque las actuaciones del Gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, en sus primeros cinco meses en el cargo, evidencian que esas sinuosas conexiones de familiares, amigos, y camaradas de partido, se han concretado en una camarilla que formula una política pública a base de falsedades de todo tipo, y de promover un discurso y una práctica populista, neonacionalista, y autoritaria.
No se debe perder de perspectiva, en ese contexto, que García Padilla es un colonialista cuyo objetivo, y frame of mind, parte del inmovilismo, promovido y apoyado por la rancia oligarquía criolla, para impedir cualquier cambio a las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos.
Por otro lado, la inquietud en palacio es que la incompetencia de García Padilla existe, es real. Por esta razón, y en vista de que en su caso esta condición puede llegar a niveles del paroxismo, su camarilla palaciega se la “esconde”, no solo “entre mentiras”, sino tras una imagen populista que —entre otros mecanismos— utiliza de manera demagógica las reclamaciones por parte de determinados grupos de presión, sin distinguir aquellas justas y razonables, de las inmeritorias por reaccionarias, y ser tendentes al estancamiento y el subdesarrollo.La discusión pública de estas reclamaciones sirve de cortina de humo, y como mecanismo de distracción, frente a las actuaciones de García Padilla en su manejo de la crisis del modelo colonial, que sus allegados entienden pueden ser rechazadas, a causa de sus repercusiones, por gran parte de la ciudadanía. La atención ciudadana es dirigida hacia altisonantes proyectos de ley, así como hacia presuntuosas ordenes ejecutivas, mientras se filtra, en voz baja, el anuncio de lo que son, o serán, iniciativas de gobierno, cuando menos inquietantes, sino cuestionables. (1)

Resulta preocupante, además, el hecho de que en el arsenal político de García Padilla se encuentre un peculiar autoritarismo. Se trata de un autoritarismo que se basa en un discurso de premisas lumpen, y en la imagen bullying boricua, lo que produce al final la caricatura de un gobernante mediocre, arrogante, así como altamente nocivo y peligroso para el clima democrático y la estabilidad del país. Lo que es peor aún es que este autoritarismo cuenta con la aprobación de los poderosos sectores de la oligarquía que apoyaron la elección de García Padilla, y respaldan la agenda colonialista.
Por ello, no deben ser pasados por alto algunos eventos ocurridos recientemente, pues podemos encontrarnos, después de todo, ante un tiranillo en formación, un aspirante a caudillo que, en el proceso de tratar de ganar galones, y defender el inmovilismo, no sólo haga uso de la demagogia, y el fraude, sino del autoritarismo y el discurso lumpenizado del bullying boricua.
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