Arcadio Díaz Quiñones me lo dijo una vez; lo federal inspira respeto en el puertorriqueño. Cuando las agencias de ley y orden del gobierno de los Estados Unidos asumen jurisdicción sobre un caso criminal vemos que la ciudadanía, en general, aplaude. Hace unos años agentes del FBI arrestaron a policías estatales en Mayagüez, en un cuartel cerca de un residencial público. Los residentes aplaudieron a los federales por los arrestos. Se trataba de policías que violaron derechos civiles a un sin número de residentes de dicho residencial público.

En los últimos casos que han seguido el procedimiento criminal en el Tribunal Federal, como el de Edison Burgos y Alexis Candelario, entre muchos, el primero por asesinar a una confidente de la DEA y el segundo por la masacre de La Tómbola, el Pueblo sintió confianza en las instituciones de gobierno federal en primerísimo orden y estima que sobre las instituciones del gobierno de Puerto Rico. Es la percepción, que tiene el Pueblo, de hace décadas, que ningún delincuente se saldrá con la suya y que la impunidad no tiene cabida en ese sistema de justicia criminal.

Por años, lamentablemente, la estima del Pueblo por los tribunales locales ha sido baja, según las encuestas. La percepción generalizada es que los jueces están politizados, son insensibles y arrogantes, por lo que casi nadie confía en el sistema de justicia de Puerto Rico ni, menos aún, en el Departamento de Justicia colonial.

A través de los años la politización de las instituciones públicas en Puerto Rico, incluyendo la Rama Judicial, ha crecido hasta adquirir caracteres alarmantes, lo que ha erosionado la confianza de la ciudadanía en las instituciones de gobierno local. Si a esto añadimos que los escándalos venden anuncios en los medios noticiosos, porque ayudan al auspicio por parte de la ciudadanَía, que es lo que mantiene el negocio mediático en un nivel lucrativo, no debe extrañarnos que cuando noticias de orden criminal salen a la luz, como el reciente caso del asesino Pablo Casellas –cuyo fallo por un jurado sirvió de bálsamo a la maculada imagen de nuestro sistema de justicia-, el canibalismo periodístico se manifiesta a sus anchas. Los medios primero son negocios, y sin escándalos el negocio no prospera.

Por tanto, y un tanto irónica, la realidad mediática dejaría de ser lucrativa difundiendo noticias de que el sistema funciona. Difundir, algunas veces sin escrúpulos, las manchas de los distintos actores y sectores que componen la cosa pública en Puerto Rico multiplican las arcas económicas de los medios.

Por otro lado, las propuestas programáticas de los partidos que buscan alcanzar el poder se basan más en mantener la actual madeja gubernamental que reformar todo el Sistema. Esto incide en la percepción pública sobre las tres ramas de gobierno, aunque el Pueblo no compre la teoría de que el deterioro gubernamental sea producto de un solo partido político, en particular.

Por eso, la confianza y estima del Pueblo, abrumadoramente, se ha volcado hacia las instituciones de gobierno de los Estados Unidos. O sea, hacia lo federal, y hoy día podemos decir que dichas instituciones, en consonancia con la expresión “ciudadano americano”, son parte consustancial del acervo democrático y cívico del puertorriqueño. Y, me atrevo decir, de nuestro acervo cultural también.