La crisis que enfrentamos es una oportunidad única para reinventar y transformar a Puerto Rico. No podemos desaprovecharla, como hemos hecho con otras oportunidades, por lo que hay que asumir responsabilidades sin más dilación. Tenemos que aspirar a ser una ‘gran generación’, que se reconozca como la que no se amilanó, ni tiró la toalla, ante la magnitud de los retos socioeconómicos que enfrentó. Una ‘gran generación’ que rompió ataduras con modelos del pasado, que maduró y se superó, para levantar y encaminar nuestro desarrollo y progreso.

Mientras en Ucrania y Venezuela el pueblo se tiró a la calle para reclamar un mejor presente y futuro, aquí seguimos aletargados, sin dirección y víctimas de la improvisación, el titubeo y de la falta del liderazgo que requiere el momento. Mientras en lugares con los que se nos comparaba, como Detroit y Grecia, ejecutan planes concretos para estabilizar sus finanzas e impulsar su economía, con buenos resultados, aquí se sigue posponiendo la atención a los problemas de fondo causantes de nuestra crisis, lanzando recriminaciones, excusas y apuntando a culpables, sin contar con un plan específico para superarlos y evitar que empeoren.

Es hora de un nuevo y mejor Puerto Rico. Nuestro pueblo tiene que levantarse y reclamarlo. Las ideas y mejores prácticas para logarlo y devolverle a nuestra Isla su encanto y su sitial en nuestra región abundan. Lo que hace falta es la disposición, capacidad y liderazgo para encaminarlas.

Llegó el momento de reformar y transformar nuestra estructura gubernamental, para que gaste menos y haga más, de forma eficiente y efectiva. Esto contando con una agenda de reforma para eliminar la burocracia y duplicidades, consolidando agencias con funciones similares y elaborando inventarios de programas y servicios gubernamentales para evaluar su desempeño y determinar si son necesarios. De hecho, puede adoptarse el mecanismo de ‘reautorización’ o el establecimiento de términos y cláusulas de vencimiento o caducidad de programas ‘sunset clauses’, para mantener los que hagan sentido.

Además, puede concederse flexibilidad administrativa y presupuestaria a agencias que cumplan con determinados parámetros siguiendo el modelo de las ‘charter agencies’ adoptado en jurisdicciones en y fuera de Estados Unidos. Más aun, el gobierno debe confeccionar presupuestos de base cero y proyecciones multianuales y desarrollar programas de gobierno electrónico para acercar sus servicios y programas al pueblo de forma costo-efectiva.

Urge además contar con un modelo de desarrollo económico que impulse nuestro crecimiento y genere empleos. Este modelo debe tener como uno de sus pilares la regionalización y municipalización de nuestro desarrollo económico, para sacar provecho de la ‘vocación’ de nuestras regiones y municipios, o lo que son sus especialidades, atractivos y características que le dan ventajas competitivas. Debe potenciar además, el desarrollo de la infraestructura vial y portuaria para elevar nuestra competitividad, el establecimiento de ecosistemas de negocios, centros de innovación, zonas especiales de desarrollo, alianzas para la investigación y el desarrollo de patentes y la canalización de inversiones.

Ahora bien, la sustentabilidad de nuestro modelo de desarrollo económico está estrechamente vinculada a nuestro estatus político, como reconocen la Casa Blanca, otras entidades federales y expertos, por lo que urge su pronta solución. En este sentido, deben apoyarse los esfuerzos realizados ante el Congreso y Casa Blanca para resolver finalmente nuestro estatus, conforme el mandato de nuestro pueblo de hace poco más de un año. De hecho, puede ser necesario que estos esfuerzos se complementen y fortalezcan, cuando sea estratégicamente conveniente, con acciones colectivas recientemente propuestas, como un ‘boicot comercial’ y hasta la ejecución del Plan Tennessee, si el Congreso y Casa Blanca desatienden nuestros reclamos de igualdad de derechos y responsabilidades.

¡Basta ya del inmovilismo e indiferencia! Ahora más que nunca, Puerto Rico nos necesita. Seamos la ‘gran generación’ que rescató y transformó a Puerto Rico, dejándolo como el mejor de los legados a las futuras generaciones.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.