Al día de ayer, domingo, casi acumulábamos 100 asesinatos más que el año pasado. Hace una semana, la imparable ola de violencia le costó el puesto al superintendente José Figueroa Sancha, luego de que en cuatro días asesinaran a 29 personas en diferentes puntos de la Isla. Hoy, cuando estamos a punto de confirmar a un nuevo jefe de la Uniformada, nos despertamos con la triste noticia que reseña uno de esos crímenes que estremecen el alma del más fuerte y que retratan la profundidad del problema más allá de las simples estadísticas.

La escena era dantesca… dos cuerpos colgados de las ramas de un mismo árbol, uno de un hombre y el otro de una niña. Esta traumática imagen fue el resultado de la terrible decisión tomada por Pedro Montañez Montañez, de 30 años, quien luego de un altercado de violencia conyugal por el cual debía comparecer hoy ante las autoridades, tomó a su pequeña hija de cuatro años y la ahorcó para luego ahorcarse él al lado de la niña. ¿Cómo un padre puede tener la sangre fría para hacer semejante daño a su inocente hija?

No hay respuestas lógicas para esta pregunta. Simplemente vivimos en una sociedad con un problema de salud mental profundo que combinado con la violencia generalizada como respuesta a cualquier dificultad puede degenerar en crímenes tan atroces como el ocurrido ayer en el pueblo de San Lorenzo. Es por ello que en editoriales anteriores hemos planteado que la respuesta a la ola criminal no puede verse unidireccionalmente o trabajarse desde la óptica policial de forma exclusiva.

Nuestro pueblo necesita atención social URGENTE, necesita que trabajemos con la salud mental y con la educación. Hay que rescatar el respeto por la vida y la dignidad del ser humano, al tiempo que hay que educar desde el punto de vista de la equidad. Lo más importante es lograr el compromiso de todos los sectores para que el rescate sea un movimiento y compromiso con el que todos nos podamos sentir comprometidos. Desde los hogares, las iglesias, las comunidades, las escuelas, el gobierno, las organizaciones sin fines de lucro, las universidades, el sector privado, en fin que todos rememos en la misma dirección. Tenemos que comenzar un proceso de curación porque estamos enfermos de violencia.