Especial para El Vocero

Puerto Rico es un país en desarrollo. Esto lo que quiere decir, en términos económicos es, que es pobre, pero que está acumulando capital y desarrollando una base industrial y comercial mediante su infraestructura. Y no es del todo falso, contamos con más de tres aeropuertos, más de tres puertos, y carreteras y puentes que nos llevan a todos lados.

Lo que no concuerda con el asunto es que llevemos más de cinco décadas en ese renglón. Y aunque le duela a muchos, la situación colonial de nuestro país, juega un papel fundamental en ese retraso. Esto por las leyes de cabotaje y por la costumbre de vivir de aportaciones federales en lugar de idear un plan de desarrollo económico concreto.

La voluntad de muchos está ahí, pero nunca los escuchan. A mi entender, no les conviene que eso suceda, pero vamos a dejarlo ahí. Lo que es intolerable es que se trastoque la educación del país para solucionar problemas fiscales. Es a través de la educación que otros países han pasado de país en desarrollo a país desarrollado.

La educación es el motor de desarrollo económico más efectivo y limpio. Una civilización educada tiene la oportunidad de combatir cualquier eventualidad de la forma más justa, equitativa y favorable posible. Estar capacitado, nos hace inteligentes y sabios para analizar los problemas sociales que surgen a diario y que necesitan resolverse.

Pero educar, no es tan sólo promover que la ciudadanía obtenga grados universitarios. Hay que introducir la vitamina en la raíz, en la base, que son todos nuestros niños. Y en ese sentido, la hazaña se cumple, cuando motivamos a ese sector a disfrutar de ese proceso, no a visualizarlo como un trajín que podría repercutir en deserción escolar.