La sorpresiva derrota en una primaria republicana de Eric Cantor, portavoz de la mayoría en la Cámara de Representantes federal, por un desconocido miembro activo del Tea Party en Virginia, saca a flote el principal escollo que enfrentamos los ciudadanos americanos que residimos en Puerto Rico en nuestra lucha por la plena igualdad ciudadana: el minoritario pero influyente sentimiento anti-hispano prevaleciente en las filas del Partido Republicano nacional. El mero hecho de favorecer, no ya una reforma inmigratoria integral que le conceda la ciudadanía americana  a 11 millones de inmigrantes indocumentados que se la han ganado con sus aportaciones  laborales, profesionales , empresariales, patrióticas y fiscales a la nación, sino sencillamente el concederle la ciudadanía a los hijos de estos que se criaron en los Estados Unidos, están cursando estudios universitarios o servido en las fuerza armadas;  fue utilizado en su contra por su contrincante y aparentemente fue un elemento decisivo entre los electores que participaron en dicha primaria .

A pesar de que la fobia anti-inmigrante y anti-hispana es una minoritaria y cada día más marginal en los 50 estados de la Unión, su influencia dentro de las filas republicanas  continúa teniendo un efecto decisivo en bolsillos geográficos específicos de los Estados Unidos (sobre todo en el llamado “bible belt” del sur). La  precariedad laboral y económica  que han sufrido en las últimas décadas,  sectores crecientes de la fuerza laboral nacional a la luz de los cambios estructurales experimentados en el mercado laboral, ha llevado a algunos a buscar chivos expiatorios entre los últimos en llegar; los inmigrantes indocumentados hispanos. Invocando la vuelta a un pasado idílico que nunca fue y que cada día que pasa se torna más distante, un Estados Unidos de mayor homogeneidad étnica, cultural y lingüística, dichos sectores poblacionales levantan el último muro de contención a un fenómeno ya irreversible, la latinización de los Estados Unidos.

Es una pelea que ya perdieron, pues hoy los Estados Unidos constituye la segunda nación con más hispano-parlantes en el mundo, después de México. No empece, el daño que puedan hacer en el camino, retrasar lo más posible o torpedear todo lo que puedan lo inevitable,  la formalización del creciente  poder político hispano; se proponen infligirlo por mero revanchismo y despecho.  Y en ese empeño, el negarnos la plenitud de derechos ciudadanos a los que residimos en este archipiélago caribeño a pesar de ser ciudadanos americanos por el mero hecho de ser latinos e hispanos, es una forma de ganar tiempo y retrasar lo inevitable: la admisión de otro estado hispano más que solidifique y consolide el poder político hispano con dos senadores y cinco representantes. En esta empresa dichos sectores xenófobos y racistas cuentan con la colaboración activa y solidaria del colonialista Partido Popular Democrático, la minoría autocrática chavista independista, dos congresistas de origen puertorriqueño que gozan plenamente de los derechos ciudadanos que nos niegan y la poderosa oligarquía criolla que al controlar la prensa escrita le dicta la pauta a los demás medios.

En dicho terco empeño  esta minoría influyente reaccionaria y retardataria puede infligir daños mayores permanentes al partido nacional del que forma parte, tornándolo en un partido minoritario sin opción al poder nacional y convertir en realidad un temor hoy infundado: que Puerto Rico al devenir el 51 estado sea otro “blue state” más.