Nuestra Realidad Territorial – Por Pedro Pierluisi

Un día como el pasado viernes 25, hace 62 años, entró en vigor la Constitución de Puerto Rico. Este documento, digno de estudio y respeto, contiene lenguaje que confirma nuestra devoción a la democracia y nuestro compromiso con la igualdad. Refleja el hecho de que atesoramos nuestra identidad puertorriqueña y nuestra ciudadanía americana.

Y aunque es importante apreciar los muchos méritos de nuestra Constitución, es ilusorio pretender que es algo que no es. Existen líderes políticos en Puerto Rico, como el exgobernador Rafael Hernández Colón, que siguen diciendo que la Constitución cambió la condición política de Puerto Rico de un territorio no incorporado de Estados Unidos a un estatus único y mejor.

Esto es totalmente falso. Contrariamente a los argumentos de líderes políticos que buscan confundir al pueblo, Puerto Rico sigue siendo un territorio. El estatus territorial es antidemocrático. En Puerto Rico viven más ciudadanos americanos que en 21 estados, pero sus residentes no pueden votar por los líderes que aprueban las leyes federales.

El estatus territorial también es desigual. Tal y como lo reveló el reciente estudio del GAO, Puerto Rico y su gente dejan de recibir miles de millones de dólares cada año por ser tratados discriminatoriamente bajo muchos programas federales. Finalmente, todo observador objetivo está claro en que el estatus territorial es la raíz de la crisis económica de Puerto Rico. Cada semana, alrededor de 1,000 puertorriqueños se mudan de la isla hacia los estados en busca de mayores derechos y oportunidades.

Al marcar el aniversario de nuestra Constitución, debemos reconocer la contradicción que existe en el corazón de este documento. La Constitución expresa devoción a los mismos principios de igualdad y democracia de los que Puerto Rico carece por ser un territorio.

El pueblo de Puerto Rico comprende la necesidad de un cambio. Una clara mayoría de nuestros votantes rechazaron el estatus territorial en el plebiscito de noviembre del 2012. Hay sólo dos caminos para seguir adelante. Puerto Rico se puede convertir en un estado a la par con los demás estados, o Puerto Rico puede convertirse en una nación soberana, ya sea totalmente independiente de Estados Unidos o con un pacto de libre asociación que cualquiera de ambas naciones pudiera dar por terminado. Si Puerto Rico se convierte en una nación soberana, las generaciones futuras de los residentes de la Isla no serían ciudadanos americanos y recibirían un apoyo federal reducido.

La estadidad y la soberanía nacional son opciones dignas y democráticas. Sin embargo, según confirmó el plebiscito del 2012, la estadidad tiene un apoyo contundente mientras que la soberanía nacional tiene poco apoyo. La gran mayoría de los puertorriqueños no quieren romper ni debilitar nuestra relación con Estados Unidos. Al contrario, quieren perfeccionar y asegurar nuestra unión.

Como comisionado residente he hecho lo posible por asegurar que el gobierno federal responda apropiadamente al histórico voto del 2012. Y a pesar de las tácticas obstruccionistas del gobernador Alejandro García Padilla y su partido, tuve éxito.

A petición mía, el presidente Barack Obama propuso —y el Congreso aprobó— una asignación de $2.5 millones para celebrar el primer plebiscito avalado por el gobierno federal en nuestra historia.

En los pasados días, el gobernador anunció su intención de utilizar esos fondos. Yo he propuesto realizar una votación directa sobre la admisión de Puerto Rico como estado, igual que lo hicieron Alaska y Hawai. Esta propuesta tiene amplio aval congresional, habiendo conseguido el apoyo de 135 congresistas y senadores.

Que nadie se equivoque. Si hay una votación, los estadistas saldremos a votar en masa y prevaleceremos.

La Constitución de Puerto Rico es elocuente ante la importancia de la igualdad y de la democracia. Pronto estos principios no serán meras palabras en un documento. Pronto serán una realidad.