Palabras con luz sobre la AEE

{El 90% de los escándalos y grandes corrupciones en la AEE han sido por el PPD, pero en el PNP nadie se ha sentado a enumerarlos. Esperamos que alguien lo haga. Es que los populares unen siempre a algún PNP para sus fechorías, pero el que haya actuado mal que asuma las consecuencias.}

15 de agosto de 2014

Palabras con luz sobre la AEE

Freddie Marrero/ Exdirector de la Oficina de Comunicaciones de la AEE

Hace varios años, ya retirado de la AEE, un conocido periodista y gran amigo, en una conversación informal, me dijo lo siguiente, que hoy revivo como si acabara de escucharlo: “¿Cómo tú pudiste manejar por tantos años esa función tan restringida en la AEE?”. Y prosiguió: “La AEE es un monstruo técnico-administrativo, donde todo parece hacerse en secreto y la poca información que se divulga se maneja con la sicología de una empresa privada. No sé, pero, nosotros en la prensa, percibimos un aura de misterio en los importantes procesos públicos que maneja a diario la AEE”. Palabras con luz sobre la AEE.

Trabajar durante 27 años en la Oficina de Comunicaciones de la Autoridad de Energía Eléctrica, no fue para mí, precisamente, una “experiencia religiosa”. La rigidez institucional para  divulgar información  pública era, más que una pesadilla, un sueño imposible. Los “issues” que mantenían constantemente a la AEE en el ojo del huracán desfilaban uno tras otro.

Recuerdo con amargura que para el 1989 tuve que manejar casi simultáneamente cinco “issues” espinosos: el huracán Hugo, apagones programados, aumento de tarifas, asbesto y  emisión controversial de bonos.

Mi oficina era mirada con cierto recelo. Llegaban con frecuencia las sugerencias de los “comunicadores de pasillo”. Era muy frecuente que juraran en vano el nombre del director de turno: “El jefe me dijo que te dijera…”; “el director me dijo que no dijeras eso”. Obviamente, no hay que ser un “gifted man” para saber que se estaba invadiendo mi campo de acción con un ejemplo claro de agresión profesional. Y, más aun, se saboteaba el derecho del pueblo a estar informado.

La intensidad  de esta situación variaba, de alguna forma, con el cambio de director ejecutivo. No obstante, era ya una cultura empresarial institucionalizada que permeaba toda la organización. Era una madeja de intrigas salpicada por la audacia y por la conviccion de que la AEE era propiedad privada. Esa “cultura”  había que protegerla. ¿Por qué? ¿De qué? ¿De quién? ¿De ellos mismos? Solo Dios sabe. La conocida frase, atribuida a  Harry S. Truman de que “”el que no se quiera quemar, que se salga de la cocina” era mi inseparable lazarillo, mi amuleto y mi táctica disfrazada de “amenaza” a ejecutivos que, claro, no eran mis subalternos.

Subrepticiamente, me encargaba  de buscar la verdad. Se minimizaban las múltiples averías en las unidades generatrices, cuando, en muchas ocasiones, el país estaba apagado parcial o totalmente. En el área financiera como en todas, el director auxiliar de turno, cambiaba al son de los vaivenes políticos, lacerando la continuidad del movimiento financiero de la AEE. El espectro de la politiquería era común a lo largo y a lo ancho de la AEE  y el reclutamiento de personal tenía como denominador común la afiliación política del reclutado.

Esta situación era entonces tan dramática que, años atrás, el piso donde ubicaba la oficina de personal se conocía con el mote de “la Universidad del tercer piso”. El lugar adonde trasladaban, sin asignación de funciones, a los ejecutivos de confianza que caían en desgracia con cualquier cambio de gobierno, le llamaban “el valle de los caídos”. Siempre sostuve y sostengo que estas censurables y quizás ilegales practicas han sido en parte causantes de la debacle de  hoy, que ha estremecido los cimientos de la corporación publica más importante de Puerto Rico.

Durante los 27 años – toda mi vida profesional que dedique a la AEE- me mantuve al margen del lastre político que imperaba. Mi estatus de empleado público de   carrera me alertaba de que actitudes de arraigo, como la rigidez informativa, eran, entre muchas otras, un síndrome de algo más profundo que estremecía  el funcionamiento de la organización.

Tal vez ello en parte explica la terrible sacudida financiera que  ha sorprendido al país .

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