El secretario de Educación Rafael Román no debió haber dado inicio al curso escolar hace dos semanas alardeando de que había sido el mejor en años, porque fue todo lo contrario. Fue el peor en años.
Uno de cada cuatro niños en el sistema de educación pública no asistió a la escuela el primer día. Eso ya de por sí es un escándalo.
A eso se sumó una larga lista de faltas—falta de cientos de maestros en los salones de clase, falta de servicios de transportación para los estudiantes, falta de asistentes de servicios especiales, falta de libros y materiales para la población de educación especial—y como consecuencia, un elevado número de querellas y hasta pleitos en los tribunales.
Las razones de este desbarajuste administrativo en Educación son variadas y complejas, y no todas son culpa del secretario o siquiera de esta administración. Pero muchas sí.
Hace décadas que el sistema entero no funciona. Tiene tantos y tan complejos problemas estructurales que los bien intencionados esfuerzos de sucesivas administraciones por reformarlo y ponerlo a funcionar mejor, lo más que logran es maquillar las deficiencias a fin de manipular la opinión pública, evitar que el sistema entero explote o colapse, y torear como mejor se pueda las amenazas de sindicatura por parte del departamento de educación federal.
Todos estos problemas estructurales del sistema—su gigantismo, su ineficiencia, su clientelismo, su corrupción, su politización, y la madeja de intereses creados en conflicto, empezando por los grandes intereses sindicales permanentemente opuestos a toda iniciativa genuina de cambio—evidentemente no son culpa del secretario o de la actual administración. Ellos son responsables sencillamente porque son los que están a cargo ahora y habían prometido resolverlos.
Pero parte del desastre del inicio del presente curso escolar sí tiene su origen en acciones tomadas por esta administración el año pasado, como la cesantía de asistentes de servicios especiales sencillamente porque habían sido reclutados por la administración anterior, o los cambios legislados al sistema de retiro de maestros que resultó en el retiro temprano de tantos de ellos.
Pero lo que sí es responsabilidad absoluta del secretario es haber diseñado, planificado, comunicado y ejecutado a tiempo un plan con los cambios y ajustes necesarios para poder tener un curso escolar de excelencia a pesar de las limitaciones presupuestarias. Secretario, claro que entendemos que eso es bien difícil. Pero eso es exactamente lo que usted y su enorme equipo gerencial vienen obligados a hacer.
Mire, mamey es echarle la culpa al director de la Oficina de Gerencia y Presupuesto. Quejarse de que no le dan más chavos lo hace cualquiera. Lo que es difícil, para lo que usted está ahí, es para lograr que el sistema funcione adecuadamente a pesar de que tiene menos presupuesto. Y más aun, es su responsabilidad comunicar esa realidad a todos los componentes del sistema, incluyendo padres y maestros, y ejercer su liderato para que lo respalden en esa misión, la de hacer más con menos, que en definitiva es la misma que tienen todos sus compañeros de gabinete, cada uno en sus respectivas áreas, como también lo tuvieron los miembros del gabinete de la pasada administración.
Eso se logra con liderato basado en ejecución responsable y comunicación transparente. No tapando el cielo con la mano, no esgrimiendo excusas y menos alardeando de un éxito que en realidad ha sido un rotundo fracaso.
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