A finales de la década del 90 se incubó dentro del PNP un antirossellismo apenas percibido. Fue un movimiento con preocupaciones éticas que sintió le enterraban un cuchillo en su fibra moral al ver el latrocinio y la arrogancia perpetrada bajo el gobierno de Pedro Rosselló, y del que éste, sin explicación alguna, hizo caso omiso. Ya el antirrossellismo, como movimiento y discurso para generar acción opositora, había comenzado allende los límites geográficos del PNP, pero con otras consideraciones.
Ese antirrossellismo se manifestó tenuemente en las elecciones de 2000, siendo el consenso general que la principal causa de la derrota del PNP en esas elecciones fue la corrupción; que luego se evidenció merodeó por los ocultos pasillos de La Fortaleza. Nunca en la historia se había dado un fenómeno de esa naturaleza donde un gobernante caminaba por un lado de la calle y sus colaboradores de gobierno caminaban por el otro llenando los bolsillos de la codicia. Los transeuntes, llenos de estupor y vergüenza, lo decían: “Pedro, míralos robar”, pero el máximo líder era de una estirpe exógena a la moral pública y obviaba esos asuntos, para él minucias de caracter subcultural de la burocracia.
Luego de las elecciones de 2000 se dio un proceso algo accidentado de cambios de presidencias en el PNP. Al final Carlos Pesquera fue elegido nuevamente presidente. Sin embargo, Pedro Rosselló tenía ambiciones de volver a aspirar a la gobernación. Según sus colaboradores más cercanos, desde la noche misma de las elecciones ya tenía en mente postularse como candidato a gobernador para las elecciones de 2004. Fue por eso que regresó de Virginia, donde vivía, y anunció formalmente su candidatura. Carlos Pesquera, por su parte, anunció que también aspiraría.
La primaria entre Rosselló y Pesquera fue a finales de 2003 y los resultados fueron 75-25% a favor de Rosselló, que gastó alrededor de $3 millones y unos $300 mil Pesquera. A primera vista fue una victoria aplastante, pero al analizar los números con detenimiento podemos ver que dentro del PNP el antirossellismo representaba la cuarta parte de la base electoral del movimiento estadista. Pedro Rosselló no lo vio así, y la mejor evidencia fue que se presentó como un Mesías durante toda la campaña de 2004. Algo análogo a lo hecho por Andrés Manuel López Obrador en México durante la campaña presidencial de 2006.
Para 2008 el antirrossellismo se manifestó con mayor fuerza. En la primaria entre Pedro Rosselló y Luis Fortuño, este último ganó en proporción de 60-40%. Ya era evidente que 6 de cada 10 estadistas no querían a Pedro Rosselló ni a su progenie política. Durante esa campaña primarista fui testigo de como estadistas de la base le gritaban improperios a los seguidores de Rosselló tildando a éste último de rey de los corruptos. Ese antirrosellismo hirvió en cólera al momento de Rosselló decir, semanas antes de las elecciones de ése año, que favorecía el voto por nominación directa.
En las pasadas elecciones, la desidia de Rosselló ante el plebiscito debió de servir de nutriente al antirrossellismo, que ha crecido sin señales visibles de contracción. A mi juicio, esto es un factor que Ricky Rosselló debe sopesar, pues el rossellismo es sonoro y su opositor silente. No hacerlo sería cometer una falla estratégica considerable que luego lamentaría al momento de contarse los votos.
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