Amapuchan otro escándalo

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Amapuchan otro escándalo

Por Vocero.com el 19 de julio de 2011 en Puerto Rico · 69 comentarios

Obed Betancourt
Especial para EL VOCERO

Un seminarista católico, invitado del Obispado de San Juan, camina con grillete por las calles de Puerto Rico. Sobre él recaen varias denuncias por delitos sexuales presuntamente cometidos mediante la fuerza.

A pesar de las duras denuncias, que conoce el arzobispo de San Juan Roberto González, la Iglesia Católica no ha iniciado vistas bajo el Derecho Canónico en el tribunal eclesial judicial, y en estos días se cumple un año de los supuestos actos.

El Estado, sin embargo, ya investigó, sometió las denuncias y hoy, martes, se verá la vista preliminar en la sala 605 del Centro Judicial de San Juan. No obstante, las dudas que surgen son si la Iglesia Católica es capaz de responder y corregir sus errores, y de qué lado se ubica en situaciones como ésta.


La capilla Santa Ana, ubicada en la calle Tetuán, en el Viejo San Juan, fue el escenario del acto imputado que se verá hoy en una vista preliminar en la sala 605 del Centro Judicial de San Juan.EL VOCERO/Archivo

Las denuncias que se verán ante el tribunal se suman a la de miles de personas a través del mundo que han levantado su voz, como víctimas de los diversos delitos sexuales cometidos por funcionarios católicos. Muchas de estas víctimas, incluyendo la joven puertorriqueña, quien era secretaria de la capilla católica Santa Ana, temen que la Iglesia ejerza su poder para ‘amapuchar’ estos casos.

Los diversos documentos oficiales en poder de EL VOCERO –informe de la Policía, hoja de denuncias ante el Tribunal, orden de protección y declaración jurada– indican que los alegados actos se cometieron en la pequeña y hermosa capilla localizada en la calle Tetúan, en el Viejo San Juan.

El 19 de julio de 2010 la capilla mantenía sus puertas entreabiertas para recibir a los feligreses que quisieran rezar. El denunciado seminarista Leonard Prophil aprovechó la ayuda que le dispensaba la víctima, estando en un edificio que forma parte de la capilla, para acercársele con insinuaciones sexuales, como tocarse los genitales y hasta terminar exponiéndolos. La sorpresa de Luvic Arbola Hernández la hizo correr hacia la capilla, donde había una persona. Pasaron unos minutos y el seminarista se apareció “con una sonrisa sarcástica”, narró a este diario la sacristana.

La joven reiteró a EL VOCERO que habló con el padre José Emilio Cummings y le hizo ver su desagrado con el seminarista. Le dijo que “era un prospasa’o y fresco”, y que no quería verlo en la iglesia. Cuando la joven indagó más con Cummings, supo que el alegado seminarista
–porque hasta eso no está claro, ni su procedencia, si es de Haití o la República Dominicana– “fue puesto allí por el Arzobispo”.

El Arzobispo es Escándalos Sexuales

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“No puedo hacer nada en el momento porque eso cae en manos del Arzobispo”, le habría dicho el padre.

Entonces el 27 de julio en la tarde, ya cerrada la capilla, estando la joven en la sacristía, siente “una presencia” detrás de ella. Era Leonard, quien supuestamente le traía una información de Cummings. “Usted sabe que usted y yo no podemos estar aquí solos, eso es una falta de respeto”, le respondió la joven. “Lo que te tengo que decir es que me gustas mucho, que estás bien buena”, dijo el seminarista.

La mujer, presintiendo lo que podía ocurrir, agarró su celular para defenderse, pero él se acercó rápidamente y le dio “el abrazo del oso”. Y mientras forcejean, ella le gritaba que la soltara. Según los documentos, Leonard se le pegó lasciva y pervertidamente y la acorraló entre la nevera y el fregadero. “No te suelto, tú vas a ser mía”, le decía el seminarista, mientras buscaba la manera de arrancarle el traje azul turquesa que llevaba puesto Arzola Hernández.

En los documentos oficiales se le imputa a Leonard agravar con sus manos el asalto ya cometido a la dignidad de la joven. Ésta logró finalmente zafarse a duras penas y empujarlo. Con su celular marcó el cuartel de Puerta de Tierra y Leonard, al ver que hacía la llamada, salió corriendo mientras le decía: “tú no me vas a meter preso”.

Luego de asegurarse que él no estaba, y en espera de un familiar, la joven llamó por teléfono a Cummings, quien resultó que estaba en Yauco.

Ante la imposibilidad de hablar personalmente con el Padre en esos días, ella le presentó en confesión los hechos. “Ah, por lo menos ya sabemos que no es mari…”, reaccionó Cummings a son de broma. Luego le indicó a la joven que tomaría “cartas en el asunto”, pero con el pasar del tiempo nada se hizo. Cummings sólo le habría dicho que tenía que ser prudente porque Leonard podría hacer “una querella por racismo y discrimen a la Iglesia”.

El seminarista incluso le enviaba mensajes de texto como los siguientes: “en mis sueños tú eres mía”, “estoy aprendiendo a dar masajes para dar (sic) a ti, ¿te gustaría (sic) mis masajes?”.

Arzobispado se hace de la vista larga

Varios amigos y asistentes a esa capilla intentaron ayudar a la joven católica advirtiendo al arzobispo González de lo que ocurría mediante un papelito en el que se le informaba de los hechos. Nunca ocurrió nada, nunca se citó a vistas, nunca se investigó. Hasta que la joven recurrió a la justicia secular, al Estado, y denunció los hechos. Sin embargo, fuentes con conocimiento de los hechos aseguran que “la Iglesia no está diciendo la verdad” sobre este caso y temen que, a pesar de la separación entre Iglesia y Estado, el poder católico pueda interceder “para impedir que el Gobierno imparta justicia”.

Periodistas asignados a cubrir las fuentes policiales nunca se enteraron de estos sucesos. La información de las vistas bajo Regla 6 (causa para arresto) suelen llegarles desde la Policía, pero no en este caso. Leonard inclusive estuvo encarcelado porque no pudo prestar una fianza de $175 mil impuesta sin derecho al 10 por ciento, en una vista en que alegadamente le mintió al tribunal al decir que no hablaba español, sino creole. Entonces, la jueza habría preguntado cómo se comunicaba con su abogada, que nunca levantó el problema del idioma como un impedimento para defenderlo. Leonard tiene, además, licencia de conductor de vehículo de Puerto Rico.

Más adelante, otro juez le concedió el beneficio de prestar el 10 por ciento de la fianza y se le puso un grillete, a pesar de que tampoco se sabe a ciencia cierta el status de inmigración del denunciado. Igualmente, la joven logró una orden de protección, vigente hasta el día de la vista, contra el denunciado porque “la persigue y acecha, le envía mensajes insinuantes, patrón de acecho y teme por su seguridad”. Hasta el verdadero apellido de Leonard ha sido cuestionado, ya que se le conoce también por otros apellidos, como Rojas, Maldonado y Phillip.

Luvic, según fuentes, se siente desamparada y traicionada porque la Iglesia a la que ha servido sólo se ha preocupado de que el escándalo no se divulgue, y no por corregir sus errores y protegerla.

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