Me impresiona brutalmente la cantidad de herramientas que tienen los niños de ahora para aprender y crecer intelectualmente. Los niños de ahora —los criados bajo circunstancias normales, por supuesto— no son simplemente niños. Son como pequeños genios ambulantes que te dejan con la boca abierta constantemente. Y yo creo que para bien.

No sé a qué darle más crédito: si a la monumental exposición que tienen a la información a través de la televisión, el acceso a las computadoras,  al .com, al mundo globalizado o a todas las anteriores.

Yo escucho a algunos niños hablar y me quedo en shock. Para empezar, los niños de ahora no hablan como usted y como yo. Los niños de ahora hablan con ese español de Discovery Kids que te vuelve loco. No soy pedagoga. No soy experta y no estoy diciendo que está bien ni mal. Digo que suena raro.

Por ejemplo, mis sobrinos, que son niños de ahora, comen malvaviscos. Mi pana, cuando yo escuché eso por primera vez, por poco salgo a buscar el diccionario. Soy de la generación del spanglish. Yo no como nada de eso, pero si comiera, comería marshmellows, ¡no malvaviscos! Es que hasta feo suena. Repítalo. Mal-va-vis-cos.  Guácala. Llega a ser esdrújula y no hay quien le meta mano.

La otra es que no comen bizcocho. Los niños de ahora comen pastel. Yo no sé ustedes, pero pastel para mí es la cosa esa rica y de plátano que se come en Navidad (o cuando se me antoje). La nena de mi estilista dice: “Rayos”. El otro día me enteré de que es la traducción de “wow” ¿Qué, quéeee? ¡¿Wow?! Dice coche en vez de auto o de carro. Come frijoles en vez de habichuelas… Yo toso. Mi sobrino “expectora”. Yizus!

Es muy cómico porque se supone que esto se hace en español estándar, pero para mí ese español es tan estándar como el de Univisión. El día que me digan “híjole” hasta ahí llegamos. Nada personal, pero no somos nosotros.

No creo que en mi época había Discovery Kids, y si lo había, nunca me lo prendieron, evidentemente. Pero definitivamente el cable TV es una herramienta tremenda de aprendizaje, bien utilizada.

Otra cosa maravillosa es la Internet. Los niños de ahora nos llevan un siglo de ventaja. Mis sobrinos tienen una duda y en tres segundos están metidos en Google o en las miles de aplicaciones con respuestas automáticas. Cuando yo era chiquita —bah, menor porque chiquita soy aún—, iba donde mami a preguntarle las cosas y ella, sabia al fin, me decía SIEMPRE: “Búscalo, hija”. Y ahí iba yo a la enciclopedia La cumbre. ¡La cumbre! Ja, ja, ja. Recuerdo eso y me muero de la risa. Los libracos esos que nunca alcanzaba. Era esa o la Salvat. (By the way, nunca entendí por qué no tuve la Británica).

Y naturalmente el acceso a todo eso ha resultado en niños con mucho más conocimiento del inglés que nosotros. Muchos niños de ahora son perfectamente bilingües. Yo a veces tengo que afinar mis oídos todavía para entender bien mientras mis sobrinos cantan en la parte de atrás del carro en perfecto inglés.

El otro día, compartiendo en casa de un amigo periodista, el hijo de 6 años me tenía impresionada por su conversación. Era un nene viejito. Hablando con una madurez tremenda y comentando hasta de documentales en televisión. Yo lo miré y le comenté que si él y yo hubiéramos tenido las mismas oportunidades o herramientas habríamos sido Einstein.  Y él me dijo una gran verdad: “Nos habríamos comido el mundo”.  (No nos ha ido tan mal, pero Einstein no fuimos. Y a mí me falta por comerme todo).

Naturalmente, no todos los niños de ahora son iguales. Ya quisiera yo que todos tuvieran las mismas oportunidades, la misma calidad de padres y el mismo acceso a una buena educación.

Lamentablement,e no es el caso. Y del mismo modo que hay mini-Einsteins correteando por ahí, hay miles de niños de ahora con rezagos. No me engaño. Tampoco aspiro a que todos sean Einsteins, pero cuantos más accesos ofrezcamos, mejores posibilidades habrá de que los niños de ahora sean los grandes del mañana.