Faltan 558 días para las próximas elecciones generales. El pueblo aguarda esa oportunidad ansiosamente. El gobierno actual no sirve y cada vez está peor. La crisis es insostenible, pero la democracia por encima de todo. Hay que esperar al 8 de noviembre de 2016. Solamente el sufragio liberará a Puerto Rico de este caos. Hay esperanza.
Este pueblo ya comprendió y decidió que el Partido Popular no debe regresar al poder. Sus últimos tres cuatrienios con Sila, Aníbal y Alejandro han sido desastrosos. Aquel Partido Popular de Muñoz Marín, Ramos Antonini, Sánchez Vilella y otros, quedó en el pasado, no existe. Los que se mencionan para sustituir a García Padilla son iguales o peores que él.
El ELA perdió su utilidad. Hace décadas, cuando las expectativas de calidad de vida de los puertorriqueños eran mínimas, los supuestos avances con el ELA parecían algo bueno. Cualquier cosa era mejor que la primera mitad del siglo XX. Hoy, sin embargo, el ELA es insuficiente. Se ha convertido en la peor barrera para el progreso de Puerto Rico.
El error fue tratar de convertir en permanente lo que, por su naturaleza, es y debió ser transitorio. El intento de perpetuar la colonia se hizo para garantizarles el poder político y las influencias económicas a los sucesores de aquel desaparecido Partido Popular. Muchos malabares se hicieron durante 60 años para hacerle creer a este pueblo que se podía vivir el estilo de vida de un estado de la Unión sin tener los mismos derechos políticos y económicos. La realidad, sin embargo, siempre esperó a este pueblo a la vuelta de la esquina del espejismo colonial. Hoy, esa realidad nos pasa las facturas y se pagan las dolorosas consecuencias.
A los que les entretiene o les satisface tratar de explicar esta crisis colonial depositando culpas en gobernantes y personas, les digo. Ese afán de culpar suena bien para algunos, puede provocar aplausos, suena simple. Después de todo, la ruta emocional más corta es echarle la culpa a alguien. Ese es el discurso de aquellos que defienden la colonia a la ultranza por fanatismo o porque es su medio de vida e influencia económica. También es el discurso de aquellos reconocen el derrumbe de la colonia pero no tienen ni pueden explicar ninguna solución concreta para sacarla de la crisis.
Podrán culpar a políticos y gobernantes por la deuda pública de sobre $73 mil millones pero pierden de vista que el problema es mucho mayor. Nuestra actividad económica está en índices negativos de decrecimiento mientras todos los estados de la Unión prosperan. Es el colonialismo el que nos ha colocado como la jurisdicción estadounidense con mayor nivel de pobreza y desempleo; con las contribuciones y el costo de vida más altos de la nación; con los salarios más bajos; la más alta incidencia criminal; la peor infraestructura y los peores servicios. Más de la mitad de los puertorriqueños se dieron cuenta de todo eso, residen en los estados y no en el ELA. La emigración forzosa continúa masivamente.
El problema fundamental es el colonialismo y la falta de recursos económicos, la falta de derechos y la falta de poder político dentro de la economía y el estilo de vida que se desarrolla en la nación de la que somos ciudadanos. El problema es la desigualdad de 3.5 millones de ciudadanos en esta Isla frente a las 300 millones que habitan los cincuenta estados. El problema no es la falta de dialogo ni de voluntades. Los gobernantes incapaces o con minúscula calidad, son los agravantes, pero no la raíz problema. Podríamos tener los mejores gobernantes del mundo pero mientras seamos colonia, no progresaremos.
La agenda del próximo gobierno de Puerto Rico es un gran reto. Deberá enfrentar los entuertos del desgobierno popular que serán tres veces peores al momento del destape de verdades que durante la transición de poder. Deberá fortalecer la actividad económica, los servicios de educación, salud y muchos otros dentro de las limitaciones coloniales. Deberá proteger el salario de empleados públicos y privados. Deberá recuperar la confianza de los mercados financieros y de los inversionistas locales y extranjeros. Deberá convencer al sector privado que el gobierno es un aliado y no un perseguidor. Deberá combatir la burocracia y las reglamentaciones excesivas y mucho más. Simultáneamente, deberá realizar esfuerzos titánicos para descolonizar a Puerto Rico durante el próximo cuatrienio, con la mayor rapidez y sentar con la estadidad las bases de las soluciones reales y permanentes que Puerto Rico nunca ha tenido pero que necesita urgentemente.
Puerto Rico necesita liderazgo, control y sentido de dirección. Bastantes problemas tenemos con la crisis y las limitaciones coloniales como para que este pueblo vuelva a darse el cuestionable lujo de colocar en el poder a alguien que sea otra vez… “demasiado riesgo para Puerto Rico”.
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