Nuestro sistema educativo ha sido muy tímido al reconocer que el mundo y la gente han cambiado. El niño y el adolescente de hoy es muy distinto al de hace 10 o 20 años. Nacen y se crían teniendo acceso a un mundo globalizado, al Internet, al Cable TV y a mas medios de entretenimiento. Se levantan y se acuestan chateando en las redes sociales; navegando en el ciberespacio; bajando música o conversando por celular. Frente a ese moderno y amplio medioambiente tecnológico, la escuela obsoleta que tenemos –la misma de hace 50 años- les resulta un inconveniente insufrible y hasta un estorbo existencial. La mitad deserta antes de completar la escuela superior. Es alarmante.
Cuando enfrentan un currículo de letanías diseñadas o adoptadas por la administración central del Departamento de Educación, muchas veces se preguntan: ¿Qué rayos tiene que ver eso que me están enseñando con la vida real de la calle? Nos duela o no aceptarlo, la realidad es que la mayoría de nuestros jóvenes no ven la vinculación entre la escuela y la vida que tienen y la que saben les espera.
La escuela tampoco puede ser el centro de una competencia inútil, y a la vez frustrante para muchos estudiantes, para ver quién se “embotella” más datos a corto plazo para tomar un examen.
La Nueva Educación que hace falta tiene que ser “práctica” y “motivadora” en el contexto de este nuevo siglo y un mundo globalizado, altamente competitivo. Un mundo donde el éxito está fundamentado en las destrezas ocupacionales, el trabajo en equipo, la creatividad y la innovación. Esa Nueva Educación requiere que invirtamos aceleradamente los enormes recursos económicos que ya se asignan, pero de manera más eficiente para convertir las escuelas en centros para el desarrollo ocupacional y la convivencia social.
La escuela debe ser el centro de formación de trabajadores, empresarios, comerciantes, técnicos, profesionales y mejores ciudadanos; y no simplemente la productora de graduados con un diploma que siquiera saben cómo obtener y enfrentar la entrevista de su primer empleo. Que nuestros jóvenes sientan que allí se les está preparando –durante 12 largos años- para alcanzar esas metas en la vida real. Que nuestro magisterio también sienta que eso es lo que se les pide que eduquen.
Que el magisterio del salón de clases sea muy bien pagado para que entonces podamos exigirles la mejor preparación, las mejores capacidades y los mejores resultados.
Que las plantas físicas de las escuelas sean el equivalente a instalaciones de centros de trabajo, oficinas, laboratorios, talleres; como comenzamos a hacerlo durante la anterior administración con el programa de Escuelas del Siglo XXI.
Que haga sentir a nuestros jóvenes que la escuela realmente es el comienzo de una vida productiva y con recompensas por la labor realizada; el instrumento de metas reales y concretas. Que allí se realiza la academia, pero en un ambiente equivalente al de cualquier centro de trabajo dirigido a la enseñanza de las destrezas, las técnicas y la cultura del mundo del trabajo; y el aprendizaje de los valores de la convivencia social responsable.
Este enfoque de la Nueva Educación requiere el rediseño total de los currículos y los métodos educativos. Debemos adoptar las mejores herramientas tecnológicas para facilitar el aprendizaje y convertirlo en un quehacer atractivo que se ajuste a la visión de vida que tienen nuestros jóvenes.
Utilizar la escuela primaria para lograr un efectivo proceso de inmersión de los estudiantes en los lenguajes. Sí, en el español y el inglés, pero también en un tercer idioma, el idioma de la tecnología y del mundo del trabajo.
Utilizar la escuela intermedia para nutrir al estudiante con datos, métodos y referencias académicas más avanzadas para aplicar y continuar desarrollando los conceptos y los lenguajes que aprendió en la escuela primaria.
Utilizar la escuela superior con un enfoque moderno dirigido al desarrollo de destrezas ocupacionales, las técnicas del mundo del trabajo, del sistema contributivo, de la contabilidad comercial y hasta los conocimientos básicos del empresarismo; incluyendo un fortalecimiento sustancial de cursos técnico-vocacionales para aquellos que no deseen o no puedan continuar estudios universitarios o carreras largas.
Que un graduado de escuela superior salga bien orientado y motivado para desempeñarse correcta y productivamente en un centro de trabajo. Que pueda decir, por ejemplo: “yo aprendí en la escuela a hacer y administrar un inventario y una nómina” en programas computarizados como Excel, entre muchas más destrezas. Todo eso, desgraciadamente, no lo tenemos hoy. Nuestra escuela está produciendo a generaciones de adultos que al obtener un diploma de escuela superior no tienen ninguna destreza ocupacional para ingresar como adultos jóvenes en el mundo del trabajo.
Todos queremos ver que los estudiantes sientan el interés en terminar su escuela porque saben que saldrán pre
parados para enfrentar las metas de la vida real. Sabrán las técnicas de servicio al cliente. Sabrán los fundamentos operacionales sobre los cuales funciona un negocio o una oficina. Sabrán cómo enfrentar exitosamente una entrevista de empleo. Entenderán lo que es el crédito y el financiamiento, su importancia y cómo utilizarlos. Sabrán respetar los derechos de los demás y ejercer los propios con corrección. Por supuesto, que también conozca el trasfondo de la humanidad, entre mucho más. Esa Nueva Educación tiene que ser parte del “Proyecto para el Progreso” que tanto necesita Puerto Rico. La tenemos que hacer.
La Nueva Educación (I)
El “Proyecto para el Progreso” que tanto necesita Puerto Rico también exige una “Nueva Educación”. Puerto Rico es víctima de muchas cosas y de muchos errores. Indudablemente, nuestro pueblo y su actividad socioeconómica también padecen de un sistema educativo anticuado que cuesta mucho y produce poco. Estamos sufriendo los resultados. Más que otra “reforma educativa”, debemos rehacer ese sistema de arriba a abajo.
La privatización no necesariamente es la solución. Lo que maestros, estudiantes y padres no puedan hacer, no lo hará nadie en un ambiente público, comunitario ni privado. Lo cardinal no es quién administre el sistema educativo. Lo importante es cómo se administra, cuáles son sus métodos y sus metas. La “Nueva Educación” que propongo está enfocada en transformar los métodos obsoletos y frustrantes que se han desarrollado durante décadas. Modernizar la educación. Hacerla más vinculante con las metas y las necesidades de los estudiantes. Ese es el cambio verdadero. Un nuevo concepto que motive a todos los sectores involucrados en la educación. Que dignifique y motive al maestro. Que los estudiantes le vean sentido a la escuela y la visualicen como un elemento fundamental para el éxito en sus vidas. Que esa motivación de maestros y estudiantes vincule a los padres al proceso educativo.
Está demostrado: a mayor nivel de educación, también son mayores las oportunidades de progreso y la autosuficiencia de los ciudadanos. Sobre todo, con un buen sistema educativo, se cosechan ciudadanos con conciencia de superación, autoestima, cultura de productividad, esfuerzo por el trabajo, conductas adecuadas en sus entornos familiares y sociales. Una educación bien realizada no tan solo fortalece la economía, también mejora lo que se conoce como la “calidad de la gente” y la “calidad de vida”.
En Puerto Rico, el costo promedio por estudiante es de aproximadamente $8,000 anuales, mientras que para un estudiante de educación especial es de $4,300. Hasta en eso nuestro sistema es errático. De 713 mil estudiantes que teníamos en la década del 80, ahora solo tenemos aproximadamente 400 mil. Se proyecta que para el año 2020, esa matrícula se reducirá en 100 mil estudiantes adicionales. Como sabemos, la crisis colonial del ELA está provocando la emigración masiva más grande de nuestra historia.
Durante el pasado año fiscal 2014-15, el presupuesto del Departamento de Educación ascendió a $3,294 millones. De esa cantidad, $2,200 millones correspondían a fondos estatales y el resto a federales. Por lo tanto, el Departamento de Educación consumió el 22% del presupuesto total del Fondo General de Puerto Rico que se nutre de las contribuciones que se le pagan al ELA.
Países con sistemas educativos exitosos, como Finlandia, invierten mucho menos en el sistema de educación pública, entre 11-12% de su presupuesto total. En Finlandia, de hecho, se invierten proporcionalmente menos fondos públicos en educación que en países como Estados Unidos, España e Inglaterra, entre muchos otros. Sus resultados educativos, sin embargo, superan a todos esos países. Evidentemente, su sistema educativo está bien diseñado y su dinero bien invertido. En Finlandia, solamente el 8% de los estudiantes desertan antes de completar la escuela superior. En Puerto Rico, invirtiendo el doble, casi la mitad de nuestros estudiantes terminan siendo desertores. Aún aquellos que logran un diploma de escuela superior, salen al mundo sin destrezas ocupacionales, sin cultura de trabajo. Son adultos con aspiraciones de estudios universitarios o vocacionales, con la obligación de procurarse sus ingresos y hasta para ayudar a sus familias. Pero la mayoría de ellos invirtieron doce años de sus vidas en un sistema que poco los ayudó a prepararse para enfrentar los retos de la “vida real”.
La transición entre la escuela y la vida de adulto se ha convertido en un aparatoso choque emocional para nuestras generaciones jóvenes. Surgen las frustraciones, la ausencia de oportunidades de progreso. La subcultura de la calle los arropa a muchos, buscando en lo que creen la “vida fácil” lo que en realidad termina siendo la “vida difícil”. Las consecuencias personales para los jóvenes son desastrosas y para sus familias y la sociedad, ni se diga. Para algunos, las drogas y el alcohol se convierten en la falsa válvula de escape frente a los retos de una vida para la que realmente no fueron preparados en la escuela, ni en sus hogares. En nuestra sociedad, la desvinculación entre la escuela y el hogar, es evidente. Muchos de nuestros jóvenes terminan en las filas de la dependencia pública, del desempleo, las actividades criminales o aceptando un empleo a tiempo parcial con salario mínimo federal. Ese es el Puerto Rico que tenemos y el sistema “educativo” que padecemos.
Por otro lado, la mayoría de los que logran un diploma y completar su preparación académica salen huyendo a los estados de la Unión buscando las oportunidades y los derechos que no tienen en la colonia del ELA. Puerto Rico, no puede continuar así.
Dinero hay, pero muy mal utilizado. Nuestro sistema educativo elemental, intermedio y superior no puede continuar siendo una letanía de currículos obsoletos y engorrosos; fundamentados en el
embotellamiento para tomar exámenes y bajo la teoría de que así se desarrolla el intelecto. El enfoque de preparar graduandos en vez de pocos trabajadores o empresarios, fracasó.
No podemos continuar en salones asfixiantes por la falta de ventilación y muchas veces en medio del deterioro. Hay que ser un héroe y una heroína para meterse en un salón de clases a ofrecer clases durante cinco o seis horas diarias; atendiendo grupos de hasta 35 niños o adolescentes. Las maestras y los maestros lo hacen porque además de su responsabilidad y vocación, también es su medio de vida. Una Nueva Educación junto al maestro, a los padres y al estudiante, ahí está la solución.
You must be logged in to post a comment Login