La jauja con fondos públicos nos abofetea, una y otra vez. La corrupción sí tiene nombre y apellido. No importa el partido político que ha estado al mando de nuestro terruño, sea el Partido Nuevo Progresista (PNP) o el Partido Popular Democrático (PPD), la corrupción aparentemente no escapa de sus entrañas. A pesar de que hay quienes quisieran distinguir entre los personeros que roban como ajenos a la organización partidista en donde militan, es un ejercicio infructuoso. El desfile en la pasarela ante el Tribunal Federal por alegada corrupción es el último reducto del círculo vicioso de cómo se engendra el despilfarro de fondos públicos a través del inversionismo político-partidista.
En las pasadas semanas se han dado arrestos en la polícia, centros de servicios al conductor, señalamientos de posible traqueteo de fondos federales en programa de servicios sociales bajo la pasada administración del PNP, allanamientos en la Autoridad de Acueductos y Alcantarrillados (AAA), y el desfile de políticos(as) electos y funcionarios del liderato, nuevamente del PPD, ante el Gran Jurado federal. La pasarela federal para expiar sus culpas, mientras elevan su plegaria a la luz divina para su protección, no los libera del círculo vicioso de la partidocracia desgastada. Indistintamente, si los pagos ilícitos acaban en las arcas partidistas, campañas políticas, o sus bolsillos personales, la tela de araña organizativa del partido político es la que utilizan para ejercer influencias indebidas en su reiterado presunto esquema de “quid pro quo”. De lo contrario, no haría falta pertenecer a dicho partido para ocupar los espacios en el gobierno que viabiliza el poder beneficiarse de la aparente venta de influencias. Estos son sólo los síntomas del mal de fondo: la desigualdad social, económica y política engendrados por siglos de dependencia a todos los niveles.
La debacle fiscal del territorio-colonial aligera el círculo vicioso en que la elite política en Puerto Rico pone en marcha sus tácticas de sobrevivencia, mientras se les desploma el piso bajo sus pies. Por un lado, estrangulan el bolsillo de la ciudadanía con sus estrategias confiscatorias. De esta forma patean la dignidad a quienes les cierran las puertas en la cara, intentando jamaquearles su integridad, como si fuese una iniciación secreta para poder entrar a un club clandestino. Por otro lado, aparentaría que el aura de secretividad de sus tácticas esquivarían el ojo fiscalizador del Norte. Independientemente de los casos salteados de crímenes de cuello blanco en la esfera federal tramitados por el compromiso de la fiscalía y jueces en la esfera federal para el Distrito de Puerto Rico, se necesitaría redoblar los recursos para poder seguirle la pista a cada centavo que envían del Norte y se desvía de su destino.
La Presidencia de los EEUU de Norte América con aparente desdén, tímidamente mira de reojo la debacle fiscal en su territorio-colonial. ¿Se estará llegando al límite de su interés en mantener a cerca de 3.5 millones de habitantes bajo “control” usando fondos federales como paliativo para contrarrestar las tranquillas impuestas para limitar su desarrollo económico? ¿Seguirán perpetuando el inmovilismo dentro de la camisa de fuerza territorial para mantenernos aplacados ante cualquier estallido contra tan indigna relación que se torna una ecuación inoperante e ineficaz?
Los tentáculos de una diáspora boricua que numéricamente supera la población isleña, crece en una tendencia que se pudiese aproximar a razón de dos a uno. Ello pone al relieve la necesidad de frenar el posible desbalance de poder al Norte. Convertirnos en un estado implicaría que Puerto Rico pudiese tener más votos en la Cámara de Representantes que más de la mitad de los 50 estados. En asuntos álgidos de política pública pudiese tener un voto decisivo en el Senado. Por otra parte, actualmente la migración de puertorriqueñas(os) hacia el Norte puede solicitar los beneficios de mantengo por ostentar la ciudadanía americana, además de votar en los respectivos estados. No obstante, el Senado de los EEUU nos encajona en su comisión de “recursos naturales” como un pedazo de “real estate” para evaluar si se nos deja a la deriva como una manada de caballos silvestres en el oeste o si se puede disponer del mismo para cortar sus gastos examinando su potencial efecto nocivo en el mundo de mercado de valores al Norte; aunque por debajo de la mesa posiblemente se evalúa si hace falta retenernos ante cualquier amenaza de “seguridad nacional”. Mientras tanto, la victrola sigue tocando el mismo disco rayado al son de “nada cambia, nada cambia”. ¡La corrupción está cortada con la misma tijera en el PPD y el PNP
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