¿Nada cambia? – Por Katherine Angueira Navarro –

¿Nada cambia?

Los tentáculos de una diáspora boricua que numéricamente supera la población isleña, crece en una tendencia que se pudiese aproximar a razón de dos a uno

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Agustín Santiago / EL VOCERO
Por Katherine Angueira Navarro

La jauja con fondos públicos nos abofetea, una y otra vez. La corrupción sí tiene nombre y apellido. No importa el partido político que ha estado al mando de nuestro terruño, sea el Partido Nuevo Progresista (PNP) o el Partido Popular Democrático (PPD), la corrupción aparentemente no escapa de sus entrañas. A pesar de que hay quienes quisieran distinguir entre los personeros que roban como ajenos a la organización partidista en donde militan, es un ejercicio infructuoso. El desfile en la pasarela ante el Tribunal Federal por alegada corrupción es el último reducto del círculo vicioso de cómo se engendra el despilfarro de fondos públicos a través del inversionismo político-partidista.

En las pasadas semanas se han dado arrestos en la polícia, centros de servicios al conductor, señalamientos de posible traqueteo de fondos federales en programa de servicios sociales bajo la pasada administración del PNP, allanamientos en la Autoridad de Acueductos y Alcantarrillados (AAA), y el desfile de políticos(as) electos y funcionarios del liderato, nuevamente del PPD, ante el Gran Jurado federal. La pasarela federal para expiar sus culpas, mientras elevan su plegaria a la luz divina para su protección, no los libera del círculo vicioso de la partidocracia desgastada. Indistintamente, si los pagos ilícitos acaban en las arcas partidistas, campañas políticas, o sus bolsillos personales, la tela de araña organizativa del partido político es la que utilizan para ejercer influencias indebidas en su reiterado presunto esquema de “quid pro quo”. De lo contrario, no haría falta pertenecer a dicho partido para ocupar los espacios en el gobierno que viabiliza el poder beneficiarse de la aparente venta de influencias. Estos son sólo los síntomas del mal de fondo: la desigualdad social, económica y política engendrados por siglos de dependencia a todos los niveles.

La debacle fiscal del territorio-colonial aligera el círculo vicioso en que la elite política en Puerto Rico pone en marcha sus tácticas de sobrevivencia, mientras se les desploma el piso bajo sus pies. Por un lado, estrangulan el bolsillo de la ciudadanía con sus estrategias confiscatorias. De esta forma patean la dignidad a quienes les cierran las puertas en la cara, intentando jamaquearles su integridad, como si fuese una iniciación secreta para poder entrar a un club clandestino. Por otro lado, aparentaría que el aura de secretividad de sus tácticas esquivarían el ojo fiscalizador del Norte. Independientemente de los casos salteados de crímenes de cuello blanco en la esfera federal tramitados por el compromiso de la fiscalía y jueces en la esfera federal para el Distrito de Puerto Rico, se necesitaría redoblar los recursos para poder seguirle la pista a cada centavo que envían del Norte y se desvía de su destino.

La Presidencia de los EEUU de Norte América con aparente desdén, tímidamente mira de reojo la debacle fiscal en su territorio-colonial. ¿Se estará llegando al límite de su interés en mantener a cerca de 3.5 millones de habitantes bajo “control” usando fondos federales como paliativo para contrarrestar las tranquillas impuestas para limitar su desarrollo económico? ¿Seguirán perpetuando el inmovilismo dentro de la camisa de fuerza territorial para mantenernos aplacados ante cualquier estallido contra tan indigna relación que se torna una ecuación inoperante e ineficaz?

Los tentáculos de una diáspora boricua que numéricamente supera la población isleña, crece en una tendencia que se pudiese aproximar a razón de dos a uno. Ello pone al relieve la necesidad de frenar el posible desbalance de poder al Norte. Convertirnos en un estado implicaría que Puerto Rico pudiese tener más votos en la Cámara de Representantes que más de la mitad de los 50 estados. En asuntos álgidos de política pública pudiese tener un voto decisivo en el Senado. Por otra parte, actualmente la migración de puertorriqueñas(os) hacia el Norte puede solicitar los beneficios de mantengo por ostentar la ciudadanía americana, además de votar en los respectivos estados. No obstante, el Senado de los EEUU nos encajona en su comisión de “recursos naturales” como un pedazo de “real estate” para evaluar si se nos deja a la deriva como una manada de caballos silvestres en el oeste o si se puede disponer del mismo para cortar sus gastos examinando su potencial efecto nocivo en el mundo de mercado de valores al Norte; aunque por debajo de la mesa posiblemente se evalúa si hace falta retenernos ante cualquier amenaza de “seguridad nacional”. Mientras tanto, la victrola sigue tocando el mismo disco rayado al son de “nada cambia, nada cambia”. ¡La corrupción está cortada con la misma tijera en el PPD y el PNP

   

 

Katherine Angueira Navarro

Psicóloga Social-Comunitaria

La verdad abre caminos a la igualdad

Debemos entender lo siguiente: el problema fundamental o estructural de Puerto Rico no es económico; realmente es político

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Carlos Rivera Gisuti / EL VOCERO
Por Thomas Rivera Schatz, Ex presidente del Senado

Hace unos días, fui invitado como orador para hablarles a un grupo de comerciantes. Finalizada mi ponencia en la que, por supuesto, me expresé sobre la crisis que padecemos debido a la desigualdad de este sistema colonial y en la que también expuse hacia dónde debe dirigirse Puerto Rico para alcanzar desarrollo y progreso de manera permanente, comencé a compartir individualmente con algunos de los presentes.

Me llamó la atención que uno de los comerciantes, de hecho, todo un reconocido profesional, se me acercó y me confesó: “Yo no sabía que con la estadidad Puerto Rico tendría más congresistas federales y más votos para elegir al presidente de los Estados Unidos que 23 estados de la Unión. Eso sería un poder enorme para Puerto Rico dentro de la nación más poderosa del mundo… realmente no lo sabía” me subrayó como tratando de excusar su desconocimiento. Le contesté: “No te preocupes, no eres el único. Si todos los puertorriqueños conocieran verdades como esa, hace rato seríamos un estado de la Unión y no estaríamos atravesando por la crisis en que nos tiene esta colonia”. Le abundé que ese enorme poder congresional y de voto presidencial que tendría Puerto Rico como estado se debería a que aún nos queda más población que las que tienen esos 23 estados. También le abundé que nuestro poder en la toma de decisiones a nivel federal sería más amplio si tomamos en consideración que Puerto Rico sería el único estado de la Unión con una delegación congresional que, además de grande, sería totalmente hispana. Que eso convertiría a Puerto Rico y a su delegación congresional en la punta de lanza de las luchas de todos los congresistas federales que son hispanos y de los 50 millones de hispanos que residen en los estados. También seríamos el único estado con dos senadores hispanos. Recordemos que la cantidad de representantes federales en la Cámara federal es variable porque se determina por la población de los estados. En el Senado federal es distinto. Cada estado tiene derecho a dos senadores federales.

Después de ese intercambio de palabras lo que más me impresionó es que vi en la mirada y en la expresión de este comerciante lo que vengo diciendo: Puerto Rico tiene esperanza. Es cuestión de conocer la verdad, aprovechar las oportunidades que tenemos como ciudadanos americanos y arrojarnos con firmeza, votos y militancia al logro de la igualdad con la estadidad; sin complejos coloniales de inferioridad y sin miedo.

Muchas veces creemos que todo el mundo conoce todo lo que deben saber. Incluso, a veces hablamos creyendo que todo el mundo conoce los detalles de lo que decimos. Perdemos de vista que la gente vive ocupaba en su trabajos, en sus negocios, en sus problemas familiares, tratando de echar los hijos adelante, buscando cómo cuadrar cada quincena; y más en esta colonia donde la vida cada vez es más difícil y más frustrante. Después de todo, han sido 60 largos años de bombardeo glorificando la humillación colonial a través de un falso nacionalismo insularista y del descrédito mitológico anti estadidad.

Estudios recientes de opinión pública confirman lo siguiente: 38% de nuestra población no escucha emisoras radiales de noticias y 19% admite que no lee periódicos. Evidentemente, un gran sector de nuestra población está demasiado ocupaba en sobrevivir el día a día.

El poder que Puerto Rico tendría con la igualdad de la estadidad es incuestionable. No hay 936, Ley de Cabotaje, Capítulo 9 de Quiebras, Rescate Federal, Plan ni Junta de Ajuste Fiscal que iguale o supere las oportunidades, los derechos y los beneficios de la estadidad. Mientras Puerto Rico se mantenga enfocado en esos asuntos, nuestra vida como pueblo continuará de mal en peor.

Debemos entender lo siguiente: el problema fundamental o estructural de Puerto Rico no es económico; realmente es político. Aquí hay recurso humano, infraestructura y capital suficientes. Tengamos presente que la situación económica siempre es una consecuencia del sistema político. El sistema político define nuestros derechos y obligaciones; define cómo los individuos, el gobierno y las empresas se desempeñan en la sociedad y en la actividad económica. En otras palabras, el sistema político es determinante en el sistema económico y no al revés como creen algunos. El error que se está cometiendo es creer que los problemas coyunturales de nuestra economía pueden resolverse, pero manteniendo el problema político fundamental de indefinición y desigualdad colonial. Incluso, la enorme emigración de puertorriqueños a los estados de la Unión tiene su génesis en las limitaciones del sistema colonial que padecemos y que se refleja en la ausencia de oportunidades económicas y de progreso.
La estadidad no depende de quién o más cuál en Washington DC. Eso es parte del complejo colonial. Mientras el pueblo de Puerto Rico se mantenga en el “titubeo” o en el “limbo” de la indecisión, entonces en la capital federal habrá quienes se aprovechen para imponer sus criterios como si fuesen dioses del Olimpo; los que le temen al enorme poder que Puerto Rico tendría como estado. Pero cuando este pueblo se ponga masivamente de pie a exigir con voluntad masiva y contundente esa igualdad, nadie tenga dudas de que los pocos muros que pueda haber en la capital federal se derrumbarán. La historia es clara. Así ocurrió con decenas de territorios coloniales que hoy son estados de la Unión; lucharon y lograron la igualdad. Así ocurrió con el Muro de Berlín, mientras los alemanes le temían, se imponía el miedo a cruzarlo.

El movimiento estadista es una causa contra la infamia, la indiferencia, el complejo de inferioridad y la mentira. Unidos en igualdad de derechos, obligaciones y beneficios estaríamos mejor. Para Puerto Rico, esa es la decisión política urgente para salir de la crisis económica colonial.Thomas Rivera Schatz, Ex presidente del Senado

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