Es tiempo de indignarnos
No debe haber duda alguna respecto a que Puerto Rico está al borde de un aparatoso descalabro, no sólo en lo económico sino también desde un punto de vista social y moral, como seres humanos.
Lo verdaderamente triste es que los ciudadanos decentes, honrados y trabajadores de este país somos responsables en parte de toda esta situación. Nuestra responsabilidad, en síntesis, radica en que durante décadas, luego de elegir equivocadamente a un gran porcentaje de los funcionarios que tuvieron la encomienda de dirigir nuestra Isla por cuatro años, nos sentábamos cómodamente a observarlos actuar, sin prácticamente hacer nada respecto a los desaciertos que éstos propusieron y llevaron a cabo.
Resulta, por tanto, un hecho irrefutable que en cierto modo somos cómplices de todas las actuaciones erróneas -y hasta ilegales- en que incurrieron esos funcionarios que fueron elegidos con nuestros votos. No hemos sido lo suficientemente militantes en la selección y elección de los candidatos políticos que han regido nuestras vidas y futuro como pueblo ya que a través de los años, erróneamente, delegamos ese importantísimo poder a los partidos políticos.
Por otro lado, increíblemente hemos ido perdiendo poco a poco nuestra capacidad para indignarnos, alejándonos cada día más de la obligación ciudadana de fiscalizar y combatir, cuando sean erróneas, las actuaciones gubernamentales que determinan nuestro presente. ¿Por qué esa actitud de la ciudadanía? La pérdida de la capacidad para indignarnos, la complacencia, el no atrevernos a protestar por aquello de no involucrarnos en problemas, el desgano o el cansancio, no hay duda que han afectado a gran parte de la ciudadanía fomentando la posición de “irnos de aquí ya que la situación no tiene remedio”, poniendo así en grave peligro a nuestro País.
Peor aún, cuando cada cuatro años llegaban las elecciones generales y los candidatos a los puestos electivos -y los partidos políticos- que tendrían injerencia en los asuntos gubernamentales, y nos hacían las mismas promesas que antes habían incumplido, nuevamente creíamos sus promesas y volvíamos a votar por ellos. La historia demuestra que unas veces ganaban unos y otras veces ganaban otros, pero ese cambio de mando cuatrienal que ocurría no hacía diferencia alguna. Como dice el refrán pueblerino, “meramente más de lo mismo”.
¿Palabras fuertes? Claro que sí. ¿Merecidas? Desafortunadamente, la contestación es nuevamente en la afirmativa. Hay que recordar que la verdad puede ser dura y, en ocasiones, amarga pero nunca injusta ya que es la verdad. ¿Y cuál es esa verdad? Nuestro País hoy día está, repetimos, al borde de una quiebra total que será funesta para nuestros conciudadanos, ya que -entre otras tragedias- cientos de miles de ellos se verán forzados a abandonarlo en busca de un nuevo futuro, el cual es incierto.
¿Quién o quiénes tienen la mayor culpa de esta desastrosa situación? Aun cuando la contestación a esa pregunta ya perdióimportancia, porque ahora realmente es momento de determinar cuál es la acción reparadora que se debe tomar para solucionar la situación, no hay duda que, además de nosotros, se pueden señalar como culpables a todas las pasadas administraciones de gobierno.
De forma rápida se puede señalar a aquellos funcionarios electos que en la década de los 80, increíblemente, favorecieron la acción del Congreso de Estados Unidos de eliminar la Sección 936 del Código de Rentas Internas Federal; a los funcionarios que tomaron las decisiones en la década de los 90 de construir unos proyectos que no son autosostenibles y que desde entonces desangran al erario año tras año; a aquellos funcionarios que se “inventaron” la “figura” de dudosa constitucionalidad que llamaron la “deuda pública extraconstitucional”; y, por último, a todas las administraciones de gobierno del 2001 al 2012. Éstas, para poder lidiar con el monstruoso gasto público, se “enamoraron” de las emisiones indiscriminadas de bonos, las cuales mantuvieron ficticiamente a flote a un gobierno que se podía predecir que colapsaría de continuarse con esa irresponsable práctica. Emisiones posiblemente ilegales ya que están basadas en el “muñeco” de la “deuda pública extraconstitucional” y que en aquel momento mantenían “saludable” el gobierno de turno.
Basta ya de mal gobierno. Ha llegado la hora de recobrar nuestra dignidad como personas y como pueblo. Debemos “aprender nuevamente a indignarnos”. No podemos darnos el lujo de seguir actuando con la complacencia que nos ha caracterizado hasta ahora. De momento, debemos activarnos y levantar nuestra voz, al unísono y con fuerza, respecto a los asuntos públicos de importancia que nos afectan y exigir nuestros derechos.
Por otro lado, es hora de que comencemos a prepararnos para lograr escoger en las próximas elecciones generales a los mejores candidatos a los distintos puestos electivos. Debemos hacer el compromiso personal de que el factor ideológico -aun cuando sea importante- no será determinante en nuestra selección final. No hay otro camino.
En el pasado hemos sufrido en “carne propia” el resultado de nuestra indiferencia e inacción. Aceptamos que esta labor parece ser gigantesca. Curiosamente, no lo es. Mantengamos presente que Puerto Rico es un país pequeño; sus pueblos, en su gran mayoría, son también pequeños. Es un hecho comprobable que el residente de un pueblo -el cual nació y se crió con todos los que allí viven- conoce, igualmente, a casi todos los residentes de los pueblos vecinos. En consecuencia, le es relativamente fácil conocer la reputación de la que gozan los distintos candidatos a puestos públicos que tienen que ver con su pueblo y, por tanto, puede hacer una decisión inteligente sobre si éstos son o no buenos candidatos.
¿Por qué todos debemos involucrarnos en esta misión? Si no lo hacemos perderemos nuestro Puerto Rico. Cada uno de nosotros tiene la obligación moral de luchar contra lo incorrecto, loque no está bien, contra lo que no debe pasar en nuestra patria. Es la única forma de poder sentirnos orgullosos de la tierra en que nacimos, nos hemos criado y hemos levantado una familia y la cual tenemos la obligación de proteger su futuro. Un buen comienzo en esa dirección es votando en las próximas elecciones generales por los mejores candidatos y no por aquéllos que resulta obvio que están incapacitados para dirigir las riendas de nuestro Puerto Rico.
Por lo menos debemos intentarlo en esta ocasión en la que está en grave peligro la existencia de nuestro querido Puerto Rico.
One Response to Es tiempo de indignarnos – por Francisco Rebollo López
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