Hasta CLARIDAD Critica a García Padilla

El Partido Popular en la encrucijada: El discurso del PPD y de Alejandro García Padilla: enmascaramiento, ilusionismo y desconexión con lo que necesita el País

 

Alejandro García Padilla
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Perfil de Autor Por Robert   Rabin
Publicado: martes, 2 de agosto de 2011

Ángel Israel Rivera */Especial para CLARIDAD

El discurso político de Alejandro García Padilla y del Partido Popular Democrático (PPD_ retrotrae a dicho partido veinte años, a los tiempos previos a la Enmienda Vizcarrondo. No sólo opta por favorecer el ELA territorial y descarta la aspiración a la soberanía, sino que tampoco está a tono con las demandas de muchos ciudadanos de una nueva forma de conducir las campañas eleccionarias. Es un discurso encubridor, ilusionista y divorciado además de lo que demandan los tiempos y los reclamos ciudadanos del siglo XXI.

Las nuevas demandas ciudadanas
Crecientemente, más y más ciudadanos en las democracias se han percatado de que la democracia misma es un mito si ésta se basa únicamente en la capacidad ciudadana para ejercer un voto cada cierto número de años. Es así ya que, una vez elegido el gobierno, no importa su signo ideológico, en muchas de las supuestas democracias: (1) los políticos incumplen promesas e incluso actúan de forma contraria a lo que proclamaron en sus campañas eleccionarias; (2) los gobiernos carecen de transparencia y abundan así los espacios para la corrupción y para el malgasto del dinero público en lo que no beneficia realmente a la mayoría de los ciudadanos, sino sólo a una elite de privilegiados; y, aún más importante; (3) no hay oportunidades reales y efectivas para que la participación ciudadana, y una mayor cercanía entre políticos y ciudadanos, pueda equilibrar el proceso: es decir, limitar los errores de los políticos en la toma de decisiones mediante intervención ciudadana y forzar a los políticos a atender las verdaderas necesidades del pueblo.

Luego de años y décadas constatando esa realidad, es evidente que los ciudadanos más inteligentes y lúcidos comienzan a reclamar reformas reales, no sólo en las políticas públicas, sino también en el funcionamiento mismo del “proceso democrático”.. De ahí que más ciudadanos conscientes se organicen hoy en las democracias para demandar un proceso político más participativo. Una de las exigencias principales es que los políticos y los partidos expliquen públicamente el “cómo” y las campañas eleccionarias no se limiten sólo al “qué” de la oferta de gobierno. En Puerto Rico éste no es todavía un reclamo mayoritario debido a los bajos niveles de cultura política de buena parte de nuestra población votante. No obstante, sí es un reclamo creciente entre muchos ciudadanos.

Durante los años 2009-2011 he tenido la oportunidad de actuar como facilitador en diversos grupos de discusión enfocada, compuestos por puertorriqueños de diversos ambientes sociales, y tanto por votantes como por no votantes. En más de 10 grupos focales diferentes sobre temas políticos, ha surgido una y otra vez, el reclamo ciudadano de que haya un cambio en la forma de hacer política en Puerto Rico. Dicho planteamiento es precisamente a favor de que los líderes y los partidos especifiquen en las campañas no sólo “el qué” sino también “el cómo”. Esto significa que, además de prometer lo que habrán de hacer al llegar al gobierno, expliquen cómo exactamente, por cuáles medios y políticas públicas concretas van a alcanzar los resultados que prometen. En varios grupos focales personas que hace ya tiempo que no votan, o jóvenes que nunca han votado, dijeron claramente que lo que los movería a votar por una nueva opción es precisamente ese tipo cambio en la forma de conducir las campañas. Una y otra vez he escuchado decir que las nuevas opciones, para poder convencerles de ir a votar, deben distanciarse claramente de la práctica superficial consuetudinaria en los partidos tradicionales.

El discurso del 17 de julio y los “siete pilares” del ELA
El discurso actual del Partido Popular Democrático y de sus ya declarados candidatos a Gobernador (Alejandro García Padilla) y a Comisionado Residente (Héctor Ferrer) luce, precisamente, totalmente tradicional, encubridor y despistado. Esto, por supuesto, si lo vemos desde el contexto de la realidad política actual. En ese contexto, partes esenciales de la realidad política puertorriqueña son: (1) la creciente abstención electoral; (2) el incremento notable en la pérdida de fe de los ciudadanos en las instituciones políticas; y (3) la desconfianza hacia los políticos que sólo montan un espectáculo mediático en las campañas eleccionarias que poco o nada tendrá que ver con lo que el próximo gobierno decidirá y hará realmente en la práctica cotidiana.

Si se toma como ejemplo el discurso de Alejandro García Padilla en la Convención del PPD en Río Grande el 17 de julio, se evidencia que el candidato a la Gobernación por el PPD se ha limitado a comunicar de forma vaga y ambigua sobre el qué, pasando totalmente por alto el “cómo”. El discurso habitual del PPD, y este discurso en particular, por supuesto, van dirigidos a intentar capitalizar el descontento de la gente con la situación económica del país y con el Gobierno errático e insustancial de Luis Fortuño. El candidato del PPD promete, a la usanza tradicional ya desgastada, “crear una nueva realidad para Puerto Rico”, y “trabajar duro para que haya otra vez crecimiento económico, se produzcan nuevos empleos y devolverles la paz y la esperanza a todos los puertorriqueños”. No hay en su discurso, sin embargo, ni un solo atisbo de cómo hará para lograrlo. Ha dicho que el gobierno actual no tiene plan, que está perdido y desenfocado, pero no ha pronunciado una sola palabra sobre por qué debemos creer que el PPD sí tiene plan y no está igualmente perdido. ¿Dónde está la clarificación sobre cómo el PPD habrá de hacer para transformar la agobiante realidad que hoy se vive en Puerto Rico?

Al examinar los “siete pilares” en los cuales basa la concepción de dicho partido de lo que es el ELA, se ve claramente que el PPD no lleva a Puerto Rico a nada que no sea seguir sufriendo las consecuencias de la condición territorial que le impiden al Gobierno de Puerto Rico estimular la economía para salir de la crisis. Para comprender esto plenamente es preciso saber y reconocer que la condición territorial de Puerto Rico es un grave obstáculo para nuestro Gobierno, ya que lo deja con un marco institucional-gubernamental que no posee los poderes ni la personalidad internacional necesarias para moverse a estimular la economía puertorriqueña dentro del ámbito de los retos y oportunidades de la economía globalizada. Cualquiera que entienda cómo afecta nuestra condición territorial la capacidad gubernamental de Puerto Rico para estimular su propia economía, comprenderá que lo que necesita nuestro gobierno no son dosis adicionales de autonomía interna, que es lo que de forma ilusionista, y a contracorriente de lo que se ha dicho en Washington, prevé García Padilla, sino los poderes internacionales que otorga la soberanía política. Mientras nuestro gobierno carezca de personalidad jurídica internacional y no pueda impulsar la economía de Puerto Rico más allá de la economía de Estados Unidos, en el nuevo mundo de la economía internacional globalizada, nuestra economía no podrá observar un nuevo ciclo de desarrollo económico sostenido. Esto es así también porque en Washington, donde se quedaron con los poderes internacionales que le corresponderían por derecho a Puerto Rico, estimular internacionalmente la economía puertorriqueña no tiene absolutamente ninguna prioridad. Guste o no guste, ésa es la nueva realidad de la segunda década del siglo XXI, muy distinta de la de la sexta década del pasado siglo XX.

Esa realidad la pasa totalmente por alto García Padilla al referirse a los siete pilares del ELA con lo que retrotrae a su partido al siglo pasado. No sólo eso: en el pasado Muñoz y el PPD hablaban de la moneda, el libre comercio con EEUU, la defensa y la ciudadanía como “los cuatro pilares del ELA”. En un artículo reciente en la prensa diaria Ángel Collado Schwarz demostró claramente cómo esos viejos cuatro pilares existían ya, todos ellos, mucho antes de creado el ELA y todos y cada uno con un propósito principal de defender intereses de la metrópoli en lugar de para resolver necesidades de nuestro Pueblo. Ahora, García Padilla inventa unos siete pilares que no son sino un catálogo de inexactitudes y errores sobre lo que es el ELA y además un “wishful thinking” ilusionista que no se sostiene a la luz de los informes oficiales de la Casa Blanca y del Congreso.

El primer pilar, que el ELA fuera creado mediante un pacto, lo podemos aceptar como una verdad parcial o limitada. Lo más importante, sin embargo, no lo acepta García Padilla y es que el contenido mismo del llamado pacto no impidió, sino que propició, la continuidad de la condición territorial y subordinada de nuestro país. ¿Por qué? Pues porque la Ley 600, que fue el instrumento legal del proceso requería dejar vigentes, después de creado el ELA, todos los artículos de la vieja Ley Jones que no tuvieran que ver con el gobierno interno de Puerto Rico. El cambiarle el nombre a “Estatuto de Relaciones Federales” no tuvo ningún efecto, ya que los poderes de Estados Unidos sobre Puerto Rico y las limitaciones internacionales a lo que nuestro gobierno puede hacer quedaron intactas.

El segundo pilar de García Padilla es que el ELA es una entidad política autónoma. Eso también es una realidad, incluso reconocida por la Asamblea General de la ONU desde 1953. No obstante, lo más importante, porque es lo más que afecta nuestro potencial de desarrollo económico y político, es que esa comunidad política autónoma sólo tiene autonomía interna y está subordinada a la soberanía de Estados Unidos con una forma particular de neocolonialismo consentido por los colonizados. Y que eso incluye la ausencia total de personalidad jurídica internacional propia y la prohibición expresa a que podamos tener nuestras propias relaciones políticas y económicas internacionales, como las tienen los demás países del mundo. El candidato del PPD no dice nada absolutamente sobre cómo superar un defecto tan medular de nuestra situación política actual porque ni siquiera reconoce su existencia. Si ni siquiera reconoce el problema ¿cómo habrá de ser capaz de lidiar con él? Su discurso es una patética confesión de que no habrá de hacer nada al respecto.

El tercer pilar, el que dice que el ELA es “soberano” en los asuntos que no gobierna la Constitución federal, es otro ilusionismo de los líderes del PPD. La enmienda décima de la Constitución federal aplica a los 50 estados, no a los territorios. Dicha enmienda se refiere a una “soberanía residual” que les quedó a los estados federados luego de incorporarse a la Unión o federación. El Congreso no admite territorios a la unión. Por lo tanto, los que una vez fueron territorios tuvieron que convertirse primero en estados soberanos para luego entrar a la federación. Al así hacerlo, el Congreso les reconoció una soberanía que luego tuvieron que entregar al Gobierno federal, excepto por la soberanía residual, que es a lo que se refiere la enmienda décima cuando dice que los estados federados —no Puerto Rico, que no lo es— retienen los poderes de decisión en los ámbitos en que el Gobierno Federal no haya ocupado el campo decisorio. Pero ¿qué diablos de soberanía residual va a tener Puerto Rico que nunca ha sido reconocido como un Pueblo soberano? ¿Puede quedar un residuo de lo que jamás se ha tenido? Evidentemente, García Padilla interpreta y reescribe la Constitución de Estados Unidos a su conveniencia y contrario a derecho, cosa que no deja bien parada su inteligencia para comprender las cuestiones constitucionales..

El cuarto pilar habla de la “unión permanente” basada en la ciudadanía estadounidense. Es otro evidente “wishful thinking” de los líderes del PPD ya que ningún documento oficial de Estados Unidos, desde 1950 a 2011, habla de unión permanente. Además, el Congreso ha reconocido tanto la independencia como la libre asociación como opciones válidas para Puerto Rico. Si podemos optar por la independencia, o por la libre asociación soberana, entonces quiere decir que en Washington no se visualiza la relación como permanente, necesariamente, sino únicamente si Puerto Rico optara por la estadidad federada y el Congreso accediera a su admisión. Por supuesto, todo el mundo sabe que, desde Luis Muñoz Marín hacia acá, el liderato del PPD proclama la unión permanente para atraer el voto de los estadistas, que es precisamente a lo que está dedicado desbocadamente, y en cuerpo y alma, el alto liderato del PPD.

El quinto pilar, que mediante el “pacto” del ELA el Congreso renunció a los poderes plenarios sobre Puerto Rico, es un error tan temerario, una mentira tan extremada, que el único comentario que merece es que postula justamente lo contrario de lo que los informes sobre Puerto Rico del Grupo de Trabajo de la Casa Blanca bajo los presidentes Bush y Obama y los estudios del servicio de investigaciones del Congreso han interpretado y nos han comunicado ya de modo oficial. Además, por supuesto, es lo contrario a lo que se palpa y se vive día a día en Puerto Rico.

El sexto pilar, que el Congreso puede tratar a Puerto Rico de forma diferente a los estados, es una realidad, pero es parte misma de la diferencia entre lo que es un territorio subordinado y lo que es un estado de la federación. Ese trato desigual, que el PPD coloca como un valor positivo, es justamente lo que más condenan los estadistas ya que obviamente el trato desigual, aunque algunas veces puede beneficiar intereses en Puerto Rico, como ocurre con la autonomía fiscal, puede también, en otras ocasiones, perjudicar al país. Con ese pilar, es muy dudoso que pueda atraer a verdaderos estadistas a votar por él.

Finalmente, el séptimo pilar dice que por un acuerdo futuro el Congreso puede aumentar la autonomía del ELA. Este es un planteamiento viejísimo, que el PPD viene haciendo sin éxito desde 1959. La prueba de tantos fracasos acontecidos a lo largo de tantos años lo echa por tierra. Y lo único que demuestra ese “pilar” es que soñar, aunque aparentemente no cuesta nada, sí cuesta. Es así porque soñar con lo que no va a venir es una pérdida de tiempo y de energías y no es una forma legítima, en democracia, de aspirar a dirigir a todo un Pueblo, ya que no tiene una consecuencia real y concreta que beneficie a ese Pueblo. Es una forma de engaño colectivo y la democracia verdadera no puede basarse en el engaño. En más de una ocasión el Congreso ha dicho que bajo la condición territorial del ELA o Commonwealth no se pueden conceder los poderes adicionales que dicen reclamar los líderes del PPD ya que eso sería otorgarle a Puerto Rico privilegios que los propios estados de la federación no tienen. Esos poderes, sin embargo, sí se pueden conseguir en la libre asociación soberana o en la plena independencia.

Además de todas las contradicciones, medias verdades y errores absurdos que contiene el discurso de García Padilla y del PPD en estos tiempos, resulta palpable día a día la naturaleza errática de sus comunicaciones públicas, al menos en esta etapa temprana de la campaña hacia las elecciones 2012. Lo mismo declaran un día que no necesitan, y hasta desprecian, el apoyo electoral de los independentistas, los libre asociacionistas y de todo tipo de soberanistas dentro de su propia base, que al día siguiente García Padilla reclama que el PPD busca crear una nueva mayoría con votos de personas de todas las ideologías ya que es urgente la unidad del Pueblo bajo las tiendas y el “liderato” del PPD. Con el lenguaje cantinflesco de siempre, hay que dudar que García Padilla pueda crear una imagen de alguien que realmente proyecte novedad.

¿Qué puede ocurrir en las próximas elecciones?
Visto todo lo anterior, sin embargo, no es que pueda concluirse que el PPD va directo a un fracaso electoral en las próximas elecciones. Ya en un artículo anterior me he referido a que todavía una gran cantidad de electores carecen del sentido de la eficacia electoral. A eso debe añadirse el voto tradicional y el voto automático y visceral de muchas personas a favor del PPD simplemente porque no podrían soportar cuatro años más de “Puerto Rico bajo Fortuño y el PNP”. Eso significa que con toda su ausencia de luces, su total despiste sobre lo que realmente necesita el país en estos tiempos y su falta de un verdadero liderato, el PPD podría ganar en 2012. Por supuesto, también el PPD podría perder las elecciones si los defectos ostensibles en sus candidatos y en su propio discurso periclitado resultan en un nivel más elevado de abstención electoral que el observado en 2008.

Sea como sea finalmente, el que no va a ganar de ninguna manera, ni con el PPD en el gobierno ni con una reinstalación de Fortuño y del PNP, es el Pueblo de Puerto Rico. Ambos partidos convocan a la evasión de la realidad y al ilusionismo: el PPD con un tipo de ELA irreal, que no existe ni puede existir, y el PNP prometiendo buscar la igualdad en una estadidad que no tiene las más mínimas probabilidades de aprobarse en el Congreso en estos tiempos del republicanismo más militante y del Tea Party. Todo esto debería colocar una gran presión sobre las nuevas formaciones políticas, sobre todo el MUS y el Partido del Pueblo Trabajador que, sin embargo, llevan un proceso de inscripción todavía muy accidentado, lento e incierto, tema que amerita abordarse en otro artículo más adelante.

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