CAPITALISMO Y SOCIALISMO I


CAPITALISMO Y SOCIALISMO.-

POR JORGE VALIN

¿A qué se refieren los liberales cuando dicen que hoy somos más pobres que antes debido al estado del bienestar o la constante intervención del estado, sindicatos, bancos centrales y demás? La gente cree que en el presente disfrutamos de mayor bienestar que nuestros abuelos, no gracias al Capitalismo, sino a los logros sociales que el gobierno y otros grupos de presión o reguladores han ido consiguiendo.

 

La realidad es la contraria: las actuales mejoras que disfrutamos, respecto a nuestros abuelos, se debe al propio impulso heurístico del capitalismo, y son esos logros sociales los que han empobrecido al individuo.

 

¿A quién ha sido posible que en la actualidad podamos viajar en avión de España a Alemania por 15 euros, que todo el mundo se pueda permitir un automóvil, tener más de un televisor en casa, calefacción, ordenador, etc.? No ha sido el estado ni sindicatos quienes nos han provisto de estos ingenios y comodidades, sino la libertad, pericia y riesgo del empresario.

 

Los logros del Capitalismo

 

El empresario no procura por nosotros porque sea un altruista desinteresado, sino por su afán de lucro. Y esto, junto con la competencia es lo que le obliga no sólo a ofrecer productos más baratos o de mejor calidad, sino que continuamente se ve obligado a inventar, a crear o descubrir aquello de la sociedad demanda de forma más urgente para poderlo ofrecer él obteniendo el máximo benéfico. Este es un proceso de descubrimiento de premio–castigo. Cuan mayor sea la urgencia que la sociedad demandando un bien más lucro reportará al empresario.

 

Mediante sofismas económicos y morales el estado ha sabido inculcar al hombre masa que hay necesidades que no generan oferta. En este caso —razonan— hay fallas de mercado, ni el empresario ni el mercado pueden cubrir esta demanda no efectiva; entonces el estado se ha de apropiar de ellas. En este proceso el estado ha ido más allá aún haciendo creer que cualquier bien puede ser “mal distribuido” en una economía Capitalista y por lo tanto ha de ser socializado: educación, construcción, seguridad, sanidad, etc. Pero en realidad la creación y avances en tales sectores nunca han venido ni han encontrado su máximo auge en el sector público, sino del privado.

 

A medida que el empresario descubre y crea obtiene altos beneficios. Después aparecen plagiadores; en otras palabras, nace la competencia. La competencia reduce el beneficio del primer empresario, da lugar a más empleos, más opciones, mayor división del trabajo y, por lo tanto, a mayor bienestar general. Gracias a todo este proceso vivimos mejor que antes. Podemos comprar cualquier producto que se fabrique en China, Estados Unidos, Alemania, Australia, etc. Fue el mercado privado quien inventó y ha desarrollado la tarjeta de crédito, las hipotecas, las carreteras, los hospitales, los televisores, etc. El estado sería incapaz de crear entidades que diesen millones de empleos y beneficios continuos como McDonalds, Microsoft, Dell, Coca–Cola, Levi’s, Wal–Mart, etc. ¿Por qué no hacer que la sanidad, las carreteras, la educación, etc. vuelvan a dar enormes beneficios a parte de cumplir mucho mejor con su labor social (Capitalista en sentido amplio) liberándolas de la incapacidad del estado?

 

En una sociedad y mercado libre todo el mundo es responsable de sus acciones, ya sean buenas o malas, y cada uno obtiene aquello que cultiva, ya sea bueno o malo. ¡Cuán diferente son las acciones del estado! Sus faltas, que se cuentan por millones, las paga la sociedad con desempleo, impuestos, multas. En el mercado privado el individuo no está obligado a pagar por ningún producto que él no desee. La libertad del capitalismo no nos obliga a empobrecernos pagando los excesos del político, sus “guerras comerciales”, sus invasiones cruentas en otros países, pagando por productos que jamás consumiremos o desempleados que el propio estado ha generado con sus leyes. El proceso del mercado, es pues, un acto totalmente pacífico y voluntario. Por el contrario, el método del socialismo y su herramienta, el estado, es violento, ineficaz e inmoral.

 

La mutilación del progreso y de la libertad: estado y socialismo

 

El socialismo no proviene de ningún descubrimiento ni necesidad. El socialismo nace de un sentimiento irracional en forma de imposición que sólo demanda derechos sin límite ni razón; y éstos, según sus defensores, han de ser impuestos y pagados por toda la sociedad.

 

Lenin plasmó muy bien la idea cuando dijo que tenía la esperanza que algún día todos funcionásemos como máquinas. No es sorprendente que fuese él mismo quien dijo “¿libertad? ¿Para qué?” sólo él ha de tener libertad para planificar las vidas de los demás, el resto de individuos no son más que instrumentos de su voluntad. Algunos han visto en esta actitud el placer y el bienestar. Estos hombres, con espíritu inmundo, son capaces de sacrificar su libertad y la de los demás sobre la que no tienen ninguna autoridad.

 

El socialismo es el responsable de que seamos más pobres que antes. Por medio de la solidaridad impuesta e igualitarismo se redistribuyen las rentas, no por el logro personal, sino por arbitrio del jerarca. Esta redistribución castiga la principal fuente de riqueza: el ahorro. Hoy en día la gente no ahorra, pero no porque no quiera, sino porque no puede. Los impuestos directos, indirectos, tasas, tributos, aranceles, etc. usurpan cualquier forma posible de ahorro al particular y a la empresa. Esta usurpación no sólo crea menos bienestar, sino precariedad laboral, inflación crediticia, estancamiento económico y ciclos con largas y fuertes recesiones.

 

Los bancos centrales, grupos internacionales de turno (FMI, BM, etc.) y gobiernos del mundo manipulan el dinero distorsionando los precios, como el de la vivienda, electricidad, alimentos, etc. Así como no es comprensible que se tenga que curar la resaca del borracho dándole más alcohol (aunque temporalmente se le alivie, en algún momento tendrá que dejar de beber y cuanto más tarde más fuerte será el dolor) tampoco es aceptable que tras un fuerte boom económico —creado a la vez con dinero inflado del gobierno— los bancos centrales sigan creando más “papel” en cualquiera de sus formas para reactivar la economía. No; sin ahorro no puede haber activación económica posible. Inundar el mercado de falso dinero sólo puede crear inflación y una inevitable distorsión de la estructura productiva y de precios, esto es: desempleo, continua pérdida adquisitiva, cierre de empresas, etc.

 

En resumen, ¿Tenemos más comodidades materiales que antes? Sí, pero gracias al Capitalismo no al estado. ¿Somos más pobres que antes? Sí, pero no debido al Capitalismo sino a la intervención del estado, de las leyes, sindicatos, bancos centrales, etc. Imagínense lo que la libertad del Capitalismo podría haber hecho sin barreras ni estado; e imagínense lo que aún puede hacer si se elimina, o deja de obedecer, la solidaridad impuesta y la tiranía de las buenas intenciones.

INSTITUTO DE LIBRE EMPRESA  (ILE)
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