Citizenship is man’s basic right for it is nothing less than the right to have rights. Remove this priceless possession and there remains a stateless person, disgraced and degraded in the eyes of his countrymen. He has no lawful claim to protection from any nation, and no nation may assert rights on his behalf. His very existence is at the sufferance of the state within whose borders he happens to be. In this country the expatriate would presumably enjoy, at most, only the limited rights and privileges of aliens, and like the alien he might even be subject to deportation and thereby deprived of the right to assert any rights. This government was not established with power to decree this fate. Earl Warren, en Pérez v. Brownell, 356 U.S. 44 (1958).
A principios de la década del cincuenta en la Revista El Estado, publicada desde 1945 a 1960, Luis López Tizol, ideólogo del movimiento estadista, escribió un artículo sugestivo en su título y en su texto que merece ser recordado: “Independencia separada, nunca. Independencia anexada, siempre”. Lo sugerido por el articulista fue exponer la estadidad como otra forma de adquirir la soberanía. El poder que se tiene, conferido constitucionalmente, para legislar y atender sobre los asuntos internos. Algo que busca el proyecto de plebiscito de “Estadidad Sí o No”, presentado en el Congreso de los Estados Unidos por el Comisionado Residente, Pedro Pierluisi. Irónicamente, es un proyecto ahora favorecido por el dúo colonialista de David Bernier y Héctor Ferrer, sin reconocer ambos, que fue Pierluisi quien logró que el Congreso aprobara legislación para otorgar $2.5 millones de fondos federales a la CEE para la celebración de un plebiscito federal para resolver el casi sempiterno problema del estatus político de Puerto Rico.
Este plebiscito tendría claro que votar por el “Sí” es votar por la incorporación del territorio de Puerto Rico a la soberanía de la Estadidad, garantizada esta por la Décima Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Es, lo que a principios de siglo XX el liderato estadista de la época -José Celso Barbosa, Federico Degetau, Manuel F. Rossy, Roberto H. Todd y Luis Sánchez Morales– llamó, el “Estado Soberano.” Por otro lado, votar por el “No” sería optar por la separación de los Estados Unidos, por la soberanía de la independencia; con o sin asociación. Esta última conocida como República Asociada. Los tiempos actuales manifiestan que hemos llegado al final del camino.
En la soberanía separada la ciudadanía americana tendría que ser negociada con el Congreso de los Estados Unidos para los hijos de los que la tengan ahora, y luego abolida para los futuros puertorriqueños. Según el Departamento de Justicia federal, en el Informe de Casa Blanca sobre el Status de Puerto Rico de 2011 y su alegato de ahora ante Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso de Pueblo v Sánchez Valle, estas son las únicas opciones de status que resolverían el centenario dilema de la falta de soberanía de Puerto Rico.
¿Qué dirán los ideólogos coloniales como los energúmenos Ángel Rosa y Eduardo Bathia, entre otros? La soberanía de su patria, ¿la quieren ellos adentro o fuera de la Constitución de los Estados Unidos? La soberanía de Puerto Rico, por supuesto. No sorprendería a nadie que, siendo ambos de la escuela del notorio Aníbal Acevedo Vilá, esperen que sus cabilderos, como el neo-nacista Charlie Black, le mantengan su segregación histórica colonial de “Separate but Unequal”.
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