Tras más de medio siglo, algunos puertorriqueños que combatieron juntos para las Fuerzas Armadas de EE.UU. en conflictos como la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Corea tuvieron esta semana la oportunidad de reencontrarse en Washington, donde se les otorgó el máximo reconocimiento civil que concede ese país.
Amador Negrón Sánchez y Juan Natal Ponce son dos de esos exmiembros del regimiento 65 de Infantería, ya octogenarios y conocidos como «Borinqueneers», que esta semana viajaron desde San Juan para ser homenajeados en Washington con la Medalla de Oro del Congreso de EE.UU.
Se trataba de un regimiento segregado de voluntarios, integrado únicamente por puertorriqueños, que participaron en la I y II Guerra Mundial y la Guerra de Corea.
Según relataron ambos a EFE, Negrón y Natal entrenaron juntos en Puerto Rico, EE.UU. y América Latina, antes de ser destinados a Corea, donde fueron heridos y hasta acusados de abandonar a un compañero de la milicia.
«Lo mío siempre fue cargar una ametralladora», recuerda Negrón. «Primero me destaqué cargando municiones, hasta que fui líder del batallón y ahí me hirieron» en la espalda y glúteos, lo que le obligó a abandonar el Ejército en 1953.
Cuando quedó herido lo llevaron primero a un hospital militar en Corea y luego fue trasladado a Japón, pero los médicos no lograron que pudiera reincorporarse al Ejército, al que se había alistado voluntariamente en 1951, el mismo año en que lo hizo Natal.
«Me alisté porque siempre me han gustado las cosas como deben ser, rectas. Por eso, cuando había un comandante o un maestro en la escuela, me gustaba que fuera fuerte y con disciplina», recuerda hoy Negrón, que no tuvo reparos en dejar atrás a su familia para irse a Corea, e incluso a su novia, Leonor Rivera Renta.
Con ella mantuvo la relación por cartas y a su regreso se casó con ella. Hoy llevan ya 61 años de matrimonio y han tenido cinco hijas y un hijo.
Natal también era muy joven cuando se alisto el 18 de octubre de 1951. Tenía 19 años y rápidamente fue asignado al regimiento 65 de Infantería.
«Yo no me quería alistar, pero lo hice porque era obligatorio. Era sí o sí, no había alternativa. Y claro, que estuvieses físicamente apto para combatir. No como ahora, que es un privilegio», explica este veterano, que también resultó herido en la Guerra de Corea.
Concretamente, recuerda con precisión, fue herido el 21 de septiembre de 1952, cuando una bomba estalló muy cerca de él y la metralla se le incrustó en ambas piernas.
Tras el incidente, Natal fue transportado en helicóptero militar a un hospital en Busan, Corea del Sur, donde permaneció durante tres semanas, y tras ser tratado, regresó a combate.
Terminó su servicio militar con el regimiento 33 de Infantería en el Fuerte Kobe, en Japón, y el 29 de abril de 1954 fue relevado de la milicia. Por su servicio en el Ejército ha recibido varias medallas, entre ellas, la de Corazón Púrpura, otorgada a los militares que han sido heridos en combate.
«El haber estado en el Ejército me ayudó a conocer muchas culturas y a muchos compañeros. Tenía 18 años cuando alisté y todo aquello me ayudó a ser una persona madura», recuerda hoy Natal, padre de tres hijos. El mayor de ellos también fue miliar, así como un nieto y una bisnieta.
Casi medio siglo después, ambos recuerdan hoy cómo no solo lucharon juntos en el campo de batalla, sino ante la justicia estadounidense, cuando fueron acusados de abandonar a un compañero, después de que un teniente estadounidense fuera enviado a Corea para liderar a su pelotón, pese a que solo llevaba una semana de entrenamiento, y muriera en combate.
El norteamericano les había solicitado que se mantuvieran juntos en lo que él se iba a hacer alguna gestión. Al morir alejado de su pelotón, sus miembros fueron acusados injustamente de abandonar a su líder y condenados a una pena de prisión, aunque cumplidos seis meses fueron indultados.
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