Recientemente el Partido Popular Democrático (PPD) aprobó una resolución en la cual propuso “llevar a cabo un referéndum en torno a la pregunta Estadidad Sí o No, estableciendo que un voto por el No o la falta de respuesta congresional en un plazo no mayor de dos años a partir de la celebración de dicha consulta a una expresión a favor de la estadidad, representará un mandato para convocar una Asamblea Constitucional de Status.”

Aunque la resolución no lo dispuso, el referéndum se llevaría a cabo en 2017.

El debate público se enfocó en que, al igual que el comisionado residente Pedro Pierluisi, el candidato popular David Bernier también propuso un referéndum sobre la estadidad. Se obvió que el referéndum propuesto por el comisionado es parte del proceso dispuesto en el H.R. 727. Además, se soslayó que el referéndum serviría para provocar una asamblea de status -el mecanismo procesal preferido por los separatistas.

La propuesta es una estrategia dirigida a que el PPD pueda prevalecer tanto en su ambición electoral como en su objetivo de un “ELA no colonial, no territorial”. Con ese fin intentan confundir a potenciales votantes estadistas de dos formas. Con el referéndum de estadidad pretenden disimular la verdadera intención de convocar una asamblea de status. Y proponiendo su celebración en 2017 buscan “desplebiscitar” las elecciones.

Aunque la estadidad ganara el referéndum, el PPD prevalecería por dos motivos. Primero, siendo la soberanía nacional su proyecto de status, nadie debería creer que una administración del PPD abogaría por la estadidad ante del Congreso. Si tiene dudas, considere lo que esta administración hizo con respecto al plebiscito de 2012. Segundo, nadie debe esperar que el Congreso actúe sobre el status hasta que Puerto Rico pueda salir de la crisis fiscal.

Aún sin una crisis fiscal, la pretensión de que el Congreso debe dar una “respuesta” en dos años no es consistente con la historia. Por ejemplo, en el caso de Hawái transcurrieron más de 5 años desde el referéndum sobre la estadidad, en que el “Sí” obtuvo el 67% de los votos, hasta la celebración de la primera vista congresional; y más de 18 años hasta que el Congreso aprobó la admisión.

¿Qué respondería a esta propuesta? “Vamos a decidirlo con una peseta. ¿Cara o cruz? Cara, yo gano, cruz tú pierdes”. No tendría que pensarlo. Más allá de si debe recurrirse al azar para resolver una disyuntiva, se trata de una proposición inherentemente deshonesta e injusta porque el proponente siempre ganaría.

De igual forma puede caracterizarse la propuesta del PPD. Si la estadidad perdiera, la administración del PPD convocaría una asamblea de status inmediatamente; y si ganara, la convocaría un poco más tarde. “Cara, yo gano; cruz, tú pierdes.” Claramente, el referéndum sobre la estadidad que propone el PPD es un truco. Además, la asamblea de status es una peligrosa trampa que merece un espacio de análisis mayor a éste.

Mientras tanto, comparen la tramoya en la propuesta del PPD con la claridad y dignidad en la contrapropuesta de Ricardo Rosselló y Jenniffer González: el mismo plebiscito entre estadidad e independencia que propusieron Eugenio María de Hostos en 1898 y José de Diego en 1917. Estamos dentro o fuera. Nos casamos o nos separamos. Esa es la valiente simplicidad de una política centrada en principios y valores en vez de en la conveniencia electoral.

El que el PPD se niegue a celebrar un plebiscito entre estadidad e independencia el día de las elecciones no hace más que elevar su carácter plebiscitario. Un voto por el PNP será un voto para permanecer en la Unión con la estadidad, mientras que un voto por el PPD será un voto para la independencia como paso intermedio a un incierto pacto de asociación.

Con su voto el pueblo también juzgará la honestidad de los candidatos. Quienes disimulen sus verdaderas intenciones, y recurran a trucos para adelantarlas, serán rechazados.