Policías matan negros. Negro mata policías. Racismo sin reparo, aunque a veces lo nieguen. Odio heredado generación tras generación. Falta de consideración, de caridad, de amor. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, Artículo 1935: “La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su dignidad personal y de los derechos que dimanan de ella: Hay que superar y eliminar, como contraria al plan de Dios, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión. (GS 29, 2)”

Me sospecho que todo grupo cristiano comparte este principio, aunque hay que reconocer que a pesar de ello todavía seguimos pecando de discrimen. Frecuentemente acudo al Catecismo, porque si los Diez Mandamientos son la Constitución religiosa, el Catecismo es el estado de derecho y las normas de la conducta de día a día.

La propia Iglesia Católica continúa su milenario discrimen contra las mujeres: no las considera dignas de ser parte del clero. ¿Cuántos siglos más tendremos que esperar en lo que se ordena una mujer sacerdote? Tsk! Tsk!

Nos decía mi vetusto y siempre admirado maestro Don Julio García Díaz, que entre injuria y represalia siempre se sube de tono. Cada represalia a cada injuria tiene que ser mayor que la injuria. Si es ojo por ojo o diente por diente, la humanidad quedará toda ciega y toda mellada. Se requiere, si no un milagro, un evento trascendental que establezca el ¡basta! Y ese evento parece todavía estar lejos.

En Puerto Rico, afortunadamente, no se vive la guerra racial que se vive en Estados Unidos. Aquí la guerra que nos agobia es la guerra entre narcotraficantes. Y el precio que pagamos es el cruel asesinato de niños inocentes. ¡Que no tienen nada que ver con el asunto! Balaceras de carro a carro matan niños. Balacera en una piscina mata niño. Balaceras pedestres matan niños. Cuando se busca matar, no siempre se selecciona la víctima con precisión, y siempre caen otras víctimas. Es como si se barriera con balas con resultados inmisericordes.

Edward O. Wilson, profesor investigador emérito de Harvard y especialista en sociobiología -y de niño residente en Puerto Rico- entiende que una característica innata de la especie humana es la necesidad instintiva y urgente de pertenecer a un grupo, sea este pandilla, religión o tribu. Esto conlleva que los de otra religión, pandilla o tribu sean entonces considerados inferiores o ineptos. Amplificando esta predisposición innata, se llega entonces al temido racismo o al fanatismo religioso, extremos que por definición requieren denigrar o destruir al contrario. Hay que trascender a que sea el alma humanística la que dicte, no el instinto animal. De esto puede depender la supervivencia de la especie.

Somos dos cosas a la vez. El organismo biológico animal con todos sus desmanes, y el alma humana que reside en las humanidades. La mente educada nos puede llevar al alma humanística y religiosa. El animal instintivo nos lleva al discrimen y a la discordia pandillera. ¡Y política!

Lamentablemente nuestra educación va en picada. Un vistazo al Departamento de Educación y a la Universidad de Puerto Rico nos infunde miedo. Dependemos entonces de otro pilar social que nos eduque y nos enderece. Voto por que ese otro pilar sea la religión, pero son muy pocas las homilías que escuchamos en parroquias que prediquen doctrina social de la Iglesia. Se enfatiza más la salvación del alma, efecto post mortem, que la vida en comunidad Cristiana en la tierra. ¡Pajitas! Parece ser que la ‘Concordia en la Comunidad Diversa’ es una asignatura electiva que no atrae a todos los seminaristas.