Por: Hiram J. Torres Montalvo, Cofundador de Puerto Rico Limpio

La crisis que vivimos hoy día en Puerto Rico es más complicada de lo que parece, pues es el resultado de décadas de malas de decisiones, políticas erradas y de esa actitud que asumen algunos que prefieren hacerse de la vista larga ante los problemas. Al igual que el impago de la deuda pública, la falta de desarrollo económico y la crisis social general que nos aqueja, la falta de compromiso para solucionar los problemas responsablemente también es visible en nuestro medio ambiente.

El ejemplo más claro de esto es la crisis en que se encuentran muchos de los vertederos en Puerto Rico, que son un símbolo del peligro ambiental que se ha desarrollado con el tiempo debido a nuestra propia negligencia. Y todo en un momento en que la epidemia del zika se está saliendo de control, para convertirse en una emergencia nacional.

La gran mayoría de los vertederos comenzaron en la década de 1950 como vertederos ilegales en sus municipios, y algunos de ellos incluso practicaban la quema de basura como una medida para controlar los desechos. Pero en 1985 todo cambió, y es que con la entrada en vigor de las regulaciones federales para la operación de los rellenos sanitarios, fue necesario cerrar más de la mitad de los más de 60 vertederos existentes al momento. Ya para el año 2000 en Puerto Rico solo operaban alrededor de 30 vertederos de los cuales casi dos terceras partes se supone estuviesen en proceso de cierre por falta de cumplimiento con las reglas de la EPA. Pero como sucede siempre en Puerto Rico todo quedó en letra muerta.

Hasta la fecha en el año 2016, en Puerto Rico hay una veintena de vertederos que no cumplen con las normas de la EPA, es decir, no utilizan “liners” en sus celdas para evitar la contaminación de la tierra, no tienen controles activos para los líquidos producidos por la basura, llamados lixiviados, ni hay controles de las emisiones de gas metano producido por la descomposición de la basura. Todas estas características se han convertido en la norma en los vertederos, donde trabajar en condiciones tóxicas hace que sean comercialmente más atractivos, ya que pueden cobrar tarifas más bajas en comparación con los que operan legalmente.

En los últimos años, el movimiento ambiental en Puerto Rico ha perdido su norte cuando se trata de combatir el problema de los vertederos. La mayoría de los grupos y activistas de las causas ambientales en Puerto Rico ven el problema de los vertederos como una oportunidad para promover el reciclaje, y aunque la idea es buena, los esfuerzos se desperdician porque esto nunca será sostenible ni económica ni políticamente, hasta que cerremos los vertederos tóxicos. En palabras sencillas, si es más fácil y más barato tirar basura en un agujero en el suelo entonces el reciclaje no se expandirá más allá del umbral del 7% que tenemos hoy.

La falta de coordinación entre los grupos también es visible en los ataques en los medios de comunicación entre unos y otros, lo cuales se hacen sin justificación. Por ejemplo, algunos acusan a Puerto Rico Limpio de favorecer la llegada de las incineradores de basura, tales como la propuesta planta de Energy Answers en Arecibo. Pero la verdad es que todo eso es falso. No tenemos nada que ver con ellos, no los apoyamos, y nunca hemos tenido ningún tipo de relación con esa empresa, ni con ninguna empresa relacionada a esta industria. Nuestro llamado es a unirnos como ambientalistas, y no pretender hacer daño a los demás.

La EPA siempre nos ha puesto al final de su lista de prioridades, pero para nosotros, el Gobierno de Puerto Rico, los municipios y los operadores de vertederos son igualmente responsables. Nuestros alcaldes también deben mirar a largo plazo, ya que mientras el vertedero produzca dinero, la protección del medio ambiente al parecer no es un asunto importante para ellos. Nuestra sociedad se ha acostumbrado a ignorar el hecho de que estamos rodeados de montañas de basura, que contaminan nuestras aguas, el aire que respiramos y que ahora están reproduciendo el zika.

En resumen, nos hemos acostumbrado a ver cómo se violan nuestras leyes, reglamentos y órdenes, sin consecuencias para los responsables. Ni siquiera el gobierno federal está haciendo nada al respecto. Ya es hora de que los grupos ambientales nos unamos para elevar nuestras voces en un solo llamado. Las comunidades que viven cerca de estos vertederos merecen ser escuchadas y merecen una mejor calidad de vida, ya que sin duda ellos merecen más, y Puerto Rico merece más. No quiero que mis hijos crezcan en el “Flint del Caribe”.