Por: Mario Ramos Méndez

Estamos a ochenta días de las elecciones generales. Las primeras en la historia bajo una Junta de Control Fiscal federal, con poder para anular cualquier legislación colonial de carácter socioeconómico. ¿Serán estas las últimas elecciones bajo los engaños del PPD?

¿Definirán estas elecciones el futuro de Puerto Rico? ¿Qué garantías hay, si alguna, de que Puerto Rico consiga el trato justo de la igualdad y no sea una nueva neo colonia en el firmamento de países independientes? Aunque soy de los que creo que luego de las elecciones nuestra vida colonial seguirá igual hay un trasunto de fraude electoral que merece repudiarse.

En Puerto Rico, la administración de todo el andamiaje electoral está

Planta AEE

a cargo de Liza García; que desde su coronación como presidenta de la CEE lleva dando excusas cuyo propósito es desestabilizar la confiabilidad que garantiza todo el proceso democrático. Milagrosamente la alumbró la providencia cuando ella aceptó que el escrutinio electrónico fuera parte del proceso electoral. Se logró con certificación federal que asesores anónimos del PNP –marginados por los anteriores cuates de la dolce vita- sabiamente recomendaron cuando ella era lugarteniente de Eder Ortiz.

Liza García acaba de anunciar su plan de reducción de centros de votación, con intención de provocar largas filas que ayuden a espantar la participación electoral, como hizo en la primaria Demócrata. Ahí vimos un partido nacional sufriendo los efectos de la desigualdad colonial. Mientras los partidos coloniales por excelencia, PNP y PPD, tuvieron máquinas nuevas de escrutinio electrónico en unos cinco mil colegios de votación, donde no hubo problemas de largas filas, al Partido Demócrata Liza le limitó la primaria a 430 colegios con el obsoleto y manipulable escrutinio a mano. Esto resultó en filas casi interminables de horas, bajo altas temperaturas, para que votaran escasamente 89,690 electores, cuando esperaban una participación de sobre 450 mil; más que en la de 2008.

Liza les había hecho la misma sambumbia electoral a los Republicanos, en marzo. Limitando la participación a solo 40 mil votos, comparado desfavorablemente con 126 mil en 2012. En cualquier otra jurisdicción americana el Departamento de Justicia federal hubiera demandando civilmente para evitar esa privación e imponiendo observadores federales para garantizarles a los ciudadanos americanos de esta jurisdicción ese sagrado derecho fundamental. Hoy habría acusaciones criminales federales por violación de derechos civiles contra los responsables. Sin embargo, en honor a la verdad, los republicanos y los demócratas usualmente se comportan como amanuenses coloniales y por eso es común ver que felizmente les pasen gato por liebre. El coloniaje, a veces, crea homólogos en circunstancias insospechadas.

Las lamentaciones de Liza son amazónicas. Su canción de despecho es que no tiene presupuesto y que Hacienda le retiene dinero a los contratistas de las primarias, creando incertidumbre de que haya escrutinio electrónico en las próximas elecciones por falta de pago a la compañía Dominion. Como popular bona fide, selectivamente y a conveniencia de su partido, levanta el espectro de la “Crisis Humanitaria”, siendo Puerto Rico considerado, no solo uno de los países más felices del planeta, sino la capital mundial de esa nueva actividad económica y turística que es el chinchorreo. “Porque cuando se nos acaba la bebida rompemos a llorar y nos bebemos las lágrimas”, oí decir una vez en uno de ellos.

Liza García es una amenaza para el sistema democrático en Puerto Rico. Eso incluye a todos los partidos políticos, candidatos independientes y, por supuesto, los electores. Su lealtad no es con la ley ni con el buen y justo funcionamiento de las cosas. Su lealtad es, únicamente, con su Partido Popular.