El 17 de octubre de 2015, hace más de diez meses, toda la prensa reseñaba en primera plana los líos de corrupción del presidente cameral Jaime Perelló e incluso, su primera citación a un Gran Jurado federal. Semanas después, en diciembre de 2015, tanto Perelló como Bernier oficializaron sus respectivas candidaturas bajo la insignia del PPD. Bernier se dedicó al “figureo”, a las sandeces del florete; y a cambiarle la insignia a la Pava como un infantil intento para hacerle creer al pueblo que el PPD no era el mismo partido de su gobierno, que había destrozado a Puerto Rico.
Con pleno conocimiento de la corruptela de Anaudi y su ganga involucrando a mucha gente en el PPD, Bernier se hizo el “sueco”. Asumió la presidencia de ese partido en enero y tampoco actuó para frenar a Perelló, quien ya estaba mencionado. Durante ocho largos meses, Bernier nunca sacó al aire las banderitas de la “integridad” y los “valores”. Al contrario, andaba y compartía tarimas y fotos con Perelló y con todos los demás implicados. Esos son los hechos irrefutables.
La lentitud de Bernier en el asunto Perelló, no tan solo fue por “blandenguería”. No quería revolver el avispero. Sabía que como secretario de Estado, también estuvo involucrado en el esquema de tratos especiales, acelerados y favores para la corporación 3Comm Global del hoy convicto Anaudi Hernández; mientras esa empresa tuvo el contrato en la Cámara para el cambio del cuadro telefónico.
La semana pasada revelamos documentos del Departamento de Estado y también de esa corporación corrupta, que confirman que, en menos de 24 horas, Bernier autorizó con su firma la conversión corporativa de 3Comm Global de una corporación convencional Incorporada (INC) a una compañía de responsabilidad limitada (CRL) o “Limited Liability Company” (LLC), lo cual les permitiría a Anaudi Hernández y sus compinches ocultar sus identidades y no tener que presentar Informes Anuales juramentados sobre sus actividades, ingresos y negocios. Esa solicitud al Departamento de Estado fue presentada a la mano en esa agencia a las 3:44 de la tarde del 31 de marzo de 2014. Al día siguiente, el 1 de abril, se les entregó el Certificado de Conversión firmado por el propio David Bernier. Todo eso mientras ese mismo mes de marzo, se “enmendaba” el contrato de 3Comm Global en la Cámara de Representantes. ¿Casualidad? Juzgue usted.
Bernier tiene que dar explicaciones públicas específicas de su evidente trato especial a esta pandilla como secretario de Estado. ¿Quién habló con Bernier para que otorgara ese trato especial y aceleradísimo que se realizó con documentos a la mano y con su firma? ¿Recibió algún email, llamada o visita? Mientras no ofrezca esas explicaciones, David Bernier no tiene fuerza moral para exigir explicación a nadie ni dentro ni fuera de su partido. Frente a esta evidencia documental, Bernier no tiene credibilidad. Bernier siempre había ocultado que él personalmente otorgó tratos especiales, acelerados y favores a la pandilla de Anaudi Hernández.
Lo que llevó a Bernier a actuar tan tarde como el jueves, 25 de agosto; a solo 76 días para las elecciones, no fueron la integridad ni los valores ausentes durante ocho largos meses. En la mañana de ese jueves, comenzaba el testimonio de Anaudi Hernández revelando el fanguero en la cúpula del liderato popular. Bernier nunca pudo sacar a Perelló. A Perelló lo sacó de carrera el testimonio de su compinche Anaudi.
La verdad es que Bernier -ese jueves, 25 de agosto- fue rehén del pánico al sentirse acorralado por su propia inacción, desesperación y el deseo de salir corriendo frente a una situación difícil para evitarse una inevitable derrota. Bernier no sacó a Perelló de la presidencia cameral, quien lo sacó fue el testimonio de Anaudi Hernández. Los legisladores de su propio partido lo dejaron plantado cuando los citó a una reunión el sábado, 27 de agosto; para desbancar a Perelló. ¿Así piensa gobernar y dirigir a la misma jauría de legisladores, alcaldes y jefes de agencias que destruyeron a Puerto Rico en este cuatrienio? No fue valores o integridad lo que movió al ‘Colorao’, fue la hipocresía.
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