La carroña política – Por Mario Ramos Méndez

La carroña política

Llegó un mal día y Minerva se quedó sin trabajo

03/6/16. San Juan, PR. Celebracion de la primaria para la presidencia de los Estados Unidos de America por el Partido Republicano en Puerto Rico, en la que los electores puertorriquenos escogerian entre los aspirantes restantes en la papeleta en ese momento, el senador de la Florida Marco Rubio, Ted Cruz, John R. Kasich y el magnate Donald Trump, llevadas a cabo en la escuela Labra de Santurce y la escuela Juan Ponce de Leon de Guaynabo. (Carlos Rivera Giusti/EL VOCERO)

Carlos Rivera Giusti/EL VOCERO.

Se estima que en este caso se dilapidaron más de $50 Millones de fondos públicos

Minerva era parte de la avanzada de un líder político, que, a su vez, presidía uno de los cuerpos legislativos y luego sería derrotado, varias veces, en primarias. Un hombre lleno de ambiciones, para quien el poder y el dinero estaban por encima de cualquier otra consideración. La amistad no valía nada si ello conllevaba un alto en sus aspiraciones de llegar a la cúspide del poder. Si el objeto del deseo se alejaba había que atraparlo a toda costa, aunque para ello hubiera que crear cualquier artimaña o traicionar a los mejores amigos.

El grupo era numeroso y compuesto, mayormente, por servidores públicos. Había otros que eran empleados de la legislatura y también estaban obligados a asistir a las actividades políticas. Ese era el perfil no escrito de ese tipo de empleado. Con falsas promesas de mayor remuneración o ascenso de puesto en el trabajo como anzuelo, y estribillos insulsos y falaces como, “tenemos que estar unidos”, “en estas elecciones se nos va la vida” y “estas elecciones son plebiscitarias”, se irían creando falsas ilusiones y sentido de pertenencia e identidad de grupo. Todos los miembros de la avanzada venían escuchando esas frases desde hacía años. Era una vieja canción que se repetía, pero en la que nadie creía.

El trabajo era doble y la compensación sencilla. No hacerlo era jugar a la ruleta rusa y ganarse el premio del ostracismo laboral. Lamentablemente, en esta colonia centenaria muchas personas dependen de una manera u otra del gobierno y ella, como muchos otros, era parte de ese gremio. Al que solo se le considera a la hora de distribuir propaganda, pegar pasquines y trabajar en los colegios electorales. Estas personas son las más leales y en algún momento del camino reciben en su costado el puñal inmisericorde de la ingratitud.

Hoy ese político es, en potencia, un contratista millonario de la cosa pública. Su esperanza descansa en que su partido, como se prevé, gane la gobernación. Es un buscón por antonomasia. Como buitre leal a sus instintos espera con ansias locas por la bolsa monetaria. No está solo, hay otros como él que forman un pequeño y muy cerrado grupo. Tampoco le importa que el gobierno esté en quiebra porque su bolsillo es lo primero, y eso, a fin de cuentas, es la brújula de su existencia. Las loas huecas al partido, los discursos llanitos con voz engolada y el rasgarse hipócritamente las vestiduras por un ideal son para las gradas y el despertar de aplausos.

Llegó un mal día y Minerva se quedó sin trabajo. Su edad era su peor enemigo. Giró contra la cuenta del pasado; su inquebrantable compromiso con su partido, con su ideal y con su, entonces, líder político. Sin embargo, su divisa no valía de nada. Porque ese tipo de líder y los que lo sustituyen son de la misma estirpe, todos están hechos de la misma excreta que producen. En ellos el agradecimiento es más corto que un suspiro, por eso su nombre no era recordado por él, ni por nadie y todo el pasado se evaporó en un instante por la amarga realidad de las circunstancias.

Resolvió su problema comprando un pasaje de ida sin regreso y se fue a Texas, donde consiguió un trabajo mejor remunerado y donde desarrolló una saludable alergia hacia los partidos políticos; y mejor que todo ello, su resumé, no su proselitismo, fue su mejor carta de presentación. Fue en el avión, ya lejos, cuando recordó aquella frase de una amiga que se lo había advertido: “La política es igual que la carroña.”Mario Ramos Méndez

MARIO RAMOS MÉNDEZ

Historiador

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