Al día siguiente de las elecciones el nuevo gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló Nevares, sin importarle los porcentajes que revelaron los resultados electorales, se dio a la tarea de trabajar y hacer claro que lo prometido es deuda. Se pronunció con fuerza sobre el asunto del status político y de construir, más temprano que tarde, el camino hacia la estadidad y dejar atrás la lacra histórica de la desigualdad en derechos. Afirmó, a su vez, su oposición enérgica a la carta circular sobre la enseñanza de perspectiva de género en las escuelas. Su posición, con la que coincido plenamente, es que la educación sexual debe ser tarea de los padres y no de los maestros. Nadie sabe qué intención oculta pudiera tener alguien donde la mayoría de los estudiantes en un salón sean del sexo femenino.

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También prometió bajar los impuestos como una medida inmediata de aumentar el poder adquisitivo de la ciudadanía. Se reunió con la clase empresarial de Puerto Rico y se comprometió con sacar al gobierno de aquellas cosas innecesarias y que entorpecen el desarrollo económico y la creación de empleos. En la reunión, con más de 200 líderes y ejecutivos del sector privado, le brindaron un aplauso sonoro que más bien parecía un referéndum aprobatorio de los planes que tiene para levantar la economía y sacar de la crisis fiscal al elefante gubernamental.

Un dato interesante ha sido que el valor de los bonos del gobierno de Puerto Rico aumentó de inmediato al sector financiero que hace negocios con el gobierno advenir en conocimiento de los planes del nuevo gobernador. Eso es un bálsamo para la deteriorada economía nuestra y la dramática situación por la que está pasando la inmensa mayoría de las agencias públicas y el gobierno en general.

El gobernador electo Ricardo Rosselló Nevares ha demostrado, durante estos días, que tiene una terca manía de hacer cumplir sus promesas. De que su Plan para Puerto Rico sea cumplido a cabalidad y que el país inicie un repunte económico lo más rápido posible. Creo que esa terquedad manifiesta, que es una convicción a ultranza sobre las cosas en las que cree, es su brújula para todos estos asuntos apremiantes y que tendrá el efecto colateral de restituir la credibilidad del gobierno que, como sabemos todos y ya es parte de nuestra historia política, fue masacrada por la irresponsabilidad, incompetencia y desidia de Alejandro García Padilla, que pasará a la historia como uno de los peores gobernadores que hemos tenido, que la gobernación le cayó del cielo y que en lugar de dar gracias se convirtió en el adversario más peligroso del polígrafo.

Rosselló Nevares pasará a los anales de historia como la única persona que estuvo más de cuatro años preparándose para ser gobernador; en asuntos políticos, programáticos, de política pública, económicos y diversa índole. Un autodidacta sobre estos asuntos medulares de gobernanza, práctica y teórica, y que hoy tiene la oportunidad que el pueblo le dio en las urnas de poderlas ejecutar para el beneficio de los constituyentes. Además, ha sido el político más subestimado -dentro y fuera de su partido-, de lo que yo me declaro culpable, y con, tal vez, más obstáculos para poder agenciarse el triunfo.

Con una determinación férrea, admirable disciplina personal, en lo político y profesional, y extremadamente organizado en todo asunto con el que trate, por banal que sea, el nuevo gobernador de Puerto Rico jamás volverá a ser subestimado. Creo que desde el 8 de noviembre será temido por sus opositores y admirado y amado por sus congéneres de lucha ideológica.