Cenizas de Zósima – Por Orestes Ramos

Cenizas de Zósima

La estocada final se la dio el Congreso, con la Ley de Control que formalmente proclama que el gobierno de Puerto Rico es una dependencia del Congreso

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EL VOCERO / Archivo.

Finalizando Los Hermanos Karamazov, el “starets” Zósima, mentor de Alyosha, revela que tiene 750 años. Al momento, Zósima se convierte en una pila de cenizas que cae a los pies de su joven pupilo. Dostoyevsky no estaba pensando en el sobrenombre de “ela” pero, de escribir su más famosa novela ahora, el portentoso autor de Crimen y Castigo no podría evitar pensar en el parecido entre la descomposición subitánea del “ela” y la de Zósima.

La desintegración de la engañifa del “ela” ha ocurrido inesperadamente. Fue solo un nombre. Mi vecino de condominio, Don Jaime Benítez, inventor de la U.P.R. moderna, hace algunos años me lo explicó. Me recordó cómo en 1950 el Congreso aprobó la Ley 600 que permitía al Gobierno de Puerto Rico celebrar una Convención Constituyente que produjera un borrador de Constitución y devolvérselo al Congreso para su consideración. Y me relató como, antes de comenzar la Convención del 1952, Muñoz Marín le encargó producir un nombre para llamar al pueblo de Puerto Rico. Me explicó Don Jaime que el Jefe le encargó que el nombre fuera una combinación de palabras que le permitiera a García Méndez, Ferré y Reyes Delgado (estadistas), a Ramos Antonini, Samuel R. Quiñones y a otros “populares–independentistas” permanecer en la Convención junto a los Muñocistas, sin quedar como apóstatas. Benítez, orfebre de la palabra castellana que fue, produjo, con retoques de Fernós Isern, la Resolución 22. Esta ni forma parte de la Constitución ni fue aprobada por el Congreso. Fue solo un producto para consumo local. La Resolución dispuso que el término “Commonwealth” se traduciría al español como “Estado Libre Asociado”. Aduciendo que somos un estado en el sentido genérico (una comunidad organizada), que somos libres en aquello en que lo somos y que estamos asociados a los Estados Unidos en forma federal o no federal. También, que sería incorrecto retraducir “estado libre asociado” como “free associated state”. Pero la Resolución no aparece ni en los centros espiritistas del Congreso. En buen manatieño: “cógeme esa gata por el rabo”. Excepto que no hay gata.La imagen puede contener: 5 personas, texto

Al terminar la Convención del 1952, el borrador de Constitución fue enviado en inglés al Congreso denominando a Puerto Rico como “Commonwealth”. Como varios estados se llaman “Commonwealth”, (Massachusetts, Pennsylvania, Virginia, Kentucky, etc.), ello no llamó la atención del Congreso.

Luego, todo fue cuestión de darle manigueta al término “ela” para que nuestra gente creyera que era un estatus político nuevo. Ni siquiera se trató de una ideología y ni llegó a ser una mitología. El “ela” fue solo un mito, que, como Zósima, de súbito se ha desvanecido. El único que parece haberse dado cuenta, hasta el punto de la decepción, por su inteligencia, su cultura jurídica y sus conocimientos políticos es, … usted sabe quién.

En resumen, ni hay ni hubo nunca, ningún estatus político llamado “ela”. Al mito lo remataron tres recientes golpes federales. El primero lo asestó la Rama Judicial al decidir el Supremo, en Puerto Rico v. Sánchez Valle 579 U.S. ___ (2016), que los Tribunales de Puerto Rico son realmente cortes federales por ser el “ela”, un territorio, y que, por lo tanto, juzgar a una persona en la corte Federal impide juzgarlo en una corte de Puerto Rico. El segundo fue el del Presidente, a través de su representante directo, el Procurador General, al exponer ante el Supremo que el gobierno de Puerto Rico carece de la soberanía de un estado de la unión, ya que es un apéndice del gobierno federal.

La estocada final se la dio el Congreso, con la Ley de Control que formalmente proclama que el gobierno de Puerto Rico es una dependencia del Congreso. A diario, vemos reiteraciones de ello cuando la Junta anula las determinaciones de eso que la propaganda, rimbombantemente, llamó “ela”. El “ela”, como Zósima, se ha desintegrado. De su recuerdo hoy solo cenizas quedan. El término ya ni se usa. Don Jaime dijo la verdad, aunque con eufemismos. El nombre “ela” solo fue un mito diseñado por conveniencias electorales locales.

Requiescat in pace.

Orestes Ramos, Abogado

ORESTES RAMOS, ABOGADO

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