La población humana ha aumentado vertiginosamente. Hoy somos unos 7,500 millones de habitantes peleándonos por un cantito del planeta. Somos una plétora de diversidades generacionales, sociales e intelectuales y nos sobran diferencias tajantes y discriminatorias. En vez de caracterizarnos por lo que nos une en lugar de lo que nos separa, seguimos inventándonos etiquetas que nos excluyan y nos alejen más. Ya no es tanto la clase social y la formación académica. Ahora también nos separan las “generaciones” que determinan nuestro pensar, nuestras actitudes y nuestra conducta.
Se habla de al menos cinco generaciones, aunque diferentes estudios y autores difieren respecto a algunas de sus características, que se confunden y se solapan. La generación de los Maduros, nacidos antes de 1945, conocieron la Segunda Guerra Mundial y sus penurias. Son de solidez familiar y géneros con roles definidos, especialmente para las mujeres. Dedican su vida a un empleo. Su aparato cumbre es el automóvil. Se comunican mediante cartas formales y prefieren el intercambio de cara a cara.
Los Baby Boomers, nacidos post Segunda Guerra, o del 1945 al 1960, sufrieron la Guerra Fría. Tienden a ser “swingers” y vieron al hombre posarse sobre la Luna. Rinden culto a la juventud y son de orientación familiar. Sus carreras las dictan sus patronos. Su aparato cumbre es el televisor y gustan comunicarse por teléfono.
La Generación X, nacidos del 1961 al 1980, son movibles y prestos a divorciarse. De portafolio de diversidad laboral, son más fieles a una carrera que a un empleo. Su aparato cumbre es la computadora personal. Se comunican por texto y por correo electrónico, online, o cara a cara, aunque solo si el tiempo se lo permite.
La Generación Y (los “Millenials”), nacidos del 1981 al 1995, son testigos del terrorismo, de los medios sociales, de Google Earth y de Reality TV. Trabajan con organizaciones y son muy dados a lo digital. Su aparato cumbre es la tableta o el Smartphone. Gustan del cara a cara, pero se comunican más por medios sociales, o textean. Son dados al divorcio o a la unión informal.
La Generación Z, nacidos después del 1995, son testigos de una economía en declive, preocupados por el calentamiento global, fanáticos de Wiki-Leaks y Cloud, dados a trabajos part-time y carreras cortas. Se mueven libremente entre organizaciones y entre relaciones personales. No simpatizan con el matrimonio. Su aparato cumbre es Google. Se comunican mediante unidades de mano a través de sistemas digitales.
Mi generación tiene razones para sentirse marginada por las generaciones recientes. Es más notable en el salón de clase. En las aulas universitarias el catedrático se está convirtiendo en un artefacto histórico. Lo importante ahora es el poder gugulear.
No importa lo que crean algunos, la experiencia, combinada con educación e información, es donde se fragua la sabiduría, cuya importancia parece haber disminuido. Un instinto dominante del reino animal es el territorialismo: hasta dónde puedo llegar o cuánto territorio puedo reclamar como mío. Se explora lo más que se pueda y, si nadie protesta, algunos pueden llegar bastante lejos y quedarse con todo. ¿Cuánto puedo desafiar al sistema? ¿Cuánto puedo progresar en la universidad con el menor esfuerzo posible? ¿Cuánto puedo reclamar como derecho y cuánto me tiene que dar el gobierno de gratis? ¿Cuánto puedo acaparar en la sociedad a las buenas o a las malas? ¿Cuánto puedo desafiar a la ética, o a la moral? Moral y ética, son palabras en desuso. Algunos también se divierten en cuánto pueden desafiar creencias religiosas y cuestionar todo lo relativo a eso que llaman Dios.
Pero eso —asunto serio— ya son otros veinte pesos.
You must be logged in to post a comment Login