Mis queridos estudiantes universitarios: Por favor, no mutilen lo que quieren salvar. Declarando una huelga que inutilice a la Universidad de Puerto Rico, cerrándola, convirtiéndola en campamento hostil y foráneo, donde no se acepte ni la ley, ni el orden, ni las fuerzas de ley y orden, donde se impida la tarea docente e investigativa que es su razón de ser, donde se cierre el acceso a su depósito de información que es la biblioteca, se estaría demostrando que se puede prescindir de lo que es la Universidad.

Se demostraría que la Universidad no hace falta y que se puede cerrar por capricho de algunos en detrimento de otros. Se probaría que se puede trastocar su faena, que es perecedera su función. Lo peor de todo es que se le puede faltar —impunemente— el respeto a la Universidad y a los universitarios. Eso no puede ser.

Miren la historia y miren lo que es la UPR. A principios del siglo pasado la UPR era terreno venerado. Asistir a la UPR era un sacrificio y una aspiración patria. Todo boricua que tenía aspiraciones de prosperidad y que anhelaba ser útil para el País anhelaba una educación universitaria. El respeto al claustro de profesores era comparable al respeto hacia el sacerdocio. El claustro, al igual que muchos de los estudiantes, vestían de chaquetón y corbata, especialmente los estudiantes de la facultad de derecho. El ser universitario distinguía, como distinguía a la familia. “¡En esa casa vive un universitario!” “¡En esa familia hay varios universitarios!” En los cafetines aledaños a la UPR donde solían reunirse estudiantes y claustrales, las conversaciones frecuentemente giraban en torno a temas académicos y filosóficos. Se declamaba. Se discutían temas dando turnos a planteamientos contrarios. Yo fui testigo de ello.

Actividades en el Teatro de la Universidad eran las actividades cumbres de nuestra sociedad. La división de Actividades Culturales y Sociales de la UPR trajo al teatro genios insignes de la música, del teatro y de la cultura. El Festival Casals se inició en el teatro de la UPR. Los estudiantes éramos ujieres en ese festival y vestíamos de etiqueta. Allí se montó un icónico Festival del Caribe, donde se trajeron grupos folclóricos de la región a demostrar sus ritmos y costumbres caribeñas como nunca se había hecho y como jamás se ha vuelto a hacer. Allí actuaron los mejores declamadores del mundo, se montaron temporadas de ópera con estrellas operísticas mundiales y se montaban conciertos de primera. El roster de virtuosos que allí actuaron compara a la par con la lista de quienes se han destacado en las mejores plazas del mundo. En fín, nuestra UPR ha sido nuestro primer centro cultural además de docente.

Cerrarla para defenderla no le hace justicia. No olviden que la estamos protegiendo de amenazas indignas a la academia, proferidas por individuos que no comprenden la faena académica, por lo cual mutilarla ante ellos les da metralla a los atacantes. Podrían alegar que para qué defender a una institución cuya gesta y faena ni los mismos universitarios protegen. No permitamos que nos acusen de que a los universitarios se nos cayó la “clase”. El universitario, por definición, representa “clase”, aunque a veces esta se vea maltrecha por los propios universitarios. Entiendan que la universidad goza de “clase” por su rol, que es mantener la excelencia académica.

Mal usó $7.2 Millones con la Tarjeta de Crédito de la UPR – Incluso en botellas de vino de $1,000.00 con fondos públicos. Dejó la UPR con $320 Millones de déficit operacional

El Coro de la UPR es uno de los mejores del mundo. La UPR ha tenido claustrales del primer orden, tanto local como internacional. No los voy a nombrar por no dejar a nadie fuera.

A ningún gran maestro se le defiende evitando que dicte su cátedra.