Recuerdo la cantidad de veces que en nuestra formación temprana se le explicaba a nuestra generación que “los cambios eran parte de la vida” y que “había que aceptarlos” para poder seguir adelante. Sin temor a equivocarme, considero que un gran número de lectores, de todas las edades, prefirió ulteriormente aquella nueva tendencia que resurgió un poco más tarde y en la que se nos exhortaba a “ser” el cambio, a “trabajar para transformar” y a descubrir “el propósito” de nuestra vida. Entonces quedaba atrás aquello de solamente acostumbrarnos, como el camaleón, a la cambiante realidad a nuestro entorno, para dar paso al convencimiento de que cada uno de nosotros tenía el deber de participar en los procesos de cambio.

Cada vez que el gobernador Ricardo Rosselló Nevares explicaba, como candidato entonces, su Plan para Puerto Rico con cualesquiera de las versiones de la famosa frase que se atribuye a Albert Einstein que nos dice que no podemos esperar resultados distintos si hacemos siempre lo mismo, comprendíamos como pueblo la magnitud del cambio que su elección traería consigo. Una transformación del andamiaje y de los procesos gubernamentales de manera que pudiéramos navegar ágil y oportunamente por las turbulentas aguas en las que pareceríamos estar atrapados. Notamos la seguridad y nos contagiamos con la particular confianza que proyectaba de que un mejor Puerto Rico es posible. El mensaje estaba claro; la ruta, establecida y la motivación, siempre presente.

Pareciendo tener presente las palabras de Confucio sobre que es más fácil superar las costumbres “hoy que mañana”, habiendo comenzado su mandato pasada la medianoche del primero de enero, comenzó de inmediato el cambio que Puerto Rico anhelaba. Implantadas y en vigor, las órdenes ejecutivas del gobernador Rosselló Nevares generaron el ambiente de credibilidad y transparencia que se requiere para operar una estructura gubernamental como el que por años se había establecido en nuestra Isla. Hoy, antes de cumplirse los tradicionales cien días de una nueva administración, Puerto Rico experimenta al unísono varias de las más grandes, necesarias e importantes transformaciones en su historia.