En tiempos de zozobra tenemos que cuestionar la validez de muchas cosas. A la presidente de la UPR se le hizo firmar una lista de tareas que habría de cumplir para satisfacer los deseos de unos estudiantes que, encadenados de brazos, restringían la libertad de ella y la de los miembros de la Junta de Gobierno de la UPR en una legítima reunión que los estudiantes irrumpieron, sometiéndola a improperios gritados a su oído mientras gesticulaban manoteándole el rostro. Eso no se hace, but what do they care?

Bajo esas condiciones, la UPR nos ha dictado cátedras que no se sostienen ni académicamente, ni en derecho, ni en civismo, ni en cultura, pero que emanan de nuestro primer centro docente. La primera lección es el privilegio de la impunidad. No tomen represalias por nuestros actos vandálicos. Tenemos perfecto derecho a ser vándalos. Romper cristales, escalar forzosamente edificios públicos, irrumpir en reuniones oficiales, insultar de gesto y palabra a funcionarios legítimos, ultrajar la autoridad abrogándose el dominio de la institución, y otras violaciones. ¡Bendito! Esas son cosas de muchachitos que no deben considerarse ni crímenes ni violaciones. Están solo retozando. No deben estar sujetos a represalias, ¡los pobres! Son solo amagos de ejercitar sus derechos civiles y su regalo constitucional de la libre expresión. No, no hay que castigarlos. ¡Eso noéj ná’!

La segunda lección magistral de la UPR se fundamenta en la política fallida e inexplicable de no confrontación. Los vándalos, los ofensores, los que restringen las libertades de los que quieren enseñar y quieren aprender, los que impiden la función universitaria, no pueden ser confrontados. Tiene que permitírseles que campeen por su respeto violando derechos de otros. Pueden hacer de la UPR un picnic, pero no pueden ser confrontados. Nuestra cultura generalmente se abanderiza con las víctimas, pero no con la UPR. Los vándalos están clamando por una víctima, pero no permiten confrontaciones que las produzcan. El vandalismo con licencia es regalo arbitrario de la UPR. Es obligación del estado evitarlo y confrontar los malhechores que sabotean los derechos de los estudiantes y de los claustrales ávidos por cumplir su deber ministerial. ¡Eso noéj ná’!

UPR-Est-Izq

La tercera lección magistral es que nuestro primer centro docente desafía y desacata órdenes de los tribunales. Un tribunal dictó que para un jueves a las seis a.m. los portones de la UPR tenían que abrirse. Somos estado de ley y de orden, pero la UPR no está enterada todavía. ¡Pero eso noéj ná’!

Otra lección de la UPR, una que nos brinda la institución completa, su personal docente y no docente, y su estudiantado, es la falta de sensatez. Se está atropellando a la UPR como reacción a un evento detonante que no emana de la UPR: un corte presupuestario establecido por una Junta de Control Fiscal que nos merecemos gracias a la falta de control fiscal de varias de nuestras propias administraciones gubernamentales y a algunos de nuestros fallidos gobernantes. La UPR no es gestora de ese corte que, cuando se imponga con el aval de nuestra presente administración, hará desaparecer a nuestro primer centro docente y casa de estudios.

Evoluciona esto hacia una demostración general el 1ro de mayo que comenzó bien y terminó mal. Aprovechan y cogen pon con la demostración “universitaria” múltiples sectores indignados que nada tienen que ver con la UPR. Puerto Rico se convierte en protagonista desprestigiado y terrorista en los noticieros mundiales mientras se busca un “diálogo” que más va a parecer un monólogo, pero qué rayos importa. ¿Sensatez? ¿Cordura? ¿Resultaremos mejor o peor post diálogo? ¿Se salvará la UPR? No sabemos cuánto perderemos.
¡Pero eso noéj ná’!